Cumpliremos más de 300 días en Estado de Excepción Constitucional con toque de queda y vigilancia militar incluida. Sin embargo, no aparece en el espacio público un debate sobre la aceptación de condiciones jurídicas extremas que le dan pleno poder al Estado y limitan seriamente el significado del Plebiscito, donde debemos decidir de aceptar o rechazar una nueva Constitución e indicar quiénes deben redactarla.
Los que deseamos profundos cambios sociales y políticos para Chile frecuentemente sostenemos que el estallido social y el plebiscito constituyente, son la prueba que la mayoría de la población defiende los principios democráticos y los derechos humanos en Chile.
Me permito poner en duda esta afirmación o este sentimiento optimista. El Presidente Piñera prolongó por tercera vez el Estado de Excepción Constitucional por otros 90 días, sin que tuviera inconveniente alguno. El Plebiscito del 25 de octubre se hará bajo estas extremas condiciones jurídicas y políticas que prohíbe toda manifestación pública y suspende todos los derechos elementales de las personas.
Cumpliremos más de 300 días en Estado de Excepción Constitucional, con toque de queda y vigilancia militar incluida. Sin embargo, no aparece en el espacio público un debate sobre la aceptación de condiciones jurídicas extremas que le dan pleno poder al Estado y limitan seriamente el significado del Plebiscito, donde debemos decidir de aceptar o rechazar una nueva Constitución e indicar quieénes deben redactarla.
Al contrario, las voces de los dirigentes políticos de centro, izquierda y de derecha ha sido el total silencio o la justificación solapada de este tercer período de Excepción Constitucional. Tampoco la “sociedad civil” parece interesarse o percatarse del tema. Esto es dramático para cualquier población que cree o supone que vive en situación de democracia. En vez de ganar en libertades practicamos una sociedad de sometidos a un gobierno y a un estado sesgado y represivo.
Si la propia Constitución de Pinochet, que muchos deseamos cambiar, porque restringe los valores democráticos, queda en estado de excepción, y guardamos silencio cómplice, entramos a un nivel de sumisión a la autoridad. En este caso se acepta que la autoridad cuida mejor nuestra salud que nosotros mismos. Esto no se condice con nuestra propia percepción que los chilenos no aceptamos la tutela política, ni la represión, ni las injusticias o la privación de nuestros derechos elementales.
Con el gobierno de Piñera hemos entrado bajo el mando de las autoridades militares, policiales y sanitarias más extremas, que privan a toda la población del país de sus más elementales derechos humanos como es el de circular libremente y a expresar sus demandas sociales y políticas en plenitud.
Se prohíbe, con el argumento de cuidar nuestra salud, a centenares de miles de personas de concurrir a sus residencias secundarias o visitar a sus parientes y amigos. Se nos priva del derecho al trabajo. Pensemos que hay actividades prohibidas como el turismo y los restaurantes y que hay decenas de miles que han perdido el empleo debido a las medidas políticas tomadas por la pandemia.
Tampoco existen en el Estado de Excepción Constitucional la vigencia de las libertades de manifestarse contra la autoridad, excepto para los camioneros que interrumpen la libre circulación y burlan el toque de queda y luego se les satisface sus demandas económicas y políticas. En cambio, para los millones de chilenos no organizados se nos instruye sobre cuantas personas podemos recibir en fiestas patrias en nuestros hogares.
No podemos viajar a otras ciudades. No podemos hacer manifestaciones públicas de ninguna naturaleza. Se limitan los derechos a concurrir a enterrar nuestros muertos o hacer oficios religiosos. Hay que pedir permiso a la comisaria virtual para salir de la casa por tiempo limitado. Se nos priva de nuestros ingresos dada la crisis de las empresas y hay que esperar la generosidad del Estado para reponer esa pérdida. Y ahora el Plebiscito debe hacerse casi de manera clandestina y dependido de la buena disposición de un gobierno que mayoritariamente está por el rechazo a la nueva Constitución.
Si todo este escenario que vivimos, no nos llena de inquietud y aceptamos, sin chistar, seguir en estados de excepción constitucional, todo el tiempo que se le ocurra a este gobierno, que muestra discrecionalidad del uso de la fuerza y que tiene un escuálido apoyo social, quiere decir que en vez de vigilantes estamos dormidos o enfermos del virus mental que nos impide calibrar nuestra propia circunstancia social y política. Estaríamos perdiendo el sentido de la realidad personal y social.
La verdad es que estoy desconcertado por el grado de sumisión a la autoridad a la que hemos llegado los chilenos, sin darnos cuenta de lo profundo de la pérdida de nuestros derechos humanos, y por la impotencia que mostramos ante tamaña pérdida de libertades que amenazan también las futuras aspiraciones.
¿Quiénes defienden en Chile nuestros derechos elementales? Frente al Estado de Excepción que nos quita todas las libertades y derechos nadie aparece liderando la resistencia y el vacío de respuestas es la realidad de hoy en nuestro país. Entre el apego a las libertades y la aceptación y la sumisión autoritaria, está predominando esta última pulsión.
¿O estoy muy equivocado? Chile es o parece ser un “extraño país” como lo sostenía el Ministro Paris citando a Gabriela Mistral. Levantamos una tremenda expectativa con los cambios a la Constitución, pero guardamos silencio ante la violencia opresiva del Estado de Excepción Constitucional decretado por un gobierno sesgado y de baja credibilidad social y política. ¿Estaremos sanos?