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Escritora Elizabeth Subercaseaux: «Los estallidos son empujones que le da el pueblo a la historia» CULTURA

Escritora Elizabeth Subercaseaux: «Los estallidos son empujones que le da el pueblo a la historia»

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Tatiana Oliveros
Por : Tatiana Oliveros Artista, colaboradora de El Mostrador Cultura
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A través de su última novela, «Vendo todo lo que tengo», la autora, en clave de humor, hace un descarnado análisis de las burbujas en que vive la llamada «clase alta» chilena y que quedaron expuestas a la crítica pública tras el estallido social de octubre, a través de las experiencias de los protagonistas de sus otras tres novelas de la serie «Barrio Alto»: Pito (José Miguel) Balmaceda y Alberto Larraín Errázuriz. Para la escritora –quien conoce muy bien ese sector porque pertenece a él–, en Chile los estallidos sociales han revelado una estremecedora constante. «En la historia del siglo XX hubo varios estallidos y muy similares al del año pasado», refiere. «Está, por ejemplo, el estallido de comienzos del siglo pasado llamado ‘La huelga de la carne’, que fue bastante fuerte y que produjo varios cambios. Así como este, nos hemos ido de estallido en estallido, pero detrás de toda esta chorrera de estallidos, lo que se ha mantenido como una constante en Chile, y que es lo que a mí me produce una terrible frustración, es la segregación y el clasismo», señala.


Con una lucidez, que ya se quisiera gran parte de la clase política y un estilo de humor inteligente, que no estereotipa ni esconde la basura debajo de la alfombra, la periodista y escritora Elizabeth Subercaseaux se lanza con Vendo todo lo que tengo, su cuarto título de la saga «Barrio Alto», en que el que sus conocidos protagonistas Pito (José Miguel) Balmaceda y Alberto Larraín Errázuriz, se encuentran cara a cara con un país que jamás habían querido ver, dada la burbuja del clasismo en que se desenvuelven y que el estallido social de 2019 les mostró con toda la fuerza de lo real y la crudeza de la desigualdad.

Siendo ella misma de esa clase política, que define como aquella que «veranea en Cachagua y Zapallar y vive en los barrios más caros de Santiago», Subercaseaux realiza una radiografía de lo que ocurrió con aquel sector –que además se expresó de manera categórica por el Rechazo en el pasado plebiscito– a través de las vivencias de sus personajes.

«Lo primero que hay que aclarar es que no es que sea un libro de humor, está escrito en clave de humor, pero yo diría que es un libro bastante triste en el fondo y que aborda temas muy traumáticos en nuestro presente chileno, como son el estallido social y la pandemia», introduce la autora.

La escritora de La patria estremecida, en la que aborda la historia de Chile del siglo XX, confiesa que no quiso abstraerse de lo que estaba pasando en el país, entonces «yo misma como creadora de estos personajes –Pito Balmaceda y Alberto Larraín– tenía curiosidad por saber qué iba a pasar con ellos en medio del estallido social, esa fue mi idea original. Este libro lo empecé a escribir, prácticamente, durante las primeras manifestaciones del estallido social. Todavía no sabíamos nada de la pandemia. Durante el transcurso de la escritura, naturalmente, tuvo que entrar el tema de la crisis sanitaria, porque el libro termina en junio de este año y se comenzó a escribir en noviembre del año pasado. A mí se me hacen muy vivos mis personajes sobre todo estos de la serie Barrio Alto, porque, de cierta manera, están inspirados en un ambiente y unas personas que yo conozco muy bien.

