Esta modalidad de votación no es algo novedoso y se ha desarrollado sin inconvenientes en muchos países, como Argentina, México, España, EE.UU., Italia, entre otros, los cuales en la actualidad utilizan a favor de sus ciudadanos residentes en nuestro país a la empresa de Correos de Chile para sus procesos electorales. Cabe preguntarse, entonces, ¿por qué no lo aplicamos en nuestro país? Si ya se cuenta con un saber adquirido, el cual podría aplicarse a las elecciones chilenas, dado el escenario actual. Puede ser una herramienta que facilite la participación democrática. Se puede y podemos organizarlo, los cambios no pueden seguir esperando.
Hace algunos días se instaló por parte del Gobierno la necesidad de volver a postergar la votación del plebiscito del próximo 25 de octubre, y sectores que nunca han querido que este se realice alzaron sus voces, sumándose a esta posibilidad.
La discusión sobre la pertinencia de este acto democrático da para muchas aristas y visiones, pero una cosa queda más que clara: Chile requiere con urgencia acelerar las discusiones de cambios y darles gobernabilidad a ellos. Qué duda cabe que lo iniciado en octubre se ha visto más que reforzado durante la pandemia, donde palabras como desigualdad, pobreza, vulnerabilidad, clasismo, surgen y se vislumbran en el día a día.
En este sentido cabe preguntarse de qué forma podemos asegurar dar gobernanza a este proceso dentro de cauces democráticos, en un país como el nuestro, que ha dado claras muestras y manifestaciones varias de la necesidad de discutir, replantear y proponer ideas sobre lo que queremos en las próximas décadas.
Desde la Fundación Socialdemócrata creemos que no llevar a cabo un plebiscito que encauce democráticamente estos procesos, puede ser un profundo error que costaría caro a la misma democracia que apela representar. Algunos lo llaman una bomba de tiempo o una olla a presión, que puede explotar si no se repiensa el país ni se abren las puertas al diálogo y sus diversas miradas.
[cita tipo=»destaque»]Para enfrentar este proceso de manera segura hace sentido entregar herramientas que colaboren a ello. Hace meses la Fundación Socialdemócrata, en conjunto con el Sindicato Nacional de Directivos, Analistas, Jefes, Supervisores y otros de Correos de Chile (SINDAJEP), propusimos la necesidad de instaurar el voto por correo en Chile a lo menos a los adultos mayores, grupos de riesgo y personas con problemas de diversidad funcional, con el fin de darles protección y seguridad, como también para fortalecer y ampliar su participación en los procesos democráticos en curso.[/cita]
Sin embargo, nos enfrentamos a una realidad tangible como lo es la pandemia del COVID-19 y lo complejo que podría resultar un evento plebiscitario para los ciudadanos y las ciudadanas. Tenemos aquí, por tanto, un problema de doble entrada: por un lado, la necesidad imperiosa de cambios sistémicos en Chile y su consiguiente proceso de legitimidad democrática (plebiscito) y, por otro lado, los riesgos sanitarios de convocar a masas, si es que el virus no amaina.
En este sentido, pensamos que las fuerzas políticas de nuestro país se ven en la obligación de generar procesos democráticos seguros, amplios y participativos, el “plebiscito seguro” es un deber ético y moral para todos los actores de manera transversal, de modo de asegurar una gobernanza al cambio y la salud de los ciudadanos.
Otros países ya se han visto enfrentados a este dilema –no con el escenario social como el chileno que antecedió a esta pandemia, por cierto– y lo han resuelto de diversas formas, en las cuales la conjunción democracia y seguridad sanitaria están siempre por delante. Corea del Sur es un claro ejemplo de aquello en los últimos días.
Para enfrentar este proceso de manera segura hace sentido entregar herramientas que colaboren a ello. Hace meses la Fundación Socialdemócrata, en conjunto con el Sindicato Nacional de Directivos, Analistas, Jefes, Supervisores y otros de Correos de Chile (SINDAJEP), propusimos la necesidad de instaurar el voto por correo en Chile a lo menos a los adultos mayores, grupos de riesgo y personas con problemas de diversidad funcional, con el fin de darles protección y seguridad, como también para fortalecer y ampliar su participación en los procesos democráticos en curso.
Esta modalidad de votación no es algo novedoso y se ha desarrollado sin inconvenientes en muchos, países como Argentina, México, España, EE.UU., Italia, entre otros, los cuales en la actualidad utilizan a favor de sus ciudadanos residentes en nuestro país a la empresa de Correos de Chile para sus procesos electorales. Cabe preguntarse, entonces, ¿por qué no lo aplicamos en nuestro país? Si Correos de Chile cuenta con un saber adquirido, el cual podría aplicarse a las elecciones chilenas dado, el escenario actual.
Recientemente en Baviera (Alemania) para sus elecciones municipales se optó por votar solo por correo para dar seguridad sanitaria, los demócratas en Estados Unidos plantean ampliar las opciones del voto por correo para sus elecciones nacionales de noviembre. La discusión de seguridad sanitaria y elecciones está aquí y en el mundo entero.
Es cierto que todo es dinámico y los escenarios pueden cambiar y sus decisiones también –con fundamentos científicos, desde luego– en relación con la pandemia y el plebiscito, pero más vale adelantarse y estar preparados. No vaya a ser que, por falta de previsión, nos lamentemos en un futuro de no darles gobernabilidad a los cambios que gran parte de la ciudadanía demanda y que la crisis sanitaria pase a lo social y a lo político.
El voto por correo en este contexto puede ser una herramienta que facilite la participación democrática. Se puede y podemos organizarlo, los cambios no pueden seguir esperando. Esta será la gran lección que nos dejará la actual pandemia.