No podemos, sin embargo, perder de vista que el triunfo del Apruebo es el primer paso de un camino que no será especialmente sencillo, sobre todo si no existe una voluntad de entendimiento. La única manera de enfrentar los desafíos que vienen será con unidad y con marcos mínimos de acuerdo sobre lo que esta gran mayoría quiere ver reflejado en la nueva Carta Fundamental. Es momento de asumir que no hay espacio para individualismos ni para búsquedas identitarias, ni menos para caudillismos de los de antes ni de los nuevos.
El 25 de octubre dimos un gran paso como sociedad. El despertar de Chile se coronó con el amanecer de un país que, de manera incuestionable, expresó su voluntad de cambio y respaldó la idea de una nueva Constitución redactada por un órgano también nuevo, paritario y elegido en un 100% por la ciudadanía. Como nunca antes, una idea convocó a tantos tras de sí.
El entusiasmo natural del triunfo ha dado paso en estos primeros días a un debate tan vasto como apasionado sobre el futuro inmediato, que abarca desde el rol de los partidos en la conformación de listas hasta las candidaturas independientes, pasando por los escaños reservados para pueblos originarios. Se trata, sin duda, de una discusión que resulta comprensible y provechosa, porque permite también visualizar los matices existentes tras el arrollador triunfo del Apruebo y la Convención Constitucional.
[cita tipo=»destaque»]Sin esa unidad, el 78% logrado por el Apruebo corre el riesgo de dispersarse en varios carriles que le restarán fuerza y ventaja. Es preferible una gran mayoría sostenida en acuerdos básicos, en vez de tres o más minorías definidas por aquello que las separa, de espaldas a lo que las une. Ese es un escenario que no nos podemos permitir.[/cita]
No podemos, sin embargo, perder de vista que el triunfo del Apruebo es el primer paso de un camino que no será especialmente sencillo, sobre todo si no existe una voluntad de entendimiento. La única manera de enfrentar los desafíos que vienen será con unidad y con marcos mínimos de acuerdo sobre lo que esta gran mayoría quiere ver reflejado en la nueva Carta Fundamental.
Más de algún analista se ha apresurado al señalar que la votación del domingo es un finiquito a las instituciones, especialmente al Congreso. Cómodo sería aceptar esa lectura. Y, por cierto, muy conveniente para el oficialismo. Permitiría que, aunque debilitado, el Gobierno impusiera su agenda durante lo que resta de su administración. Y esa agenda, bien lo sabemos, no cumple ni siquiera los mínimos necesarios para responder a las demandas sociales del país.
Y si bien conceptualmente los derechos sociales serán desarrollados en el seno de la Convención Constitucional, ciertas modificaciones urgentes y acotadas de las políticas públicas tendrán que ser definidas en el actual Parlamento. Por tanto, desde el Congreso no podemos inhibirnos en la discusión de ciertas materias que deben ser tratadas y resueltas desde ya. Ello abarca desde la solución al tema de las pensiones –las de hoy y del futuro cercano– hasta la reforma de la salud, pasando por resolver problemas de equidad de género, violencia y brecha salarial entre hombres y mujeres.
Asimismo, se necesita acordar criterios para votación de proyectos sobre segundo retiro de AFP, la autorización para ordenar retiros por el juez de familia y la situación de las pensiones vitalicias, así como el proyecto de impuesto a los más ricos.
Por cierto, resulta prioritario resolver el pronto despacho de la reforma sobre cupos para pueblos originarios y el proyecto sobre facilidades para candidatos independientes y zanjar los temas pendientes en materia de descentralización y finanzas regionales.
Abordar estos desafíos exige unidad de la oposición, una unidad que hasta ahora –y por diversas razones– nos ha sido esquiva. Es momento de asumir que no hay espacio para individualismos ni para búsquedas identitarias, ni menos para caudillismos de los de antes ni de los nuevos.
La unidad es el único camino. Unidad para ponernos de acuerdo en las materias y formas de votar en el Congreso, unidad para abordar la discusión de contenidos sobre la nueva Constitución, unidad para enfrentar la intensa agenda electoral que el país vivirá en los próximos meses, unidad para ofrecer al país proyectos de gobierno –local, regional y nacional– sustentados en la idea de un nuevo país, comprometidos con la discusión constitucional, pero también activos en solucionar los problemas que durante tanto tiempo fueron omitidos, aunque estaban a plena vista.
Sin esa unidad, el 78% logrado por el Apruebo corre el riesgo de dispersarse en varios carriles que le restarán fuerza y ventaja. Es preferible una gran mayoría sostenida en acuerdos básicos, en vez de tres o más minorías definidas por aquello que las separa, de espaldas a lo que las une. Ese es un escenario que no nos podemos permitir.