-¿Cuáles son los problemas que enfrentó –según usted– esta clase social con el estallido del 18 de octubre?
-Uno de los problemas más serios de la sociedad chilena es el clasismo, y una de las manifestaciones físicas del clasismo tiene que ver con la burbuja donde vive la clase más rica, que llaman la «clase alta», económicamente hablando. Los barrios caros de Santiago, Providencia, Las Condes, Vitacura, la Dehesa, son barrios burbujas, entonces, según esto el personaje que se llama Sofía, a quien le toca manejar Uber, porque se separó y no quería saber del marido ni de su dinero, empieza a trabajar en esto y comienza a darse cuenta de que hay otro país, no se trata de otro barrio, es otro país, es otra cultura, son otros los problemas, son otras las carencias, eso es lo que tiene de dramático este libro, porque da cuenta, fundamentalmente, de qué es esa burbuja. Al mismo Pito Balmaceda le pasa, él no maneja ningún Uber, pero cuando va al centro de Santiago –que es casi primera vez en su vida–, porque además tiene las oficinas en el mismo barrio, se queda realmente sorprendido de lo que ve, de lo que dicen los rayados en la calle, nunca se podría haber imaginado que alguien rayara una muralla, porque en el barrio donde él vive no se rayan y, por otro lado, que el contenido del rayado sean esas palabras tan poderosas, que revelan un país del que él no tenía ni la menor idea. Entonces, en el fondo este libro se trata de esta burbuja y de la reacción que produjo dentro de esa burbuja un asunto tan fuerte, tan estremecedor, como fue el estallido social, con más de un millón de personas en la Alameda para decir “Basta».

-Junto a la sorpresa hay algo de trágico también en ello.
-Claro. El estallido expuso: «Nosotros merecemos una vida digna y este modelo económico y esta manera de organizar la sociedad deben ser cambiados”. De eso se trata mi libro y por eso que es tan trágico. Que la elite política, social y económica chilena viva en una burbuja, es uno de los problemas más graves, esa vivencia tan aislada, esa realidad tan irreal, el clasismo y también esa cuestión geográfica tan fuerte, porque en Chile hay un tema geográfico muy importante, es un regionalismo que se da a todo nivel, se da en Santiago con respecto a las regiones, se da en la clase alta con respecto a la clase media y las estratos más pobres dentro de la ciudades… se dan en todas partes, hay toda una clase que dirige al país y que tiene un país dentro del país. 

-Ese país del que habla se vio reflejado de manera vehemente durante el plebiscito. ¿Supuso alguna sorpresa para usted la votación en el «barrio alto?
-Yo había llegado en mi creencia de que en los barrios más ricos y la gente más rica, toda o una gran mayoría apoyaba este modelo económico, porque se enriquecieron con un modelo que les parecía conveniente. Dentro del aislamiento, no tenían esa conciencia de que lo que es conveniente para mí no es necesariamente para el resto del país. Pero, la verdad, lo que me sorprendió es que en esas mismas comunas donde el Rechazo fue tan fuerte, el Apruebo tuvo entre un 30% y un 40% y Convención Constitucional tuvo 60%. Yo no pensé que iba haber en ese sector esa votación. Entonces, en esas comunas también hubo un castigo a la clase política. Yo creo, y esto yo lo he visto, no sé si sea puro wishful thinking (ilusión) de parte mía, pero ahí después del estallido social hubo una toma de conciencia, la gente que apoyó el modelo, que apoyó incluso a la dictadura militar, hay ahí un porcentaje que tomó conciencia con el estallido social.

-El choque con la realidad.
-Lo que sucede es que el estallido social fue muy fuerte, es muy difícil abstraerse de un estallido de esas características, es casi imposible no pensar “bueno, qué tengo que ver yo con esto” y no concluir “yo sí tengo algo que ver con esto, yo sí he estado apoyando todo este tiempo todos estos niveles escandalosas de inequidad e injusticia”. En ese sentido hubo una toma de conciencia y que de cierta manera se reflejó en ese plebiscito, no se ha hablado mucho de esto, pero los números son los números, se ha hablado de que ahí se concentró en todo el país el voto de Rechazo, pero detrás de eso se presentó este otro fenómeno que también es interesante.

La patria remecida

«En la historia del siglo XX hubo varios estallidos y muy similares al del año pasado», refiere la escritora. «Está, por ejemplo, el estallido de comienzos del siglo pasado llamado ‘La huelga de la carne’, que fue bastante fuerte y que produjo varios cambios. Ahora la gracia es que los estallidos –y creo que con este va a pasar lo mismo– son, de alguna forma, empujones que le da el pueblo a la historia. El país sigue, la historia sigue, pero algo tiene que cambiar después de un estallido y en Chile algo cambió con el primer estallido que hubo en el siglo, algo cambió en el año 24 donde se produjo una revuelta donde cayó Alessandri, algo cambió después del tremendo remezón que se produjo con la Matanza del Seguro Obrero en el año 38».

