Estos son los conceptos que más repitió la ingeniera comercial alemana que dirige el Observatorio Fiscal y es parte de la Comisión Asesora de Gasto Público del Ministerio de Hacienda. Frontal y clara, en una apasionante conversación con el capellán del Hogar de Cristo, el jesuita José Francisco Yuraszeck, hizo una disección del modelo económico chileno, del empresariado y del Estado, y expresó su esperanza en una nueva Constitución construida por todos.
“Chile está moralmente destruido. Después del estallido social del 18 de octubre, tenemos una herida enorme como sociedad que no ha sanado, porque no se han hecho las reformas estructurales que las personas están esperando. Y, al mismo tiempo, ahora está la crisis económica a causa de la pandemia, lo que agrava el panorama”, dice, sin ningún pelo en la lengua, Jeannette Von Wolfersdorff, ingeniera comercial que dirige la Fundación Observatorio Fiscal y, desde hace ya un tiempo, se ha convertido en una voz que desde la elite económica clama por más innovación y movilidad social y menos concentración de la riqueza y el poder.
Jeannette fue protagonista de la octava “Hora de Conversar”, organizada por Hogar de Cristo, transmitida online este miércoles y donde su interlocutor fue el capellán general de la fundación, José Francisco Yuraszeck, jesuita e ingeniero civil.
Sin ningún tapujo, Jeannette apeló a sus orígenes –es nacida en Alemania–, y a la historia de su tierra para argumentar: “Después de la Segunda Guerra Mundial, tras las atrocidades que cometió mi pueblo, Alemania estaba moral y económicamente destruida. Fue en ese momento que el país armó la economía social de mercado con el impulso del ministro Ludwig Erhard. Todos se dieron cuenta de que no se trataba de reconstruir rápidamente solo la economía, sino que era necesario incorporar un fuerte componente social. Hicieron un cambio de paradigma. Esa experiencia post Segunda Guerra Mundial, podría inspirarnos para que la sociedad chilena pueda volver a confiar. Alemania hoy también necesita un cambio de paradigma, porque, como dice la OCDE, hay que poner el foco en la excesiva concentración del poder y la riqueza, y en la sostenibilidad de todas las economías actuales. Esa advertencia debemos tomarla en serio. En 1949, Alemania se planteó soñar de nuevo, plantearse metas distintas, hacer una economía más justa que antes, no solo reconstruir; algo parecido nos toca hacer acá en Chile”.
[cita tipo=»destaque»]Jeannette dice que es necesario poner el foco en los ciudadanos y hace notar que, respecto del presupuesto de la nación, no existe ninguna participación de la gente. “En una comisión abierta de gasto público, fue esperanzador escuchar al director de Impuestos Internos plantear la idea de que un pequeño porcentaje de los impuestos podría ser dirigido a áreas que le hagan sentido a la ciudadanía. Y se definan con su participación y luego se le muestre al contribuyente de qué forma se gastan sus impuestos. Eso es crucial en Chile: se requieren más datos y evidencia sobre cómo se usan nuestros impuestos, porque al no tenerlos se resta moral tributaria al sistema. Tenemos que repensar la rendición de cuentas”.[/cita]
Explica, con su fuerte acento alemán, pero en un español perfecto: “La invitación y la gran oportunidad que nos deja el estallido social y la crisis económica a causa de la pandemia es no reenganchar con lo que provocó el malestar, sino elevar la cabeza con una mirada de mediano y largo plazo. No hay que preguntarles a los empresarios cómo imaginan el próximo año, sino cómo quieren que sea el mundo que hereden sus hijos, sus nietos. Ahí todos estarán de acuerdo en que queremos una economía que no destruya el medio ambiente, que no haya zonas de sacrificio, que las empresas mineras paguen por lo que contaminan, que el emprendedor reciba el financiamiento para surgir y lograr la movilidad social, en vez de recibir limosnas ex post cuando ha fracasado a causa de un modelo injusto. Con esa visión de largo plazo, se puede debatir y tomar acuerdos para mañana, con metas claras y medibles”.
Con una franqueza poco habitual en los círculos en que se mueve, Jeannette respondió directamente cada una de las preguntas hechas por los asistentes a la conversación online.
-Por su experiencia, ¿cómo describiría al empresario chileno tipo?
