Se declaran libertarios, amantes de la libre competencia y exploradores de oportunidades, pero en la primera ocasión se aprovechan de información privilegiada, se coluden para sacar el máximo de los ciudadanos y, si es necesario, recurren al cohecho. Aún así, insisten en este relato caracterizando sus supuestas “bondades” en un personaje que encarne las ideas, algo así como un modelo a seguir. Paradójicamente pretenden que el personaje representativo de sus actos sea el “emprendedor”. Pero en la práctica él es tan solo parte del relato, porque en la realidad no hacen nada por apoyarlo: difícilmente accede al financiamiento, la burocracia administrativa del Estado se les hace insoportable, sus grandes clientes se caracterizan por ser malos pagadores y pobre de él si alguna vez tuvo algo impago en el sistema financiero. En su nombre impiden alzas en las remuneraciones y alegan por bajar los impuestos, bajo el supuesto que un aumento mínimo afectará la reactivación de la economía.
Detrás de la pobreza siempre hay una causa, y si bien en algunos casos incluso han sido las fuerzas de la naturaleza, en su mayoría es la ambición desmedida de grupos de personas lo que ha resultado en una desgracia insoportable que, a través de salarios indignos y cobros abusivos, impide a los ciudadanos cubrir sus necesidades más básicas. Los acorralan con un mecanismo sin opción de salida.
El origen de este mal está en la codicia, con ausencia total de empatía y compasión por sus semejantes. Es un propósito retorcido en que, sin reconocer límites, estarán dispuestos a ejecutar “lo que sea necesario” para lograrlo: son avasalladores y no trepidan en socavar las estructuras de la sociedad hasta conseguirlo.
Persiguiendo su propósito, necesitan de un medio para hacerse de la riqueza, y su mejor oportunidad aparece en los mercados desregulados o donde puedan intervenir la regulación con prácticas anómalas. Son oportunistas de asimetrías y creadores de irregularidades.
[cita tipo=»destaque»]Solo pueden confiar en una red de incondicionales, todos emparentados, pasando de “servidores públicos” en cargos del Estado a gestores en el ámbito privado y circulando de un lado a otro, según la necesidad de su patrón.[/cita]
Como saben que sus actos traen consecuencias adversas, requieren de una trama para actuar. Así crean un enredo de relaciones, donde colocan sus representantes o testaferros que ejecutan las operaciones con total obediencia, ya sea en el ámbito público o privado. Buscarán la opacidad y la desinformación para encubrir sus transacciones.
Solo pueden confiar en una red de incondicionales, todos emparentados, pasando de “servidores públicos” en cargos del Estado a gestores en el ámbito privado y circulando de un lado a otro, según la necesidad de su patrón.
Así las cosas, cual palabreros prodigiosos, también se aplican en crear un contexto favorable que justifique sus conductas, apegándose a un relato que, idealmente, alcance un perfil de “ideario”, pretendiendo irradiar solidez y características de una verdad irrefutable. Es aquí donde entra la manipulación para eliminar la capacidad de juzgar informaciones según convenga.
Se declaran libertarios, amantes de la libre competencia y exploradores de oportunidades, pero en la primera ocasión se aprovechan de información privilegiada, se coluden para sacar el máximo de los ciudadanos, destruyen a sus competidores y, si es necesario, recurren al cohecho para desequilibrar el mercado a su conveniencia, o sea, una completa farsa.
Aun así, insisten en este relato caracterizando sus supuestas “bondades” en un personaje que encarne las ideas, algo así como un modelo a seguir y a su vez defensor acérrimo. Paradójicamente pretenden que el personaje representativo de sus actos sea el “emprendedor”.
Pero en la práctica él es tan solo parte del relato, porque en la realidad no hacen nada por apoyarlo: difícilmente accede al financiamiento, la burocracia administrativa del Estado se les hace insoportable, sus grandes clientes se caracterizan por ser malos pagadores y pobre de él si alguna vez tuvo algo impago en el sistema financiero. Pero le es útil al relato, porque también en su nombre impiden alzas en las remuneraciones y alegan por bajar los impuestos, bajo el supuesto que un aumento mínimo afectará la reactivación de la economía.
Finalmente, para ejecutar este contubernio y maximizar sus beneficios, ponen en marcha el mecanismo compuesto por este conjunto de elementos que, ajustados entre sí, hacen posible que la trama creada adquiera una dinámica para alcanzar su propósito: el enriquecimiento del grupo.
Esta maquinación resulta en una capacidad destructiva con enorme daño a la población y sus efectos son devastadores, sumiendo en la pobreza a una gran parte de sus habitantes por décadas e incluso siglos.