Muchos dirán que se trata de sequía y falta de lluvias. Por supuesto que estos factores han incidido, pero en nuestro país apenas el 6% de toda el agua utilizada se destina a la producción de agua potable para consumo humano. ¿Y el resto? Se divide en actividades económicas como la agricultura, la minería y la industria. Hoy, si hay chilenos sin acceso a dicho elemento es simplemente porque se ha priorizado su uso para el consumo no humano. Así las cosas, en la práctica, hoy un palto pareciera tener más derecho al agua que una familia sin acceso regular a ella.
En Chile, en medio de la pandemia por el coronavirus, y cuando lavarse las manos es la primera muralla sanitaria ante el avance de la enfermedad, parece inimaginable que la falta de agua afecte a casi un millón de chilenos que exhiben altos índices de vulnerabilidad social, ambiental y económica.
Junto al Chile en donde el agua escurre sin problemas, existen casi 384 mil viviendas que no cuentan con agua potable. A estos hogares se suman cerca de 350 mil personas que se ven afectadas por cortes de este suministro en el mundo rural. Esta carencia se deja sentir con especial fuerza en las regiones de Valparaíso (60% de los sistemas de agua potable rural), Tarapacá (51%), Arica-Parinacota (46%), Antofagasta (40%) y Atacama (40%).
Bueno, muchos dirán que se trata de sequía y falta de lluvias. Por supuesto que estos factores han incidido, pero en nuestro país apenas el 6% de toda el agua utilizada se destina a la producción de agua potable para consumo humano. ¿Y el resto? Se divide en actividades económicas como la agricultura, la minería y la industria.
Hoy, si hay chilenos sin acceso a dicho elemento es simplemente porque se ha priorizado su uso para el consumo no humano. Así las cosas, en la práctica, hoy un palto pareciera tener más derecho al agua que una familia sin acceso regular a ella.
[cita tipo=»destaque»]Lo que sucede en embalses claves para el abastecimiento de enormes ciudades, es una muestra de estas contradicciones relacionadas con el agua que tenemos. Basta mirar, por ejemplo, el embalse Los Aromos, que abastece a diversas zonas urbanas del Gran Valparaíso. Hoy, el lugar está a menos del 3% de su capacidad y, por eso, la sanitaria ha debido intensificar la búsqueda de agua a través de perforaciones cada vez más profundas. Lo insólito es que apenas bastarían dos días de “liberación” de las aguas que son tomadas por diversas actividades productivas más arriba, para que el embalse se volviera a llenar de manera completa y, así, asegurar el abastecimiento de dicho elemento a miles de familias durante dos años.[/cita]
Y esto pasa, porque en Chile no se consagra el acceso prioritario de las personas al agua ni en la Constitución ni en el Código de Aguas. Esta situación de vulnerabilidad se ve agravada, porque en la Carta Fundamental solo se consagra el agua para efectos de garantizar su disponibilidad a los “propietarios”, que en la práctica se han adueñado de ella.
La competencia por el agua es feroz y desigual: por un lado, miles de chilenos lejos de un abastecimiento mínimo garantizado y, enfrente, distintas actividades productivas que aparecen en la práctica como dueñas de un elemento hoy clave para hacer frente a la pandemia. Y también mañana, cuando la compleja situación de estrés hídrico que vive el país (hoy en el lugar 18 a nivel mundial) se agudice todavía más.
Así, mientras distintas actividades productivas se reparten enormes cantidades de agua, miles de chilenos deben ser abastecidos por camiones aljibes, los que suelen entregar unos 50 litros por persona. Un dato de referencia: en el sector oriente de Santiago el consumo promedio diario por persona es de 600 litros.
Lo que sucede en embalses claves para el abastecimiento de enormes ciudades, es una muestra de estas contradicciones relacionadas con el agua que tenemos. Basta mirar, por ejemplo, el embalse Los Aromos, que abastece a diversas zonas urbanas del Gran Valparaíso. Hoy, el lugar está a menos del 3% de su capacidad y, por eso, la sanitaria ha debido intensificar la búsqueda de agua a través de perforaciones cada vez más profundas. Lo insólito es que apenas bastarían dos días de “liberación” de las aguas que son tomadas por diversas actividades productivas más arriba, para que el embalse se volviera a llenar de manera completa y, así, asegurar el abastecimiento de dicho elemento a miles de familias durante dos años.
Ha llegado el momento de establecer prioridades para entregar el agua de la que dispone el país. Y no puede existir duda: son las personas y las familias chilenas las que deben ser las primeras en la fila. Más aún en la situación de emergencia sanitaria que enfrentamos.
Desde Greenpeace llevamos adelante la campaña sueltaelagua.cl, la cual busca liberarla y hacerla llegar a todos los chilenos. Es una medida sanitaria urgente y que el Presidente Sebastián Piñera debe garantizar para todos los ciudadanos.
Si se lava las manos, en este caso, sería un pésima señal.