La educación ambiental debe ser un proceso transformador basado en el fomento de valores, conocimientos y actitudes que permitan construir una sociedad justa, sustentable y regenerativa. La educación ambiental debe fomentar una actitud crítica respecto de nuestro estilo de vida, sobre el modelo de desarrollo vigente y formar ciudadanos capaces de dar respuestas concretas a los desafíos socioambientales de la época. En definitiva, lo único que nos hace contemporáneos a nuestra época es la capacidad de comprender y operar sobre nuestros problemas medulares.
La pandemia termina de desnudar a un mundo cargado de incertidumbres que desde hace tiempo ha perdido su brújula. Superado por esta profunda crisis existencial, surge la necesidad de nuevas soluciones para viejos problemas. Ya no podemos seguir repitiendo las mismas recetas que nos han traído hasta acá. Si no queremos terminar de destruir la vida de los ecosistemas, la visión del progreso necesita ser redefinida y, con ella, nuestro sistema educativo. Un primer paso es avanzar hacia la era de la alfabetización ecológica, entendida como la capacidad de comprender la organización de los sistemas naturales y los procesos que sostienen la vida en la Tierra. Llegó el momento de aprender de los sistemas vivos.
El enorme desafío de cambiar al mundo, es que hay que construir otro mundo. Uno que incorpore la reflexión colectiva como fundamento esencial de las nuevas prácticas y los nuevos valores. La educación ambiental es una herramienta determinante en este proceso de reflexión y toma de conciencia para ayudarnos a formular las mejores preguntas al momento de rediseñar la presencia humana en la Tierra.
La educación ambiental ha sido un campo de debate por más de 40 años. Comenzando en la 1ª Cumbre de la Tierra en Estocolmo, en 1972, y hasta el acuerdo de la COP 21 de París, mucho se ha debatido y propuesto en la materia. Sin embargo, desde aquellas concepciones iniciales centradas en el conservacionismo hasta los abordajes más holísticos (ambientales, sociales, económicos, espirituales, etc.) actuales, nada parece haber resuelto la falta de una incorporación transversal y paradigmática de la temática ambiental dentro de los currículos y el sistema educativo.
El sistema socioeconómico que vivimos nos impulsa cada vez más vertiginosamente al punto de inflexión de nuestro actual modo de vivir, el límite está a centímetros (si no es que ya lo hemos superado). Esta crisis civilizatoria, expresada en un modelo de pensamiento y desarrollo que ancla su sentido de dominio en la conquista del ambiente (hombres, animales y naturaleza por igual), en el productivismo como estrategia existencial, en el extractivismo y la necesidad de crecimiento económico permanente, ha fallado escandalosamente para proveernos de bienestar, justicia y prosperidad.
La educación, y la escuela, lejos de construir saberes, conocimientos y habilidades para sortear estos límites, no ha hecho otra cosa que afirmarlos. Nuestro sistema educativo, de escasa participación, unidireccional y enciclopedista, fue diseñado para las necesidades del lejano siglo XIX, muy distantes de las actuales, donde la comprensión del mundo y las soluciones a sus problemas han demostrado la necesidad de potenciar nuevos modelos mentales centrados en interpretar soluciones holísiticas para mantener y regenerar las interrelaciones vitales que todos los habitantes del planeta mantenemos.
Hoy día, en el mundo entero el llamado a una nueva educación está presente y reconocido como una profunda necesidad, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas exigen que, de aquí a 2030, aseguremos que todos los estudiantes adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible. La velocidad de la crisis climática y sus consecuencias en todos los planos de la vida, han dejado sin argumento a los negacionistas y han legitimado las tesis que desde la educación ambiental se vienen difundiendo desde hace décadas: la necesidad de un cambio radical en las relaciones del ser humano con el medio natural del cual forma parte.
Ahora bien, ¿de qué hablamos entonces cuando nos referimos a la educación ambiental? Necesariamente la educación ambiental debe ser un proceso transformador basado en el fomento de valores, conocimientos y actitudes que permitan construir una sociedad justa, sustentable y regenerativa. La educación ambiental debe fomentar una actitud crítica respecto de nuestro estilo de vida, sobre el modelo de desarrollo vigente y formar ciudadanos capaces de dar respuestas concretas a los desafíos socioambientales de la época. En definitiva, lo único que nos hace contemporáneos a nuestra época es la capacidad de comprender y operar sobre nuestros problemas medulares.
La educación ambiental necesita de un marco metodológico que la sitúe ya no como un hecho extracurricular, sino en el corazón mismo de la educación, en todos los niveles del sistema educativo, incluyendo el nivel universitario. Este marco metodológico debe reconfigurar el espacio del aula, abrir la escuela como espacio para buscar y construir soluciones concretas, impulsando la incorporación de saberes y habilidades desde esta concepción empirista.
