Allamand tiene el mismo problema que el Presidente Piñera. Su peor enemigo puede llegar a ser él mismo. Si su tesis –recuperamos la normalidad de antes del 18/0– es parte de una estrategia personal para su posicionamiento, es legítimo, pero de un riesgo tremendo, porque es una provocación política. Y si quería que sus embajadores convencieran a los cancilleres de algo que cualquier persona informada en el mundo sabe que no es verdad, es de una torpeza infinita, y también un desafío a la inteligencia de la gente. A lo mejor, algo le aprendió a Fidel cuando este trataba de convencer al mundo de que en su país había libertad de expresión.
No es fácil describir a Andrés Allamand. Hábil comunicador, carta “presidencial” permanente, rugbista a la hora de enfrentar y taclear a sus rivales políticos, amigo de la elite, sin importar su sector –como Fidel Castro–, negociador por naturaleza. Ha ocupado todos los cargos que uno se puede imaginar desde hace casi cincuenta años. Es lo que podríamos definir como un “político profesional”. Sin embargo, hay un rasgo de Allamand muy difícil de entender: los giros radicales que ha experimentado en su larga carrera política. Son como cortocircuitos, “travesías” los denomina él. Pero el más extraño de todos, es el cambio de liberal extremo –en relación con sus pares de derecha, claro está– a conservador extremo en solo un par de años. Hoy, Allamand nos vuelve a golpear. Llegó a la conclusión de que Chile recuperó la normalidad. ¿En qué país vive el canciller?
Lo cierto es que el ministro Allamand lleva un buen tiempo intentando conducir al sector duro de la derecha. Un giro evidente que comenzó al día siguiente de firmar el acuerdo del 15 de noviembre.
Lejos del político que buscaba acercamientos, optó por desplegar un relato cargado a los descalificativos y juicios ochenteros que usaba la dictadura. Empezó a encontrar comunistas por todos lados y sacó los botines de rugby desde un viejo baúl, para derribar a los propios. Sin ir más lejos, con los ataques de Allamand, Mario Desbordes no necesitaba enemigos. También recurrió a la vieja estrategia del miedo. Ya en enero de este año, junto a un grupo de parlamentarios de RN, había señalado que no existían condiciones para realizar el plebiscito –que él había validado con su firma–, argumentando que la violencia e inseguridad se mantenían en el país. En los meses siguientes, su evidente intención de no querer que se realizara la consulta se fue agudizando. En paralelo, su discurso se tornaba más duro.
De no ser por la jugada de Piñera de llevárselo al gabinete, para tratar de neutralizar su pugna con Desbordes, hoy Allamand sería el vocero del Rechazo. De seguro, el actual ministro habría subido al ring a Lavín y Ossandón, porque, si hay un sueño que ha tenido siempre, es ser candidato presidencial de la derecha.
Hay que reconocer que fue hábil la maniobra de Piñera, porque logró sacarlo de la contingencia. No es lo mismo tener a un “duro” del sector, pero outsider, boicoteando a La Moneda –como José Antonio Kast–, que a un senador de la coalición de Gobierno. Y aunque Allamand bajó sus decibeles, ahora se las arregló para instalar una arriesgada tesis, a través de un libreto enviado a todos los embajadores. Por supuesto, su objetivo era provocar internamente, porque el secretario de Estado sabe que el mundo es globalizado, existe internet y CNN, por lo que un relato que no calza con la realidad no va a cambiar la opinión de nadie.
Veamos los argumentos del breve documento enviado a los embajadores. Luego de hacer un recuento de lo ocurrido el 18/0 y destacar el acuerdo del 15/N “a requerimiento del presidente…” –cosa que no es cierta–, Allamand identifica factores que influyeron en el origen del estallido: “La mala distribución del ingreso, las bajas pensiones y las deficiencias del sistema de salud público”, para concluir que “a un año del estallido, Chile ha recuperado su normalidad, aunque deberá seguir trabajando para controlar, con estricto apego a la ley, a grupos violentistas”.
¿Qué ha cambiado de esas variables que, según él, actuaron como detonante? Nada o muy poco. ¿Se recuperó la normalidad? Definitivamente no, es cosa de ver lo ocurrido en estos días. Pero, además, es un insulto, una provocación, reducir a “violentistas” a los millones que marcharon pacíficamente, que exigieron una nueva Constitución y que esperan que el próximo 25 ganen el Apruebo y la Convención Constitucional.
