¿Cómo saldremos de todo esto? ¿Qué va a pasar con nuestras vidas? Son preguntas que no tienen respuestas certeras, pero que sí rondan nuestras reflexiones diarias, especialmente en las de aquellas personas que viven situaciones de mayor dificultad y precariedad. La historia se está escribiendo saltando de crisis en crisis, desde el calentamiento global, pasando por la crisis sanitaria, la social y la económica. La sensación de incertidumbre va a marcar el comienzo de una nueva década y, quizás, de una nueva era tanto para el mundo como para Chile.
A seis meses de iniciada la pandemia en Chile, pareciera que todo puede cambiar. Dicen que se apretó el acelerador, reduciendo a solo algunos meses aquel tiempo de las transformaciones que para muchos iban a tomar 10 años. Lo que antes parecía imposible, hoy es una necesidad para afrontar la realidad. Y los cambios acelerados traen incertidumbre, una sensación que no para de repetirse dentro de las consultas ciudadanas que desarrollamos desde la plataforma «Tenemos que Hablar de Chile», iniciativa impulsada desde las universidades Católica y de Chile, junto a otras varias organizaciones, que ya cuenta con las opiniones, anhelos e ideas de más de 40.000 personas a lo largo de todo el país.
¿Cómo saldremos de todo esto? ¿Qué va a pasar con nuestras vidas? Son preguntas que no tienen respuestas certeras, pero que sí rondan nuestras reflexiones diarias, especialmente en las de aquellas personas que viven situaciones de mayor dificultad y precariedad. La historia se está escribiendo saltando de crisis en crisis, desde el calentamiento global, pasando por la crisis sanitaria, la social y la económica. La sensación de incertidumbre va a marcar el comienzo de una nueva década y, quizás, de una nueva era tanto para el mundo como para Chile.
[cita tipo=»destaque»]La posibilidad de encontrarse con otras personas, distintas y a veces distantes, pero que en la conversación enriquecen la mirada, en el mutuo entendimiento. No para estar de acuerdo con todo, pero sí para entender cómo mejorar nuestro convivir. Porque de eso también se trata la democracia, de escoger y querer convivir, aunque pensemos distinto.[/cita]
¿Quién reinará en esta nueva era? ¿La colaboración y la libertad? ¿La competencia entre los países? ¿O el control autoritario? Algunos dicen que ya no fue el fin de la historia como lo escribió Francis Fukuyama, que la democracia y las libertades personales están en el tablón de los acusados. Paradójico, porque mientras existen clamores de una ciudadanía más empoderada —que se manifiesta activa y masivamente— finalmente termina en un mayor control de la autoridad central, como lo empiezan a mostrar varios análisis.
El último informe de «Freedom in the World» algo muestra de eso: de las 41 democracias consideradas plenas en el mundo, 25 han experimentado reducción de derechos. El resultado de ciudadanías más empoderadas, en muchos casos, termina siendo un voto por líderes y Estados más autoritarios.
¿Y cómo será el caso para Chile? ¿Dónde estaremos para el 2030? ¿Qué país habremos construido al final de la próxima década?
Con esas dudas por delante, tuve la suerte de escuchar a Humberto Maturana en una conversación, quien ante la pregunta qué es la democracia, respondió: “La democracia no es un sistema político. Es un modo escogido de convivir en la honestidad, el mutuo respeto, la ética y la colaboración. Pero escogido, porque se quiere convivir”. Solo si escogemos y queremos convivir, especialmente con ese otro distinto, que piensa y hace distinto, construiremos un mejor país para el 2030.
No es en nuestros sesgos y posiciones personales que encontraremos las respuestas a los grandes desafíos de la década, sino en la convivencia de miradas y realidades, en su integración, transformación y colaboración, que abordaremos fructíferamente la incertidumbre que nos inunda. Esa es, también, la mirada que se repite entre los participantes de las conversaciones digitales de «Tenemos que Hablar de Chile».
La posibilidad de encontrarse con otras personas, distintas y a veces distantes, pero que en la conversación enriquecen la mirada, en el mutuo entendimiento. No para estar de acuerdo con todo, pero sí para entender cómo mejorar nuestro convivir. Porque de eso también se trata la democracia, de escoger y querer convivir, aunque pensemos distinto.