-Destacaría una característica muy común, que es su falta de diversidad de pensamiento, su mucho
pensamiento en grupo. Yo veo esto reflejado en los datos que vi en la Bolsa de Santiago: en Chile a los directorios de las empresas les falta diversidad en todo sentido, no solo de género. Son hombres que tienen en promedio 60 años, que viven en los mismos barrios, que salieron de los mismos siete colegios y de dos universidades. ¿Cómo entonces van a entender el mundo que los rodea? Porque en ese pequeño círculo todos se reconfirman entre sí y piensan que están haciendo bien las cosas. No creen que pueden estar cometiendo abusos o errores, justamente porque se escuchan solo entre ellos. Hay un enorme desafío de romper esa barrera y lograr que se pongan los lentes para ver al otro que anda trayendo ahora el padre Pepe y entiendan la diversidad de la sociedad, en vez de quedarse sentados en la comodidad de una oficina del barrio alto, donde el director le dice al controlador de la compañía solo lo que quiere escuchar. Al empresario chileno tipo le falta amplitud para comprender la complejidad de la sociedad chilena.
Jeannette es igualmente crítica del Estado y de la clase política chilena. Y no les manda a decir con nadie sus duros reparos.
“No podemos pensar en tener una economía moderna frente a la cuarta revolución industrial, más móvil, innovadora y circular, si vemos que el Estado está capturado políticamente por distintos grupos de interés que finalmente hacen que su actividad no esté enfocada en el bienestar del ciudadano, sino en alimentarse a sí mismo. El filósofo alemán Peter Sloterdijk sostiene que hoy muchas democracias son fiscocracias, porque recaudan impuestos no con el fin principal de que esos tributos lleguen y beneficien a las personas de forma medible. O son plutocracias, donde los grupos económicos tienen un control desmesurado sobre la política. Nada de eso le hace bien a la democracia y ahí radica el malestar del ciudadano. Hace dos mil años, Aristóteles dijo que la concentración de la riqueza lleva a tensiones en la democracia. Por eso, para salir de esto y no deprimirnos, es que cada uno debe salir de su trinchera y ser capaces de hacer reformas estructurales serias».
-¿Cómo se hace eso?
-En vez de estar siempre apuntando con el dedo al otro y pedir que el otro se reforme, cambie, hay que mirarse a uno mismo. El Estado debe ceder poder, lo mismo desde el otro lado, el de los empresarios. Todos los que tienen poder deben entender que hay que flexibilizar posiciones y librarse de las capturas, trabajando por los más vulnerables del país, no por sus propios intereses.
El padre José Francisco Yuraszeck interviene y aplaude aquello de no apuntar con el dedo a los demás y vuelve a ponerse los anteojos para ver al otro, que son parte de una campaña de sensibilización en el Mes de la Solidaridad que lidera el santuario del Padre Hurtado y empujan todas las organizaciones jesuitas. “Tenemos que enfocarnos en el otro, lograr que los más vulnerables aparezcan en el horizonte de los que no nos ven. En ese sentido, quiero hacer notar que el Estado ha ido disminuyendo sus aportes a programas sociales como los del Hogar de Cristo, dando menos y poniéndose cada vez más exigente. Ahí me surge un tema que sé que te interesa, Jeannette: la eficiencia del gasto por parte del Estado”.
-Eso es muy importante. En todos los países hay crisis y en las democracias en general las crisis se explican por la falta de participación. Las personas desconfían del Estado porque se sienten excluidas y el gobierno desconfía de las personas, cree que no saben tomar buenas decisiones; así la desconfianza es mutua. Esto lo desarrolla muy bien el filósofo español Daniel Innerarity. Por otro lado, la democracia no se agota en las elecciones. En una sociedad con tantos problemas multidimensionales, necesitamos mucha más inteligencia colectiva, mucha mayor participación. Se debe oír e involucrar a las personas.
Jeannette dice que es necesario poner el foco en los ciudadanos y hace notar que, respecto del presupuesto de la nación, no existe ninguna participación de la gente. “En una comisión abierta de gasto público, fue esperanzador escuchar al director de Impuestos Internos plantear la idea de que un pequeño porcentaje de los impuestos podría ser dirigido a áreas que le hagan sentido a la ciudadanía. Y se definan con su participación y luego se le muestre al contribuyente de qué forma se gastan sus impuestos. Eso es crucial en Chile: se requieren más datos y evidencia sobre cómo se usan nuestros impuestos, porque al no tenerlos se resta moral tributaria al sistema. Tenemos que
repensar la rendición de cuentas”.
