Mientras más pronto asumamos a plenitud de que la crisis es global, y que abarca a casi todo el quehacer social, mejores decisiones se pueden tomar. Es muy buena la Mesa Social, para temas de salud. Sería mejor aun si tuviéramos una mesa socio económica donde además de autoridades ministeriales, estuviesen dirigentes sindicales y empresariales, amen de alcaldes. Hoy son tiempos de “barrer para adentro”. La conducción estatal no puede resumirse a lecturas cotidianas de estadísticas, es preciso orientar a la población y cohesionarla.
Puede resultar presuntuoso el título, sacar enseñanzas de una crisis que está en pleno desarrollo, y de la cual, tanto en el plano planetario como en el nacional, aun no se ve luz al final del túnel. Pero la realidad es demoledoramente palmaria a veces y por lo mismo, conviene siempre asumirla; el idealismo no sirve mucho en general, pero en tiempos de emergencia y catástrofe menos.
Veamos lo primero: ¿se pudo prevenir? ¿se pudo haber reaccionado más anticipadamente? Aun no conocemos la historia entera, y es evidente que la crisis sorprendió a la humanidad completa, eso es cierto. Pero si es a fines de 2019 que China reconoció un grave problema sanitario, podemos concluir que algunos países –como Chile- tuvieron varias semanas para reaccionar antes que se conociera del primer contagio, en nuestro caso, a inicios de marzo. Entonces cabe preguntarse que agencia estatal es la que debió haber dado la alerta. Allí surgen claramente tres.
En primer término el Ministerio de Salud, porque la salud pública es su área de responsabilidad. Es el que nos representa ante los organismos de salud internacional, como la OMS y la IPS. También la Agencia de Inteligencia tiene aquí un rol, dado que como mantiene comprensibles intercambios con las principales agencias del planeta, debió haber conocido de las inquietudes de otros servicios más poderosos. Por cierto, las embajadas de aquellos países donde primero estallo la crisis debieron haber informado a Teatinos de los alcances y proyecciones del desastre emergente.
Estas tres instituciones debieron haber encendido la alerta, informando al Ministerio del Interior y a La Moneda en general para prevenir. Ojo, este ciudadano desconoce si las tres o algunas de ellas dio la alarma, será parte de la “crítica de la maniobra” que deberemos realizar para reforzar la idea básica: una primera enseñanza es que debemos aceitar los mecanismos de alerta y prevención.
Una segunda enseñanza es que siempre se debe realizar con rigor un adecuado diagnóstico de la crisis. Aquí hay luces y sombras. Es evidente que estamos ante una crisis de origen sanitario, pero que impacta a la economía, al empleo, al abastecimiento, al orden público, en fin. Es una crisis multidimensional. Por ello es muy bueno que se haya declarado el Estado de Catástrofe, porque es un estado de excepción que posibilita la centralización de recursos escasos –públicos y privados- para atender la emergencia. Para ello se establece una figura de excepción: el jefe de defensa, que tiene atribuciones legales incluso para restringir derechos constitucionales (por ejemplo hoy cientos de miles de chilenos estamos en un virtual confinamiento que limita nuestra libertad de movimiento).
Una emergencia no se puede manejar con los recursos administrativos de tiempos de normalidad. La centralización la asume hoy el Ministerio de Salud, lo que está bien para los temas sanitarios, pero la crisis es más amplia. Un intendente no tiene atribuciones para restringir derechos, pero un jefe de defensa sí. Los chilenos dada nuestra experiencia en catástrofes tenemos una gran disciplina social para estos eventos, y así se ha demostrado en estas semanas, mas allá de algunas odiosas excepciones. Esto es más destacable aun porque en los meses precedentes estábamos en medio de una fuerte movilización social.
Mientras más pronto asumamos a plenitud de que la crisis es global, y que abarca a casi todo el quehacer social, mejores decisiones se pueden tomar. Es muy buena la Mesa Social, para temas de salud. Sería mejor aun si tuviéramos una mesa socio económica donde además de autoridades ministeriales, estuviesen dirigentes sindicales y empresariales, amen de alcaldes. Hoy son tiempos de “barrer para adentro”. La conducción estatal no puede resumirse a lecturas cotidianas de estadísticas, es preciso orientar a la población y cohesionarla.
