Como partido político somos pensamiento, doctrina y acción; mujeres, hombres, orgánica y voz. Y podemos decir, sin exagerar, que los partidos son parte de la institucionalidad civil que permanece como una especie de reserva patriarcal. El patriarcado también se expresa en el menor apoyo a las candidaturas de mujeres, en la asignación de zonas “menos probables” de éxito electoral, en la liviandad con que se negocian los cupos cuando se trata de mujeres, en que prevalecen las formas de participación que convienen a los hábitos masculinos.
“El feminismo es hoy el movimiento más poblado, con más densidad y con más manifestaciones”, declaró Dora Barrancos, la prestigiosa socióloga argentina que visitó Chile hace un tiempo. Podemos ver lo políticamente correcto que ha llegado a ser apoyar la igualdad de género, respaldar a la selección de fútbol de mujeres, la paridad en las elecciones, el aumento de mujeres en altos cargos en Chile y el mundo. Los antisociales misóginos que cultivan sus desajustes del pensamiento, hoy deben esconder su ideología machista y su resentimiento, salvo algunas impúdicas excepciones.
Es verdad que mucha gente se siente escandalizada al ver sostenes volar por los aires. Pero también es cierto –y quienes actuamos en política lo sabemos– que hay que provocar para obtener atención y posicionar el nuevo discurso masivamente. Por lo demás, en ese gesto hay también un mensaje: “Me visto con las prendas que yo mujer elijo usar” y “mi desnudez te ofende aquí, pero no en la pornografía”.
Nuestro rol como partidos políticos no es escandalizarnos junto con la masa renuente a los cambios, sino apuntar al meollo del reclamo, a entender qué ha estado fallando sin que hayamos puesto ahí la mirada, ante qué cosas hemos sido insensibles.
El feminismo es la revolución del milenio, que hará distintas a las nuevas generaciones, que hará diferentes a las instituciones y que nos refrescará los valores políticos e incluso económicos. Es decir, tendremos que quemar nuestros prejuicios y el miedo a perder hegemonía y privilegios, para jugarnos por la igualdad de derechos y dignidad de todas las personas. Pongamos a mujeres, hombres, jóvenes, niñas y niños, en el centro de nuestro pensamiento y praxis.
El humanismo guarda una deuda con la igualdad entre mujeres y hombres. Es nuestro deber completar lo pendiente. Lo socialmente justo no es lo mismo ayer que hoy. El humanismo no nos sirve si no integramos a mujeres y hombres a los mismos mundos, en igualdad de condiciones.
Como partido político somos pensamiento, doctrina y acción; mujeres, hombres, orgánica y voz. Y podemos decir, sin exagerar, que los partidos son parte de la institucionalidad civil que permanece como una especie de reserva patriarcal. Unos más que otros. Incluso las colectividades más recientes y “modernas” conservan vestigios de ello. Este patriarcado lleno de arrugas y con artrosis ideológica no solo se expresa en las maneras de relacionarse al interior del PDC, de las directivas con las bases, y de las bases entre ellas; no solo se manifiesta en los modos de relacionarse los géneros del binomio hombre-mujer. No es solo la exclusión, más ancha o más angosta según la necesidad del momento. El patriarcado también se expresa en el menor apoyo a las candidaturas de mujeres, en la asignación de zonas “menos probables” de éxito electoral, en la liviandad con que se negocian los cupos cuando se trata de mujeres, en que prevalecen las formas de participación que convienen a los hábitos masculinos.
En nuestras vidas personales, el abuso sexual, el dominio arbitrario y violento de lo masculino por sobre lo femenino, están entrelazados con organizaciones jerárquicas y autoritarias, con mandos abusivos y dados al secretismo, que construyen alianzas encubridoras del desprecio, maltrato y discriminación hacia los niveles inferiores, dando cuerpo a una especie de omertá. Esto se ve en lugares de trabajo, académicos, partidarios, religiosos y otros. Son actitudes que llevan a naturalizar las jerarquías injustas, la guerra, la destrucción del medio ambiente y cualquier tipo de atropello a la dignidad humana.
El movimiento feminista es parte de los movimientos sociales que están por cambiar todo esto. Como hemos visto, han sido las mujeres y el feminismo lo que mueve y dinamiza, lo que moderniza y democratiza. Hoy, nada ni nadie políticamente responsable ignora sus demandas sin arriesgar ser borrado del mapa de los liderazgos. Esto lo han entendido incluso quienes renegaban del ideario feminista y sus propuestas.