Pone como ejemplo los presupuestos de Salud o del Servicio Nacional de Menores. Datos como cuánto se gasta por enfermo recuperado o por niño bajo protección y si ese monto es suficiente o se queda corto, es lo que hace falta. E insiste con dos palabras: “evidencia y datos”. Y cita lo que hizo Nueva Zelanda.
“Ellos armaron un presupuesto de bienestar. No miraron solo el Producto Interno Bruto, sino que agregaron unos 30 indicadores de una profundidad humana maravillosa, como la confianza, el tiempo de convivencia con los amigos, el orgullo indígena, la percepción de corrupción y los definieron en un proceso participativo. A nosotros en Chile nos falta elegir para qué queremos el gasto. Tenemos que tener metas en áreas prioritarias: la salud mental de las personas, el bienestar de los niños, la movilidad social, la desigualdad. No puede ser que cada tantos años miremos la desigualdad vía Casen para ver si el mercado funciona. Necesitamos una mejor manera de evaluar los avances”.
El jesuita José Francisco Yuraszeck concuerda en la importancia de medir, de ponerse metas, de transparentar datos y de evaluar los resultados, tanto a nivel de gobierno como de todas las instituciones. Y así como Jeannette repite conceptos: datos y evidencia, él rescata otros en esta crisis: tejido social y participación.
Esos son los “brotes verdes”, como les planteó alguien en la web, usando una metáfora instalada en la conversación económica, preguntando qué señales esperanzadoras veían ambos para salir de la crisis económica puntual y de la del modelo en términos más amplios.
Así respondieron.
Jeannette: “Veo más interés en abordar estos temas de forma medible, pero va a costar, porque la elite chilena está muy acostumbrada a moverse en grupos cerrados, donde al mercado le ha faltado competencia e innovación y le ha sobrado comodidad. Mi esperanza son los empresarios más jóvenes e innovadores que les dicen a los mayores que así no se puede seguir. Por el bien de todos, busquemos un nuevo modelo, esa es la demanda. Ese es mi optimismo, por eso escribo y trato de hablar e influir sobre la elite, porque no les conviene a ellos seguir con el modelo tal cual. La desconfianza en Chile está instalada y con mucha razón, pero si hay metas anuales claras, objetivos medibles, la confianza va a volver”.
El padre Pepe, por su parte, afirma: “Hemos visto en esta emergencia cómo las organizaciones de base han abordado la crisis alimentaria, organizando ollas comunes, a los almaceneros, acá en mi población le llaman delivery solidario a todo eso… Esa capacidad barrial, que surge del territorio, es bien notable, y, aunque no quiero parecer ingenuo, veo esas iniciativas con mucha esperanza. Ahí se percibe eso que llamamos tejido social. También insisto en la necesidad de mirar al otro, con anteojos despojados de prejuicios y con mucha empatía. Cuando el exministro de Salud, Mañalich, se pegó ese ‘sincericidio’ tan criticado, tuvo el valor de reconocer su desconocimiento de cómo viven los más vulnerables de Chile. Muchas medidas de la autoridad central se toman desde una realidad distinta y muy distante de la de las personas más pobres. Existen cegueras y desconexiones que hacen muy difícil que la autoridad canalice demandas que no conoce, que apenas intuye”, dijo, volviéndose a poner los anteojos verdes, hechos por niños, para llamar a lo mismo que en un lenguaje más bélico recalcó Jeannette:
“Debemos dejar nuestras trincheras y pensar juntos qué requiere Chile y, en ese sentido, tengo esperanza en tener algo que nos una y así veo una nueva Constitución pensada entre todos. Este plesbiscito nos ofrece la oportunidad de construir algo juntos, poniendo contrapesos a los poderes, a la concentración del poder y la riqueza, a la economía. Medir el gasto debería estar como principios en la nueva Constitución, así como aspectos de sostenibilidad. Se requiere información real sobre el destino de nuestros tributos y la construcción y ejecución de presupuesto para hacer las cosas bien y ganar todos. Eso debe estar contenido en la Constitución, y es la única manera de reconstituir la confianza”.