Dentro de la disciplina de la Salud Pública, la Epidemiología es una pieza fundamental. Yo mismo soy salubrista pero no soy epidemiólogo, pues he privilegiado mi interés por los temas de la gestión pública en el sector de la salud. Pero los que se dedican a conocer acerca de las enfermedades, después de una larga y especializada formación –y de las epidemias, por cierto–, son los epidemiólogos, cuyas profesiones de origen pueden ser variadas. En Chile parecen ser muchos, pero epidemiólogos sólidamente formados y acreditados en el país, en realidad son pocos. Nociones e intuiciones sobre estas materias, correctas o incorrectas, buenas o malas, sí tenemos. Ahí sí que somos muchos más. Habrán visto ustedes la tele.
En la columna “Hablemos, ahora sí, de la pandemia”, publicada el 24 de julio en El Mostrador, dijimos que Chile, a diferencia de muchos otros países de nuestra región y de otras, medía los casos de muertes por coronavirus bastante bien, corroborándolos hasta donde se hacía posible con un examen de PCR. En Chile se habían hecho, dijimos también, muchos exámenes para identificar contagiados, muchos más que en otros países. Además, se registraban las muertes probables, sin PCR positivo, en el DEIS. Es probable, dijimos también, que la real incidencia acumulada de casos –y también de muertes– no estuviera tan lejos de la que estamos verificando en Chile, a diferencia de otros países que presentan cifras que son inverosímiles y que probablemente tengan enormes brechas entre lo que miden y lo que realmente les está ocurriendo.
Ahora bien, también señalamos en su oportunidad que la comparación entre países habría de realizarse finalmente observando los excesos de muertes, teniendo en cuenta que una parte de ese exceso tendría que atribuirse directamente al –oronavirus -en Chile los PCR positivos más DEIS– y otra parte indirectamente, porque habría muertes por la postergación de asistencia a otras patologías, producto de la pandemia. Y esto ya empezó.
Dentro de la disciplina de la Salud Pública, la Epidemiología es una pieza fundamental. Yo mismo soy salubrista pero no soy epidemiólogo, pues he privilegiado mi interés por los temas de la gestión pública en el sector de la salud. Pero los que se dedican a conocer acerca de las enfermedades, después de una larga y especializada formación –y de las epidemias, por cierto–, son los epidemiólogos, cuyas profesiones de origen pueden ser variadas. En Chile parecen ser muchos, pero epidemiólogos sólidamente formados y acreditados en el país, en realidad son pocos. Nociones e intuiciones sobre estas materias, correctas o incorrectas, buenas o malas, sí tenemos. Ahí sí que somos muchos más. Habrán visto ustedes la tele.
Pero vuelvo atrás. En efecto ya empezó lo que hemos dicho sobre la medición de los excesos de mortalidad, el camino a la comparabilidad entre países. Lo hizo The Economist y sus resultados son sorprendentes e interesantísimos. La pregunta es: ¿cuántas más muertes ocurren durante la pandemia, respecto de años de normalidad, sin pandemia? Los datos 2020 de los países (con pandemia) se comparan con un caso base (sin pandemia) correspondiente a la mortalidad promedio para los mismos períodos entre los años 2015-2019. Resultado de aquello, Perú figura en el primer lugar del exceso de muertes con una tasa de exceso de 211 por 100 mil habitantes, mientras que Dinamarca tiene 0. Es decir, mientras en la hermana república del Perú –vecino nuestro– mueren 211 personas más que en un período normal por cada 100 mil habitantes durante la pandemia, en Dinamarca no se observa ningún muerto adicional por sobre lo habitual.
Chile figura en el lugar número 9 de la lista, con 62 muertes en exceso por 100 mil habitantes, después de Perú, Ecuador, México, Reino Unido, España, Bélgica, Italia y EE.UU., en mejor posición que en el ranking de la mortalidad declarada y cerca de Suecia, Portugal y Rusia. Nuestro otro vecino, Argentina, no viene en los datos todavía. Tampoco los datos de Uruguay y Bolivia están disponibles.
Pero lo más sorprendente surge cuando se compara el exceso de mortalidad con la mortalidad que cada país ha estado declarando, porque, en tal situación, Chile, como es esperable al conocer la tasa de exceso, prácticamente declara las mismas cifras que resultan de medir el exceso de mortalidad, incluso las primeras son un poquito más que las que resultan de medir el exceso, al punto que alguien pudiera pensar que estamos hipersensibles y exagerando en el DEIS. México, por ejemplo, declara 47.000 muertes y tiene 128.700 en exceso. Estados Unidos declara formalmente 174.000 muertes, pero tiene 240.000 muertes en exceso. Perú declara 28.900 muertes y tiene 69.000 en exceso. Ecuador declara 6.500 muertes y tiene 31.500 en exceso. Chile declara 12.000 muertes y tiene 11.000 muertes en exceso.
La diferencia entre Perú y Chile, por tomar el caso extremo, que alcanza a unas 150 muertes por 100 mil habitantes, al igual que la diferencia entre Ecuador y Chile, de unas 120 muertes por 100 mil habitantes, podría explicarse en buena medida por la incapacidad del sistema de salud de esos países para evitar muertes al momento de proveer asistencia. Nadie nos ha dado explicaciones de la situación de Perú ni de la de Ecuador últimamente. No vemos nada en la tele, como vimos inicialmente en el caso de Guayaquil. Es probable que hayan tenido más casos que nosotros, que ya hemos tenido bastantes, pero no es difícil sospechar que la respuesta sanitaria al momento de enfermar se haya visto extremadamente limitada. De otro modo nos resulta difícil de explicar tanta diferencia.
En lo que a Chile respecta, no cabe más que enorgullecerse de estar proporcionando a la comunidad internacional información confiable, en la que hemos invertido tanta energía y hemos puesto tan cuidadoso celo y también por haber sido capaces de responder a la demanda de los casos que requirieron asistencia crítica y evitar más muertes.