Las cifras de desigualdad socioeconómica y criminal exhibidas denotan situaciones estructurales de la sociedad chilena que parecen verse amplificadas por la pandemia. El diseño de políticas de seguridad ciudadana debe ir acompañada de una visión integral de los factores socio-espaciales que posibilitan esos delitos. Sin políticas públicas que consideren esta visión integral, los mapas de concentración de desventajas sociales elaborados hace 200 años en otros países pudieran ser un reflejo de nuestro pasado, presente y, lamentablemente, de nuestro futuro como país
Un estudio reciente de la Universidad de Chile, “Vida en Pandemia”, señala que quienes han sido más fuertemente afectados por el confinamiento, tanto financieramente como en su calidad de salud mental, son los grupos más vulnerables de la población incluyendo jóvenes, mujeres y hogares de menores ingresos. En vista de los efectos de la pandemia, es probable que se favorezcan un ambiente que, bajo ciertas condiciones, desencadene episodios de violencia que deben ser contenidos.
De similar forma que la riqueza y el bienestar, la delincuencia y la violencia no se distribuyen en forma homogénea en el territorio. Existe una concentración territorial con desventajas sociales y económicas en ciertas áreas de las ciudades que propician condiciones para la actividad delictual. Este principio de la Criminología Ambiental fue analizado y mapeado hace ya 200 años en Francia por Adriano Balbi y continúa siendo utilizado por investigadores de todo el mundo. De acuerdo a este principio, aquellas personas que tienen más probabilidades de ser víctimas de delitos son, al mismo tiempo, más propensas a verse afectadas por otros problemas sociales tales como exclusión social, pobreza y bajo acceso a salud, educación y empleos de calidad, así como a externalidades negativas derivadas del tráfico de drogas.
En periodos de crisis como la actual pandemia, este principio de Criminología Ambiental se puede exacerbar. Los primeros estudios sobre el análisis de la variación delictual ante la pandemia han sido publicados en países anglosajones. En el caso de Inglaterra, Samuel Langton, en “Lockdown crime trends: why antisocial behaviour is up”, reporta un descenso de los robos, pero un aumento en las incivilidades, asociadas al tráfico de drogas y quebramiento de las reglas del confinamiento. En Estados Unidos también se exhibe un descenso general de los delitos. Sin embargo, Boman y Gallupe, en su estudio “Has COVID-19 Changed Crime? Crime Rates in the United States during the Pandemic”, advierten que esta disminución se explica por una caída de los delitos no violentos —el grueso del volumen total de delitos—, pero esconde un peligroso aumento de delitos violentos tales como el homicidio.
¿Qué sucede en Chile? El reporte de denuncias y detenciones del trimestre abril-junio de 2020 muestra a nivel nacional una disminución —respecto al mismo trimestre del año 2019— de un 54% de los Delitos de Mayor Connotación Social (DMCS). Existe, además, una disminución de un 62% de las incivilidades. Una primera reacción sería asociar que el efecto del confinamiento y sus
medidas de restricción a las libertades individuales, en el espacio público, posiblemente han generado beneficios en términos de disminución de la delincuencia. Sin embargo, estas cifras policiales agregadas a nivel nacional no reflejan las desigualdades territoriales.
En comunas como Vitacura y Las Condes, con una pobreza multidimensional según la Encuesta CASEN 2017 de sólo un 3%, los niveles de tasas de DMCS cada cien mil habitantes descendieron en un 107% y 225%, respectivamente. También disminuyeron en más de un 300% los delitos de incivilidades y no se reportan homicidios en el periodo abril-junio. Si bien en La Pintana y en Lo Espejo, comunas con una pobreza multidimensional sobre el 30%, los DMCS y las incivilidades también descendieron (aunque de manera menos pronunciada), estas comunas presentan un preocupante aumento de un 50% de los homicidios. De esta manera, los datos en Chile son consistentes con la evidencia de otros países, con altos niveles de desigualdad como Estados Unidos, lo que sugiere un agravamiento de los delitos violentos durante la pandemia en las áreas más vulnerables.
Las cifras de desigualdad socioeconómica y criminal exhibidas denotan situaciones estructurales de la sociedad chilena que parecen verse amplificadas por la pandemia. El diseño de políticas de seguridad ciudadana debe ir acompañada de una visión integral de los factores socio-espaciales que posibilitan esos delitos. Sin políticas públicas que consideren esta visión integral, los mapas de concentración de desventajas sociales elaborados hace 200 años en otros países pudieran ser un reflejo de nuestro pasado, presente y, lamentablemente, de nuestro futuro como país.