Todos los partidos progresistas, especialmente los que se reconocen humanistas, harían bien en declarar e internalizar su afinidad feminista, permitiendo todos los cambios que nos devuelvan el oxígeno para seguir nuestra marcha en pro de más democracia y más desarrollo. Hoy, debemos mirar nuestras doctrinas desde el feminismo, parámetro universal, propuesta de espectro amplio e inclusivo, frenada por siglos, aprovechando que hoy nadie teme escuchar su voz igualitaria y democrática. Más bien, el que no engancha, va quedando atrás.
[cita tipo=»destaque»]En más de un país, las feministas han tomado el asunto en sus manos, abandonaron partidos que no se aggiornaron y formaron sus propios partidos. Los partidos feministas no solo se limitan a luchar por los derechos de las mujeres, puesto que el feminismo es una propuesta universal para el funcionamiento de una sociedad. Los partidos feministas sueco y noruego, privilegian combatir el racismo y proponen enfrentarlo con más feminismo.[/cita]
No debemos ignorar los pasos que va dando la historia. La creación del Sernam y los cambios conseguidos, tener una Presidenta –luego con carrera internacional–; Kamala Harris en la vicepresidencia de EE.UU.; el mayo feminista de 2018; Angela Merkel y Jacinda Ardern entre las líderes democráticas más admiradas, son todos hitos que por contraste dejan a muchos partidos con problemas, apenas observando, pero sin saber qué acciones concretas emprender. No debemos quedarnos inmovilizados en la perplejidad, pero tampoco podemos creer que nos imbuiremos del feminismo en una noche de lectura y ya podremos improvisar alguna declaración “para salir del paso”. Nuestro futuro es asunto serio.
La feminista española Beatriz Gimeno, hace una descripción literaria del rol que muchos partidos políticos les permiten a las mujeres: “… Nos tratan en los partidos como si fuéramos niñas pequeñas y pesadas. Tú protestas y ellos te miran sonrientes, te dan la razón, te citan en reuniones inútiles que ellos saben que son inútiles… te prometen cosas, te hablan bajito y muy lento, como si no entendieras bien. Te hablan como armándose de una paciencia comprensiva… Te ponen la mano encima del hombro y te dicen que hay mucho machismo, que hace falta tiempo. Como ya no se puede no-tener-mujeres, porque está mal visto… lo que hacen es promocionar a unas cuantas mujeres cuya característica es que no son feministas, que incluso pueden ser antifeministas…”.
En más de un país, las feministas han tomado el asunto en sus manos, abandonaron partidos que no se aggiornaron y formaron sus propios partidos. Los partidos feministas no solo se limitan a luchar por los derechos de las mujeres, puesto que el feminismo es una propuesta universal para el funcionamiento de una sociedad. Los partidos feministas sueco y noruego, privilegian combatir el racismo y proponen enfrentarlo con más feminismo.
El partido Gabriela, de Filipinas, fundado en 1984, enfrentó la dictadura de la familia Marcos, luchó contra la tortura de mujeres y hombres detenidos políticos, abogando por los derechos de mujeres, niñas y niños. Redactaron la llamada Carta Magna de la Mujeres.
El partido Paz y Libertad de los Estados Unidos, fundado en 1967 durante la guerra de Vietnam, se declaró feminista en 1974. Son antibelicistas, están contra la basura nuclear y por la protección del medioambiente; luchan contra la violencia doméstica y por la igualdad salarial de género. Piden la liberación de presos políticos, están contra Monsanto y sus acciones contra los campesinos de México, y por un sistema tributario justo, entre otras demandas.
Con optimismo, creo que podemos hacer todo lo dicho sobre lo que nos exigen los nuevos tiempos. Lo de hoy está obsoleto, su tiempo está vencido. Con ello no se atraen nuevos miembros a las congregaciones, nuevos socios a los clubes, nuevas militancias a los movimientos políticos… con ello no se construye partido. Con ello tendemos a desaparecer.
Preparémonos para dar nuestros pasos en la ruta al futuro. La Convención Constitucional será un espacio paritario privilegiado para instalar muchos cambios necesarios. Y las chilenas y chilenos nos necesitan en estos momentos que hay oportunidad de cambio. Si no estamos para ellos ahora, irán a golpear a otras puertas y acudirán a otros líderes.