Entiendo la necesidad de que los constitucionalistas jueguen un rol principal en el proceso de confección de la Constitución, pero también creo necesario que la nueva Carta Magna sea más rica en contenido de lo que es la versión 1980. Digo esto, porque la actual no tiene relato, no dice qué es lo que las Fuerzas Armadas están llamadas a proteger, no define lo que es Chile ni, menos, el interés nacional. Las FF.AA. requieren de armamento para cumplir sus propósitos principales, pero no las queremos influyendo en la política y en otras actividades que no les son propias y eso es algo que queremos dejarlo muy bien regulado en la Constitución, como también que el uso de la violencia solo le corresponde al Estado, con todas las restricciones y salvaguardas que se deban aplicar.
El día jueves 12 de noviembre se realizó un muy interesante conversatorio sobre el rol de las Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad. Este debate, parte del ciclo de conversaciones La República Democrática, fue organizado entre El Mostrador y la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, y contó entre sus expositores con Marisol Peña, Francisco Zúñiga y Claudio Fuentes, interviniendo adicionalmente el director de este medio, Federico Joannon, el decano Pablo Ruiz-Tagle y Felipe Abbott. Si alguien quería hacer preguntas o colocar comentarios, lo tenía que hacer vía la herramienta de chat de la que disponía el webinar.
Lo primero que destaco es que se haya dedicado uno de los 6 capítulos a este tema, pero lamentablemente sin la participación de expertos en Fuerzas Armadas o de Orden y Seguridad. ¿Se imaginan hablar en Chile de educación sin Mario Aguilar y el Colegio de Profesores o de salud sin Izkia Siches y el Colegio Medico? Bueno, eso pasó aquí, sin expertos invitados, sin las instituciones y su ministerio.
Reconozco que Marisol Peña y Claudio Fuentes conocen las instituciones, pero no son expertos en los temas del propósito, roles, misiones y organización de dichas instituciones o en las amenazas tradicionales y modernas que nos pueden complicar la vida en el futuro, como también en los intereses nacionales que los institutos están llamados a defender. Producto de un comentario que hice, el decano Ruiz-Tagle se comprometió a realizar un capítulo adicional con la concurrencia de expertos, lo cual se agradece y demuestra la seriedad con que se está haciendo este trabajo.
[cita tipo=»destaque»]Invito a todos a participar de las conversaciones previas a la conformación y operación de la parte de la constituyente en que se trate el tema de la defensa nacional, roles y propósitos de los institutos armados y su organización. Esto es algo en que los expertos, las instituciones y el pueblo de Chile necesitamos estar de acuerdo y en donde los constitucionalistas nos ayudarán a darle una forma legal lógica y adecuada, pero teniendo claro que necesitamos una narrativa que deje absolutamente claro para qué tenemos Fuerzas Armadas y por qué esto debe estar en la Constitución. El 25 de octubre Chile pidió contenido más que forma, pidió un relato y narrativa compartida más que un documento legal, y pidió que todos participemos y eso, en mi opinión, incluye a las FF.AA., las que por cierto tienen mucho que aportar y entregar.[/cita]
Entiendo la necesidad de que los constitucionalistas jueguen un rol principal en el proceso de confección de la Constitución, pero también creo necesario que la nueva Carta Magna sea más rica en contenido de lo que es la versión 1980 con sus múltiples revisiones. ¿Por qué digo esto? Porque la actual no tiene relato, no dice qué es lo que las Fuerzas Armadas están llamadas a proteger, no define lo que es Chile ni, menos, el interés nacional.
Entiendo el papel legal que juega la Constitución, pero en su versión 2022 le estamos pidiendo que no solo sea la ley principal y de más alto rango, queremos que diga qué es Chile y quiénes son los chilenos, queremos que identifique de dónde venimos y a dónde queremos llegar, queremos que se haga cargo de todos, los que ya estuvieron, los que están y los que van a estar, independientemente de su origen social, religioso, étnico o ubicación geográfica. Queremos que indique todo lo que es nuestro país, no deje nada fuera, y queremos que lo haga porque las Fuerzas Armadas tienen por misión principal proteger y defender a Chile y los chilenos, su territorio, su mar, su espacio aéreo y el subsuelo marino, su zona económica exclusiva y el interés nacional, donde sea que esté ubicado.
Definido el propósito de las Fuerzas Armadas –incluyendo los roles adicionales que puedan surgir producto de sus capacidades polivalentes o la necesidad de que participen o no en Estados de Excepción Constitucional–, debemos abordar el tema del uso adecuado y correcto de la fuerza de las armas por parte de las instituciones y, eso, parte por entender que el monopolio del uso de la fuerza es del Estado y que este lo delega en los institutos y las policías y, en contadas excepciones, a los servicios de transporte de valores u organizaciones de ese tipo.
La fuerza de las armas no puede permitirse a otro tipo de organizaciones, ya que confiere a quien la posee poderes extraordinarios que por su naturaleza deben estar limitados y muy regulados, y solo dirigidos a lograr el fin para el cual están diseñados. Ejemplos sobran –en Chile y en otras partes del mundo– del mal uso del poder de las armas, sea por las Fuerzas Armadas o por organizaciones criminales, terroristas e insurgentes o, bien, gobiernos que se sostienen en el poder de las armas.
Las Fuerzas Armadas requieren de armamento para cumplir sus propósitos principales, pero no las queremos influyendo en la política y en otras actividades que no les son propias, y eso es algo que queremos dejarlo muy bien regulado en la Constitución, como también queremos dejar regulado que el uso de la violencia solo le corresponde al Estado con todas las restricciones y salvaguardas que se deban aplicar y no como deja entender Jorge Costadoat en su columna del sábado 14 de noviembre en este medio, en donde da la posibilidad de que se legitime el uso de la violencia, basado en ejemplos como nuestra guerra de Independencia y el Templo Votivo de Maipú, levantado como una ofrenda a la Virgen del Carmen.
Yo postulo, a diferencia de Claudio Fuentes, que todo lo importante que tenga relación con el uso de la fuerza por parte de las instituciones armadas, debe quedar definido en la Constitución y eso incluye su organización, dependencia, liderazgo y elección del liderazgo, integrantes y la selección e ingreso de quienes las integran. El tema es demasiado importante como para dejarlo a leyes de menor rango y es algo en que todos los chilenos debemos estar de acuerdo.
Invito a todos a participar de las conversaciones previas a la conformación y operación de la parte de la constituyente en que se trate el tema de la defensa nacional, roles y propósitos de los institutos armados y su organización. Esto es algo en que los expertos, las instituciones y el pueblo de Chile necesitamos estar de acuerdo y en donde los constitucionalistas nos ayudarán a darle una forma legal lógica y adecuada, pero teniendo claro que necesitamos una narrativa que deje absolutamente claro para qué tenemos Fuerzas Armadas y por qué esto debe estar en la Constitución. El 25 de octubre Chile pidió contenido más que forma, pidió un relato y narrativa compartida más que un documento legal, y pidió que todos participemos y eso, en mi opinión, incluye a las FF.AA., las que por cierto tienen mucho que aportar y entregar.
Finalizo esta columna invitándolos, también, a mirar hacia el futuro y no por el espejo retrovisor, como nos obligaba la pregunta realizada por Felipe Abbott –al que le preocupa que no vuelvan a ocurrir un 1924 o un 1973–, ya que, si lo hacemos, nos quedaremos pegados en el pasado y no avanzaremos hacia el Chile que todos merecemos, y nos quedaremos en el Chile que nos desune y del cual queremos evolucionar.