Si las AFP, con todos sus departamentos de estudios y capacidad informática de procesamiento de datos, no pueden hacer el cálculo porque, como señala el Sr. Fuentes, “en el caso del producto previsional, resulta difícil encontrar un indicador”, y porque además se trata de un cálculo individual… ¡Madre mía!, entonces el problema es otro. No me asuste, don Roberto.
Agradezco la respuesta del Sr. Roberto Fuentes, gerente de estudios de la Asociación de AFP, a mi columna sobre el (alto) impacto de las comisiones en el retorno final, porque permite aclarar al afiliado un tema crucial en su fondo de pensiones, que va más allá de documentos de trabajo archivados en la web. Seré lo más breve posible y trataré de ir al punto.
En mi columna señalé que, en 39 años (1981-2020) de cotizaciones ininterrumpidas, la Tasa Interna de Retorno implícita en los flujos de caja del afiliado (esto es: un flujo negativo mensual correspondiente al descuento del 10% del ahorro para su pensión + la comisión mensual que paga; contra un flujo positivo al final del año 39, correspondiente al fondo acumulado), estaría en torno a UF+5,14% y UF+5,86% anual. Esto significa que las AFP absorbieron 1/3 del retorno bruto vía comisiones. El afiliado pagó entre UF+2,61% anual y UF+2,87% anual por la administración de sus fondos. Planteé que el sistema es caro. Y con lagunas previsionales sería mucho más caro.
El Sr. Fuentes, en esencia, argumenta lo siguiente:
Lo positivo es que el Sr. Fuentes reconoce que la TIR es una “herramienta que utilizan los inversionistas para la toma de decisiones”. Porque efectivamente de eso se trata: son inversiones de los afiliados. Sometámosla, entonces, a las mismas mediciones de todo inversionista.
Dejemos que el lector juzgue. Para que esto no se convierta en una discusión bizantina, una forma de zanjar la controversia es mediante un ejemplo teórico sencillo de entender. Supongamos que un afiliado tiene un sueldo imponible de $100, y cada mes se le descuenta el 10% ($10) para el fondo de pensiones y una comisión mensual es 0,9% del sueldo imponible (esto es, $0,9 mensual). Es decir, cada mes, por concepto de su previsión, el afiliado desembolsa $10,9 con el propósito de obtener un monto acumulado al final del periodo como resultado de los aportes que él hizo, más el retorno que espera que la AFP obtenga producto de la administración que el afiliado le paga.
Supongamos que la AFP obtiene un 1% de retorno mensual. Mes a mes, y al cabo de 12 meses, las cifras serían las siguientes:
(Nota antes de ver el cuadro: solo se consideran 12 meses para efectos de mostrar un ejemplo sencillo; obviamente en 40 años los números cambian, pero el razonamiento sigue la misma lógica).
¿Qué nos diría la Asociación de AFP en este ejemplo?
¿Pero cuál es la realidad financiera para el afiliado, no para la AFP?
Mismas cifras, conclusiones diferentes. ¿Ganó o perdió plata el afiliado?
Examen de grado de finanzas: el alumno tiene que responder si en el ejemplo anterior el afiliado ganó o perdió plata… si el alumno contesta que ganó plata, yo lo repruebo sin dudar. ¿Y usted, Sr. Fuentes, lo aprobaría? La AFP ganó plata; el afiliado, no. Son cosas distintas.
Nótese que matemáticamente todos los cálculos estarían correctos. A eso me refería con la “creatividad” que ha existido a la hora de presentar los números. A las AFP no les conviene presentar la TIR.
La TIR del afiliado permite superar todas las “dificultades” que señala el Sr. Fuentes. Me refiero a la TIR implícita en los flujos de caja, no una supuesta TIR neta que se obtiene del retorno bruto menos la comisión como porcentaje del saldo (eso sí que es mezclar peras con manzanas).
Por cierto, la TIR también tiene defectos (“todo es perfectible, incluso la capilla Sixtina”). Uno de ellos –dice el Sr. Fuentes– es que la TIR supone que los ingresos se reinvierten a la TIR, lo cual explicaría “la amplificación de los efectos de las comisiones que esgrime en su artículo el señor Rojas”. Pues bien, en una evaluación de proyectos “normal”, donde existe una inversión inicial (flujo negativo en t=0) y flujos la mayoría positivos durante la vida del proyecto, la TIR efectivamente asume que los flujos se reinvierten a la TIR, hasta llegar al final (y en el caso que la TIR sea muy grande, el supuesto podría resultar un defecto, por eso que la TIR complementa al Valor Actual Neto).
Sin embargo, el caso del afiliado es muy, muy diferente: él tiene solo desembolsos en toda la vida laboral contra un gran saldo acumulado al final. No hay nada que reinvertir por parte de él. Como se trata de una evaluación expost y no exante como lo es una evaluación de proyectos típica, la TIR responde apropiada y correctamente el gran enigma del afiliado: “Todos estos desembolsos (ahorro + comisión) que hice en 40 años, que incluye la gestión de la AFP, me permitieron obtener un monto X al final, ¿cuánto es la rentabilidad implícita para mí?». La TIR considera el descuento mensual para ahorro, la comisión, el horizonte de tiempo, el saldo acumulado al final del periodo, y concilia stock y flujo… ¿Qué mejor?
Sí, la TIR es más clara, menos susceptible de malas interpretaciones, y mucho más completa que considerar la comisión como un punto medio entre el efecto prepago y el efecto autosubsidio.
A propósito, si tanto gusta llevar la comisión a porcentaje del fondo acumulado, propongo que sea la propia Asociación de AFP la que presente la idea de cambiar la comisión actual (como porcentaje del sueldo) a una comisión como porcentaje del fondo administrado… tengo la leve sospecha de que sería todo un desafío para las AFP desprenderse del “efecto prepago”. Es que para nuestra realidad laboral –con lagunas previsionales y precario mercado del trabajo– al afiliado le va a llegar el día del níspero el llamado efecto “autosubsidio”.
Otra ventaja de la TIR es que permite hacer mejores comparaciones. Si las estructuras de costos del sistema de pensiones difieren entre países, o tienen grados de madurez distintos o mercados laborales diferentes, o se quiere comparar con otras inversiones del mercado de capitales, que, a su vez, tienen estructuras de costos, plazos y riesgos distintos, el indicador llamado “comisión como un punto medio” se va a las pailas.
Ahora, si las AFP, con todos sus departamentos de estudios y capacidad informática de procesamiento de datos, no pueden hacer el cálculo porque, como señala el Sr. Fuentes, “en el caso del producto previsional, resulta difícil encontrar un indicador”, y porque además se trata de un cálculo individual… ¡Madre mía!, entonces el problema es otro. No me asuste, don Roberto.
Finalmente, en relación con lo tenaz, estoy completamente de acuerdo con el Sr. Fuentes. Obsesivo, podría ser. Pero exagerado, no.
Espero que estas columnas hayan sido un aporte al debate. El afiliado no cuenta con departamentos de estudios que lo ayuden con información simple, clara y verídica. La Asociación de AFP, las AFP y la Superintendencia de Pensiones deberían considerar que las cuentas claras conservan la amistad, sobre todo en estos tiempos sombríos para el sistema de pensiones. No está de más ponerse en los zapatos del afiliado. Incluso los puede salvar.