Si la crisis lo demanda, y el Estado no tiene recursos suficientes, el estado de catástrofe faculta al jefe de defensa para requisar temporalmente bienes privados para atender la emergencia. Eso vale para recintos (y no arriendo onerosos) como para aeronaves y buques mercantes que podemos usar para traer equipos y suministros, amen de repatriar compatriotas varados por el mundo.
En suma, un adecuado manejo de crisis obliga a diagnosticarla en su plenitud y definir muy bien el órgano de maniobra que se hará cargo de la emergencia. La Araucanía es la joya de la corona: ¿quien tiene allí el mando? ¿el Jefe de Defensa? ¿el intendente? Para completar el cuadro se designó una Delegada presidencial (¿?).
Tercera enseñanza que asoma. El Estado está siendo legítimamente requerido por la población: por necesidades sanitarias, por medidas de orden público, por recursos económicos para enfrentar el desempleo, o evitar la bancarrota de las pymes. Valiosos son los esfuerzos que despliega el ministro de Hacienda, pero sería mejor si los anuncios fuesen resultado de consensos construidos con los principales actores involucrados.
Este fenómeno se da en todo el planeta, pero en algunas regiones (América Latina entre ellas) han experimentado un continuo adelgazamiento estatal en las últimas décadas. Se ha confiado en que el Mercado sea el principal motor y Chile es un buen ejemplo de ello. Sucede que en tiempo de emergencia el mercado no es el mejor ámbito para resolver las necesidades de la crisis. ¿Cuánto debemos fortalecer el Estado en su capacidad para enfrentar crisis en la pos pandemia? Buena pregunta, pero lo que es obvio, muchos chilenos carecen de una adecuada protección social y no es posible reconvertir en pocas semanas a Chile en un Estado Protector.
Hasta allí con la sugerencia de lecciones aprendidas. También es necesario señalar lo que no hay que hacer.
Aquí el examen es crítico de la actuación del nivel político. Empecemos por los distintos segmentos de la oposición. Para empezar no todos han captado a plenitud el cambio de coyuntura y de urgencias. La lucha contra la pandemia es hoy el epicentro del proceso político y social. Ello le otorga al Ejecutivo la principal responsabilidad en su manejo y con ello, le devuelve el control de la agenda que había perdido el 18/O.
Salvo unas meritorias propuestas económicas de algunos partidos, poco se ha visto en materia propositiva de parte de la oposición. El bochorno que vivió en la elección de la mesa de la Cámara de Diputados muestra todas sus debilidades, pero también exhibe que su incapacidad es mayor: si no logra cohesionarse para una elección donde tenía mayoría, ¿cómo pretende gobernar de nuevo?.
Por su parte el Gobierno también puede sacar lecturas equivocadas. Interpretar que la cohesión y disciplina social que hoy exhibe el país, es una muestra de adhesión al oficialismo. Esta cohesión es positiva, por lo mismo hay que cuidarla, y allí el presidente comete grave error al confrontar a la mayoría de los chilenos. Su sesión de fotos en la plaza, sus despectivas expresiones respecto a los parlamentarios, entre otras, son gestos que reman en contra de lo que hoy se espera de la investidura presidencial.
Igualmente es grave ser poco coherente. No es posible afirmar que “el tres de enero” el Gobierno tenía todo planificado (entrevista presidencial en CNN) y que la primera orden compra de respiradores se cursase en la segunda quincena de marzo. Su ministro de Salud no lo hace mal tampoco cuando sostiene que “Chile posee el mejor sistema de salud del planeta”, ministro que no puede visitar ninguna instalación de salud pública por el repudio que provoca. Una dosis de realismo y humildad se requiere, más aun cuando muchas autoridades solo pueden dar puntos de prensa al amparo de los muros de La Moneda.
Agreguemos que la falta de trasparencia, la arrogancia y la prepotencia, además fomentan la elevada desconfianza que la población tiene respecto a las elites, especialmente a las políticas.
Por el contrario asumir con realismo y visión de Estado el momento que vive el país, nos permitirá sacar las mejores lecciones aprendidas.