En este contexto, hay ciertos valores y principios que resultan pilares fundantes. En primer lugar, superar los modelos de competencia por modelos colaborativos, fomentar el pensamiento crítico, la participación ciudadana, abandonar toda fragmentación y adoptar una visión sistémica tanto en la forma de enseñar como en las forma de evaluar. Necesitamos aulas donde se fomente el trabajo en equipo, los grupos de reflexión y cooperación, la creatividad, con materias orientadas a complementar las preguntas cocreadas por alumnos y docentes, navegando conocimientos y saberes para codesarrollar soluciones.
Diversas experiencias demuestran hoy, no solo que los alumnos incrementan su participación y conocimiento al “liberar” la educación, sino también la participación de los docentes como agentes inspiradores, facilitadores de un proceso de crecimiento individual y colectivo que los involucra, estimula y fortalece, al posicionarlos como acompañantes y no sujetos de un saber unidimensional y lineal.
Existen experiencias de educación ambiental exitosas en todo el mundo que están logrando transformar positivamente la realidad. En Argentina, en el municipio de Mar Chiquita, provincia de Buenos Aires, se impulsa un programa holístico de educación ambiental denominado «Escuelas Sustentables de Mar Chiquita», que busca trabajar de forma transversal en todas las escuelas del partido con el fin de instalar una nueva cultura local del cuidado de la vida.
El programa es un proceso participativo de planificación y ejecución concreta de proyectos que responden a las problemáticas socioambientales de la comunidad, articulando los objetivos de Desarrollo Sostenible y utilizando la educación ambiental como herramienta clave de reflexión y gestión. La filosofía del programa es involucrar a la comunidad educativa en cuerpo, mente y espíritu a través de la reflexión socioambiental y el impulso de acciones colectivas que mejoren la calidad de vida.
El proceso comienza cuando las escuelas adhieren a un compromiso institucional con la sustentabilidad, realizan un autodiagnóstico y diseñan su plan de acción sustentable. A la vez, entre todas las instituciones cocrean una Red de Escuelas Sustentables para potenciar las iniciativas. El programa busca motivar el desarrollo de proyectos escolares que valoricen el patrimonio cultural del municipio, que identifiquen las problemáticas ambientales locales y contribuyan desde la colaboración con su solución, impulsando en última instancia a las instituciones escolares como promotoras de una nueva cultura regenerativa.
Dentro de este programa se destaca la construcción de la primera Escuela Pública Sustentable de la Argentina en el año 2018. En tiempo récord se logró construir un precioso edificio que, siguiendo los principios de la biomímesis, imita los sistemas de la naturaleza en relación con su producción de energía limpia, alimentos agroecológicos, reutilización de agua y la utilización de elementos constructivos que normalmente son considerados “basura”. Miles de cubiertas, latas, botellas, cartón y otros elementos reciclados constituyen su base edilicia.
Pero lo más interesante del edificio no es su diseño ni sus materiales constructivos, el éxito de esta escuela fue la participación ciudadana desde el momento previo a su construcción y la introducción de la educación ambiental de forma transversal al proyecto educativo. El programa no solo pretende ser un ejemplo de transformación colectiva y sustentable en Mar Chiquita y el resto de la Argentina, sino que también conforma una red latinoamericana de escuelas públicas sustentables, la cual comenzó en Uruguay en 2017, en la localidad de Jaureguiberry, continuó en 2018 en Argentina y avanzó en el 2020 con la construcción de la primera escuela pública sustentable de Chile, en la localidad de Lo Zárate.
Estamos seguros que esta gran red continuará expandiéndose por todo el continente y será un importante símbolo de la nueva educación para el cuidado de la vida. El objetivo es pensar y cooperar a nivel global, y actuar de forma local. El proyecto es de absoluta inspiración para todos aquellos que busquen nuevas respuestas alternativas, inclusivas y sustentables para la educación del siglo XXI.
La educación ambiental no está llamada a abandonar los saberes ya aprehendidos, sino a resignificarlos en un entramado vivo de relaciones complejas e interrelacionadas que no pueden ser abordadas desde la especificidad de una materia o campo de saber, sino que necesitan ser un todo, superior a la suma de sus partes.
Y sí, el enorme desafío de cambiar al mundo, es que hay que construir otro mundo. Uno que se pueda analizar, diseñar y vivir bajo una nueva perspectiva de desarrollo, basada en la cooperación humana, la ética del cuidado y la regeneración de la vida como principios rectores. La educación ambiental nos marca el norte en la construcción de un nuevo pacto socioambiental para un mundo en transición.
Bio Christian
Docente especializado en desarrollo sustentable de la Universidad de San Martin. Educador ambiental. Fundador de la escuela de sustentabilidad Quinta Esencia. Abogado, licenciado en políticas públicas de la London School of Economics. Presidente de la ONG ambientalista Amartya.
www.amartya.org
www.quintaesencia.org.ar