-¿Los estallidos sociales son una constante en Chile para alcanzar cambios?
-No. Es cierto que nos hemos ido de estallido en estallido, pero detrás de toda esta chorrera de estallidos, lo que se ha mantenido como la verdadera constante en Chile –y que es lo que a mí me produce una terrible frustración– es la segregación y el clasismo. Esto se ha mantenido siempre, tengo la esperanza que ahora con las migraciones y si toca un Gobierno que realice un buen trabajo en el tema del conflicto mapuche, tengo la esperanza de que comiencen procesos un poco más integradores en Chile, pero estamos tarde, vamos muy atrasados. 

-¿Son la elite económica y el resguardo de los privilegios los responsables de esta constante?
-No creo que solo sea un tema de materialismo exacerbado, que sea solamente que alguien que tiene una estupenda casa, otra en la playa y un par de autos se niegue a que le quiten sus privilegios. Quiero creer que no es solo eso. Yo sé y quiero creer que en la clase alta hay gente mucho más inteligente que eso e incluso en la clase política, hay gente interesada en conocer las razones más profundas de por qué este racismo ha subsistido en el tiempo, por qué sigue este clasismo, esta segregación, y creo que ya están apareciendo algunas respuestas con respecto a esto. Por ejemplo, hay un consenso de que uno de los problemas más graves es la educación. Por ahí hay que empezar. Además deben ser colegios integrados, no tiene ningún sentido que en el colegio Verbo Divino no haya ningún niño que sea de escasos recursos. Cómo no hay políticas integradoras, en el sentido que se subsidie a la infancia, para tener colegios más integrados, que ya no exista esto de los colegios de Vitacura versus los colegios de Providencia, Santiago Centro o colegios ubicados en poblaciones.

-¿Cómo analiza el papel, el liderazgo de la elite política?
-Todo lo que está pasando es una cuestión muy compleja y considero que la solución parte por una buena calidad de liderazgo. Yo veo que en Chile lo que está pasando y el castigo que se le está dando constantemente a la clase política es por algo, porque los líderes políticos que tenemos hoy son muy distintos a los que hubo a comienzos del siglo XX, o sea, a qué líder político actual se podría comparar con Pedro Aguirre Cerda, probablemente a ninguno, porque en ese tiempo existía lo que se llamaba la vocación por el servicio público, me parece que había más amor por el país, más interés por llevar al país a un mejor lugar. El propio Gobierno de Pedro Aguirre Cerda –que es un gobierno que a mí me gusta mucho en la historia de Chile–, él decía “gobernar es educar”, y lo poco que vivió, porque lamentablemente se murió antes de terminar su período, eso fue lo que hizo: gobernó para educar.

-¿Y qué se ve hoy?
-Ahora lo que vemos son mezquindades políticas muy lamentables, todos tratando de mantener su espacio, su privilegio, su poder político, el partido es mucho más importante que el país, ¡sus pinches cuotas de poder! Y además se dan el lujo de pelear todos con todos. Es lamentable lo que está pasando con la clase política, y ahora, si bien es lamentable lo que está pasando con la clase política, también es cierto que alguien vota por ellos y, esos votantes, supongo yo que estarán contentos con esa forma de hacer política. Hay como un bajón, también, en la calidad ciudadana.

-En las dos últimas elecciones (plebiscito y primarias), hubo una diferencia abismante en la participación. ¿Cómo se explica?
-Me sorprendió la cantidad de gente que votó en la última elección, muy poca, es un castigo sin duda, pero lo que es frustrante y terrible es lo que pasa por otro lado, porque, claro, está este castigo en las primarias, nadie va a votar, pero sin embargo los políticos se están negando a facilitar la participación de independientes en la Convención Constitucional .Están forzando a la gente a que se amparen bajo su alero, que es un alero que está bastante podrido, por decir lo menos, y que no está siendo aceptado por la gente. No los dejan, porque tiene terror, lo ven como una derrota. Yo creo, de verdad, que si no dejan que los independientes, gente que no milita en esas tiendas, pueda participar en la Convención Constitucional, libremente, esta Convención no va a llegar a ninguna parte.

-¿A ninguna?
-¿Y a dónde va a llegar? Si es tan fuerte el castigo a la clase política. Y sobre esto, me atrevo a decir, además, que es tan merecido, porque ¡por Dios que lo han hecho mal!

 

 

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