El ministro de RREE parece estar leyendo muy mal al país. Hemos vivido un año completo de crisis, incertidumbre, miedos y también esperanzas, desde el 18/0 y pasando por la pandemia. Nunca más vamos a volver a la “normalidad” que conocimos, sino que ahora tendremos que adaptarnos a la nueva realidad. Y por supuesto que Chile no es igual que hace un año. Tenemos un Gobierno y una oposición débiles y menos confianza en la mayoría de las instituciones. Los partidos políticos han perdido peso. La ciudadanía adquirió más fuerza, aunque sin orgánica, sin conducción. Solo basta recordar las autoconvocatorias en el Día de la Mujer o las grandes marchas por la Alameda de comienzos de noviembre, en que las personas se invitaban por redes. El retiro del 10% se produjo gracias a una presión social, en que la clase política tuvo que hacerse eco –Allamand se oponía y anunció el apocalipsis si se aprobaba– sin cuestionar la “decisión popular”, rompiendo dogmas inimaginables en algunos sectores, especialmente entre los partidos de derecha.
Lo cierto es que, desde hace unas tres semanas, las manifestaciones han vuelto. A diferencia del año pasado, estas son menos masivas y tienen como desenlace los enfrentamientos con Carabineros. Sin embargo, hay que considerar algunos factores para no interpretar erróneamente el dato.
El hecho de que el Gobierno extendiera por 90 días el estado de excepción, les permite a las intendencias no otorgar permisos y a la policía uniformada actuar cuando hay más de 50 personas reunidas. Además, Carabineros está utilizando ahora a la unidad de Control de Orden Público y en menor grado a Fuerzas Especiales, cuyo principal cambio táctico es que avanzan en formaciones de infantería cubriendo completamente el ancho de una calle o avenida –con una gran cantidad de efectivos–, con lo que no permiten que avancen las marchas ni que se junte gente. También hay que considerar que varias ciudades en que hubo más movilizaciones en 2019, se encuentran en cuarentena, y Concepción, Valparaíso y Viña del Mar recién pasan a Fase 2. Según una encuesta de Criteria, más del 70% de las personas cree que las protestas volverán a ser similares a las del año pasado.
Pero tampoco Andrés Allamand parece considerar, en su tesis, que el retiro del 10% bajó la tensión que estaba comenzando a expresarse en la ciudadanía, especialmente entre los sectores medios, los menos beneficiados por los apoyos estatales. Luego de tres paquetes económicos para financiar el Ingreso Familiar de Emergencia o el Fogape, entre otros beneficios, fue el retiro del 10% –que se estimó en 15.000 millones de dólares– el que inyectó mayor dinamismo a la economía, de la mano del consumo. Sin embargo, en los próximos meses, las personas deberán empezar a pagar los créditos COVID, las deudas y servicios básicos reprogramados y los beneficios decrecerán gradualmente. Un Imacec de agosto muy por debajo de las expectativas –fue de -11.3%– y un índice de desempleo que se mantiene alto –13.1% el último trimestre–, hacen prever que volverá el descontento social, sumado a que los problemas “estructurales” de desigualdad no han cambiado mucho desde hace 12 meses.
Y si miramos lo macroeconómico, tampoco se puede hablar de vuelta a la “normalidad”. Los chilenos van a ser más pobres que antes del 18/0 producto de la pandemia y también del estallido. El PIB se contraerá un 6% este año y el per cápita bajará, llegando a US$23.400 vs. los US$25.067 de 2019. Es decir, lo chilenos nos habremos todos corrido un puesto para atrás.
Tampoco podemos hablar de “normalidad” cuando Carabineros –que quedaron en tela de juicio por algunas actuaciones en la crisis social– tiene a siete generales del Alto Mando investigados por la Contraloría, por procedimientos utilizados en las protestas del año pasado. Un Informe de Amnistía Internacional conocido recién en todo el mundo –me imagino que los embajadores también leen la prensa– y las polémicas por diversos casos, incluido el del Puente Pío Nono, hacen proyectar que viviremos un progresivo aumento de tensión social en los próximos meses, sumado a la segunda ola del SARS-CoV-2.
Allamand tiene el mismo problema que el Presidente Piñera. Su peor enemigo puede llegar a ser él mismo. Si su tesis –recuperamos la normalidad de antes del 18/0– es parte de una estrategia personal para su posicionamiento, es legítimo, pero de un riesgo tremendo, porque es una provocación política. Y si quería que sus embajadores convencieran a los cancilleres de algo que cualquier persona informada en el mundo sabe que no es verdad, es de una torpeza infinita, y también un desafío a la inteligencia de la gente. A lo mejor, algo le aprendió a Fidel cuando este trataba de convencer al mundo de que en su país había libertad de expresión.