La lucha fratricida en la derecha se ha transformado en un problema de nunca acabar para La Moneda, ya que deja al Gobierno constantemente entre la espada y la pared, y al Mandatario continuamente tironeado por el ala más dura del oficialismo. A eso se debe la arremetida presidencial de esta semana ante el segundo retiro de fondos del 10% de las AFP: responder a la demanda interna de clavar banderas, de disputar el tema públicamente y no quedarse esperando una derrota anunciada.
El fracaso de la acusación constitucional contra el exministro del Interior, Víctor Pérez, fue un verdadero alivio para La Moneda, puso paños fríos al tenso clima que hay entre los partidos de Chile Vamos y descomprimió la presión que hay sobre la permanencia en el Gobierno de ciertos ministros. «Se necesitaba un triunfo visible”, afirmaron en Palacio. Pero es solo eso, un respiro, porque desde el seno de la administración piñerista reconocieron que la olla a presión está ahí, latente, ad portas de explotar ante el próximo error, paso en falso o derrota, como puede convertirse la inminente aprobación del segundo retiro del 10% de las AFP en la Sala del Senado.
Efectivamente en estos días la presión por un nuevo cambio en el equipo político del Presidente, Sebastián Piñera, bajó unos cuantos decibeles, pero tras bambalinas en Palacio subsisten la preocupación y los conflictos, derivados de la serie de facturas políticas por cobrar que tienen los partidos de Chile Vamos, lo que representa un permanente riesgo de desestabilización política para el Gobierno.
Por eso, un eventual nuevo descuelgue desde las bancadas de Chile Vamos, ahora en el Senado, de las directrices que ha marcado La Moneda para evitar que el proyecto del segundo retiro sea aprobado tal cual como salió de la Cámara de Diputados y Diputadas, sacará a flote otra vez las rencillas insalvables que imperan en el oficialismo y provocaría –temen en la sede del Ejecutivo– una nueva crisis política al Gobierno.
Y es que la lucha fratricida en la derecha se ha transformado en un problema de nunca acabar para La Moneda, que deja al Gobierno constantemente entre la espada y la pared, imposibilitado de tomar las riendas, inmovilismo que salpica al propio Presidente Piñera. Precisamente por eso se explica –puntualizaron en el oficialismo– la arremetida del Mandatario esta semana, desde el púlpito de la Sofofa y con el empresariado como telón de fondo, de fustigar al Congreso acusándolo de querer torcer la mano de la Constitución, junto con la amenaza de recurrir al Tribunal Constitucional (TC) si es que el segundo retiro del 10% es despachado por el Poder Legislativo.
[cita tipo=»destaque»]Desde que la Cámara de Diputados y Diputadas aprobó la acusación constitucional contra Víctor Pérez hace un par de semanas, el ministro de la Segpres, Cristián Monckeberg, quedó en la mira de la UDI, partido que lo ha fustigado y criticado públicamente sin miramientos. Pero en estos días logró ganarse una vida extra en el juego de sobrevivencia política en Palacio –según relataron en el propio Gobierno–, ya que, al naufragar el libelo en el Senado, Monckeberg consiguió «por ahora» zafar de la “carnicería” gremialista para desbancarlo del gabinete.[/cita]
Es por eso que ayer, tras la votación en la Comisión de Constitución del Senado, el Gobierno insistió en que presentará reserva de constitucionalidad al segundo retiro y es por lo mismo que, al final del día, La Moneda golpeó la mesa y presentó su propio proyecto de 10%, acotado, limitado y con reintegro obligatorio de los fondos, lo que sí o sí va a dilatar la discusión parlamentaria del tema.
En el oficialismo explicaron que la idea de Piñera fue darle una señal a su propia coalición, a sectores de Chile Vamos que en varias ocasiones le habían exigido a La Moneda dejar de tomar palco en el tema del 10%, asumir una posición clara y acudir, efectivamente, al TC para tratar de evitar que se haga efectivo el segundo retiro. De hecho, esa solicitud la hicieron por última vez los jefes de bancada de la derecha –quienes están marcados todos por el apoyo al Rechazo en el plebiscito– durante la cita que sostuvieron en Valparaíso con el nuevo ministro del Interior, Rodrigo Delgado.
Desde que la Cámara de Diputados y Diputadas aprobó la acusación constitucional contra Víctor Pérez hace un par de semanas, el ministro de la Segpres, Cristián Monckeberg, quedó en la mira de la UDI, partido que lo ha fustigado y criticado públicamente sin miramientos. Pero en estos días logró ganarse una vida extra en el juego de sobrevivencia política en Palacio –según relataron en el propio Gobierno–, ya que, al naufragar el libelo en el Senado, Monckeberg consiguió «por ahora» zafar de la “carnicería” gremialista para desbancarlo del gabinete.
Eso sí, todos en La Moneda saben que cualquier traspié podría reactivar la presión del gremialismo para modificar la composición del comité político, porque –como reza el dicho que circula en el Gobierno– “la UDI no perdona”. Y es que luego de haber dejado “marcado” al ministro de la Segpres, ahora el partido que lidera la senadora Jacqueline Van Rysselberghe arremetió nuevamente contra Evópoli, conflictuando una vez más la interna del oficialismo.
Lo anterior, luego que el diputado Luciano Cruz-Coke dio el voto que hizo fracasar el proyecto que buscaba excluir a los alcaldes de la nueva ley que pone límites a la reelección. Ese tema es una herida que no ha cerrado en el gremialismo y por la cual le pasó en su momento la factura a Gonzalo Blumel cuando era ministro del Interior, a quien culparon de no haber influido todo lo que se esperaba para que el Gobierno vetara la ley de reelección que dejó al conglomerado con un problema feroz para llenar las plantillas de candidatos a las elecciones municipales.
Hay dos factores que han blindado al ministro Monckeberg ante la arremetida UDI. Uno, el hecho de contar con llegada en la oposición, algo que es confirmado desde Unidad Constituyente y el Frente Amplio; el otro, que pertenecer a la derecha más liberal, a la del Apruebo y el sector que lidera el ministro Mario Desbordes, le permite al Presidente Piñera evitar que su gestión quede total y absolutamente marcada por la derecha más dura.
De hecho, la presencia en el gabinete de ambos, Desbordes y Monckeberg, le permite al Primer Mandatario mantener un equilibrio en su Gobierno entre las dos almas de la derecha, algo que ha generado altos grados de incomodidad desde el sector más duro del oficialismo, por considerar que dichas autoridades han caído en la renuncia ideológica en varias oportunidades, desde la entrega de la Constitución de 1980 hasta el retiro de fondos de las AFP.
Es tal la resistencia y ronchas que generan ambos personajes, que en RN incluso han hablado de una suerte de persecución bajo cuerda contra quienes se encuentran alineados en el Gobierno con el sector de Desbordes.