Salvo algunos tontorrones o ladronzuelos, en general no son personas estúpidas, malignas o poco éticas. Esa sería una explicación burda. Lo que ocurre es más profundo. Ante la dilución o virtual inexistencia de propuestas país con visión de largo plazo, la mayoría de los parlamentarios se ha dedicado a cuidar su propio negocio y lo han hecho bastante bien, con acuerdos transversales cuando ha sido necesario, aun a costa de demoler su propia coalición. Así lo han sufrido sucesivos presidentes, Bachelet y Piñera en sus dos ediciones.
La competencia populista está desatada. Parlamentarios de todo el espectro haciendo genuflexiones a Jiles & Co. Mientras más cerca ven el peligro de perder su escaño, mayor es el apoyo a propuestas populistas y a sus autores faranduleros. La búsqueda de la equidad en el gasto público y la prudencia fiscal, ya se esfumaron del todo.
Salvo algunos(as) tontorrones(as) o ladronzuelos(as), en general no son personas estúpidas, malignas o poco éticas. Esa sería una explicación burda. Lo que ocurre es más profundo. Ante la dilución o virtual inexistencia de propuestas país con visión de largo plazo, la mayoría de los(as) parlamentarios(as) se ha dedicado en cambio a cuidar su propio negocio y lo han hecho bastante bien, con acuerdos transversales cuando ha sido necesario, aun a costa de demoler su propia coalición. Así lo han sufrido sucesivos presidentes, Bachelet y Piñera en sus dos ediciones.
En el caso de parlamentarios de izquierda, en el “incidente 10%”, votar para reducirle la carga tributaria a los ahorrantes más ricos ya llegó al límite de la contradicción ideológica más elemental. Todo por unos pocos votos más.
La explicación de fondo está en su búsqueda permanente del «negocio parlamentario y político como profesión estable». Odio recurrir al fenecido Pinochet, pero son exactamente lo que el llamó “los señores políticos”. Si bien recientemente se limitó la reelección de diputados hasta un máximo de 12 años y senadores por 16, nada impide que continúen el juego de sillas musicales cambiándose de circunscripción o de cargo. La cosa es seguir aceitando su maquinaria electoral y manteniendo a sus asesores, su “staff reelectoral”.
[cita tipo=»destaque»]Nada costaría poner a disposición de las bancadas algunos asesores especializados en política pública, remunerados directamente por el Congreso, para ayudarlos en el proceso legislativo. ¿Por qué no se hace? Usted ya lo sabe. Por ello, la otra frase pobre pero honrada que debería figurar en la Constitución sería: “Los parlamentarios tendrán cargos de tiempo completo, de acuerdo a las normas del sector público (para prohibir los pitutos personales) y la suma de las remuneraciones y asignaciones parlamentarias individuales no podrá exceder de 10 veces el PIB per cápita del país (aproximadamente un tercio de lo que reciben ahora), más una asignación de zona de 10% adicional”. En otras palabras, para tener el privilegio de servir a la nación, podrán recibir honrosos 10 millones mensuales a valores actuales. Cuántos pituteros quieran pagar con esa suma, asunto suyo.[/cita]
Esto no solo se ha traducido en propuestas crecientemente populistas, sino también en su alejamiento de la realidad del país. Cuando vives al alero del erario nacional por 20 o 30 años, con robustas remuneraciones, pierdes completamente la perspectiva. Tampoco les importa la ruptura de coaliciones, la pérdida de gobernabilidad y sobre todo la visión de largo plazo, por el bien del país. Que la popularidad del Congreso y los partidos esté en el 3% les duele, pero no logra perjudicarles el negocio. Podría bajar a 0% y las cosas seguirían iguales… porque seguirían siendo electos o transferidos a otra posición en el juego de las sillas musicales. Muy pocos vuelven a la vida civil, a ganarse los porotos como cualquier ciudadano.
Por ello, les suplico a los futuros constituyentes que “dentren a picar” en este asunto. Por ejemplo, un simple artículo de la Constitución podría ser: “Los ciudadanos no podrán ejercer en cargos de elección popular por más de 12 años en total y, para volver a postularse, deberá transcurrir un período de al menos cuatro años”.
Hay quienes dicen que hay que permitirle a la ciudadanía escoger siempre a los mejores, sin límite a las reelecciones. Algo de razón tienen. Es verdad que algunos parlamentarios o alcaldes son excelentes, y adquieren una experiencia que ameritaría su permanencia en el Congreso o en su municipio. Pero ese beneficio palidece respecto a los graves daños republicanos que se están produciendo.
Insisto, no son personas poco éticas, sino que juegan el juego que se ha definido. En el caso de Chile, el deterioro de “la buena política” ha llegado a extremos demasiado graves. Preferible perder algunos buenos diputados o senadores después de 12 años, a tener otro 80% de parlamentarios en estado de “esquizofrenia populista”. Acotemos la reelección. Si quieren volver al ruedo después de 4 años, bienvenidos sean y su experiencia será aun más rica.
En el caso del Congreso, también hay que limitar constitucionalmente la suma de sus remuneraciones y sobre todo de sus asignaciones, un buen botín que constituye el “presupuesto de ejecución” de su negocio reelectoral. Ya pasamos hace poco por la charada de pequeñas reducciones de su remuneración, dejando las jugosas asignaciones de 20 millones mensuales sin tocar. Sin ser la única, una de las razones más profundas por la que estos parlamentarios quieren seguir “agarrados a la teta a como dé lugar”, es la cochina plata, sea para su bolsillo o para el de sus operadores políticos.
Nada costaría poner a disposición de las bancadas algunos asesores especializados en política pública, remunerados directamente por el Congreso, para ayudarlos en el proceso legislativo. ¿Por qué no se hace? Usted ya lo sabe. Por ello, la otra frase pobre pero honrada que debería figurar en la Constitución sería: “Los parlamentarios tendrán cargos de tiempo completo, de acuerdo a las normas del sector público (para prohibir los pitutos personales) y la suma de las remuneraciones y asignaciones parlamentarias individuales no podrá exceder de 10 veces el PIB per cápita del país (aproximadamente un tercio de lo que reciben ahora), más una asignación de zona de 10% adicional”. En otras palabras, para tener el privilegio de servir a la nación, podrán recibir honrosos 10 millones mensuales a valores actuales. Cuántos pituteros quieran pagar con esa suma, asunto suyo.
El Premio Nobel de Economía 1993, D. C. North, advirtió que “no se puede esperar de aquellos que detentan el poder, cambiar las normas para así perder su propio poder”. Por ello, fue un gran paso escoger la Convención Constitucional y no la Mixta. Por lo mismo, hay que apoyar con fuerza las candidaturas independientes a la Convención.