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Chile y Bolivia entre las dos normalizaciones Opinión

Chile y Bolivia entre las dos normalizaciones

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Slavoj Zizek
Por : Slavoj Zizek Filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural esloveno. Es director internacional del Instituto Birkbeck de Humanidades de la Universidad de Londres.
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Ahora que se ha roto la ilusión de la normalización de Pinochet, existe por delante el verdadero trabajo duro. A diferencia de Bolivia, no cuentan con un orden ya establecido al que volver, tendrán que construir con cuidado una nueva normalidad. Hay peligros en este camino. La victoria del Apruebo obviamente no es el final ni la conclusión de una lucha, es el inicio de un largo y difícil proceso para construir una nueva normalidad post-Pinochet, un proceso con muchas improvisaciones, pasos atrás y adelante.


Recientemente, dos hechos trajeron algo de esperanza a nuestros tiempos depresivos: las elecciones en Bolivia y el referéndum de Apruebo en Chile. En ambos casos, tenemos una rara superposición de democracia «formal» –elecciones libres– con una voluntad popular sustancial. Menciono los dos eventos, porque creo que aunque lo que sucedió en Bolivia es diferente de lo que está sucediendo en Chile, espero que ambos compartan el mismo objetivo a largo plazo.

El golpe de enero contra el régimen de Morales en Bolivia se legitimó como un retorno a la «normalidad» parlamentaria, frente al peligro «totalitario» de que Morales aboliera la democracia y transformara a Bolivia en una nueva Cuba o Venezuela.

La verdad, es que durante la década del Gobierno de Morales, Bolivia estableció una nueva y exitosa «normalidad» que unió la movilización democrática del pueblo con un claro progreso económico, como señaló su nuevo presidente, Luis Arce, antes ministro de Economía de Morales: «En la década del Gobierno de Morales los bolivianos disfrutaron de los mejores años de sus vidas». Fue el golpe contra Morales lo que destruyó esta normalidad ganada con tanto esfuerzo y trajo un nuevo caos y miseria. La victoria electoral de Arce significa que Bolivia no tiene que comenzar un proceso largo y doloroso para construir un nuevo orden social, es suficiente que regresen a lo que ya estaba hasta enero y continúen desde allí.

[cita tipo=»destaque»]No subestimen cómo el enemigo explotará este proceso necesario: muchos miembros del establishment pretenderán acompañarlos, celebrando un nuevo momento de democracia, pero harán advertencias contra un nuevo “extremismo” y lucharán sutilmente por mantener el mismo orden con ropa nueva, con solo algunos cambios cosméticos. El emperador no admitirá que está desnudo, solo se pondrá un disfraz nuevo…[/cita]

En Chile, la situación es más compleja. Después de los años de dictadura, Pinochet impuso su propia normalización “democrática” con una nueva Constitución, que aseguró los privilegios de los ricos dentro de un orden neoliberal. Las protestas que estallaron en 2019 son una prueba de que la democratización de Pinochet fue una farsa, como toda democracia tolerada o, incluso, promovida por un poder dictatorial.

El movimiento Apruebo se centró sabiamente en el cambio de Constitución: dejó claro a la mayoría de los chilenos que la normalización democrática coordinada por Pinochet, era una continuación de su régimen con otros medios. Las fuerzas de Pinochet quedaron como trasfondo, como un “deep state”, asegurándose de que el juego democrático no se saliera de control. Ahora que se ha roto la ilusión de la normalización de Pinochet, existe por delante el verdadero trabajo duro. A diferencia de Bolivia, no cuentan con un orden ya establecido al que volver, tendrán que construir con cuidado una nueva normalidad, a la que incluso los gloriosos años de Allende no pueden servir realmente de modelo.

Hay peligros en este camino. En las próximas semanas y meses, a menudo, escucharán de sus enemigos la eterna pregunta: «Bien, ahora que ganaron, ¿podrían decirnos exactamente qué es lo que quieren, podrían decidir y definir claramente su proyecto?». Creo que la respuesta viene indicada por el viejo chiste de los Estados Unidos sobre una mujer experimentada que quiere introducir a un idiota en el sexo. Ella lo desnuda, lo masturba un poco y, después de que él tiene la erección, abre las piernas y dirige su pene hacia su vagina. Entonces ella le dice: «Está bien, estamos ahí, ahora solo mueve tu pene un poco hacia afuera y, luego, hacia adentro, afuera y adentro, afuera y adentro». Después de un minuto más o menos, el idiota explota de furia: «¿No puedes finalmente decidir si es adentro o fuera?».

Aquellos que criticarán, actuarán exactamente como este idiota: querrán una decisión clara sobre qué nueva forma de sociedad quieren. Pero la victoria del Apruebo obviamente no es el final, la conclusión de una lucha, es el inicio de un largo y difícil proceso para construir una nueva normalidad post-Pinochet, un proceso con muchas improvisaciones, pasos atrás y adelante.

En cierto modo, esta lucha será más difícil que las protestas y la campaña por el Apruebo. La campaña tenía un enemigo claro y solo había que articular las injusticias y la miseria que provoca el enemigo, con unas metas en cómoda abstracción: dignidad, justicia social y económica, etc. Ahora hay que operacionalizar un programa, traducirlo en una serie de medidas concretas y esto sacará a la luz todas las diferencias internas que son ignoradas en la solidaridad extática del pueblo.

Recuerdo un cambio similar alrededor de 1990, cuando el socialismo real existente en Eslovenia se estaba desmoronando, había la misma solidaridad global, pero en el momento en que la oposición se acercó al poder, aparecieron grietas en este edificio. Primero, hubo una división entre los conservadores nacionalistas y liberales, luego los mismos liberales se dividieron en liberales capitalistas al estilo occidental y la nueva izquierda, luego los comunistas que estaban en el poder intentaron unirse a esta nueva izquierda y presentarse como una nueva socialdemocracia.

No subestimen cómo el enemigo explotará este proceso necesario: muchos miembros del establishment pretenderán acompañarlos, celebrando un nuevo momento de democracia, pero harán advertencias contra un nuevo “extremismo” y lucharán sutilmente por mantener el mismo orden con ropa nueva, con solo algunos cambios cosméticos. El emperador no admitirá que está desnudo, solo se pondrá un disfraz nuevo…

Entonces, volviendo a mi broma obscena, deben tratar a sus oponentes exactamente como deben ser tratados los idiotas sexuales, deben decirles: no, comenzamos un proceso largo y alegre donde no hay una conclusión rápida, entraremos y saldremos lentamente, entrando y saliendo, ¡hasta el momento en que el pueblo chileno esté plenamente satisfecho!

*Traducción: Constanza Michelson

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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