Se argumenta que el “modelo neoliberal” tuvo que ser aceptado por los Gobiernos de centroizquierda como una transacción para poner fin al régimen de Pinochet, pero quedó con las ataduras que dejó la Constitución de 1980. Durante los gobiernos de la Concertación se produjeron profundas transformaciones, a pesar de los escollos de la Constitución y el poder de la derecha política y el gran empresariado. Sin embargo, los cambios profundos y rápidos que trajeron el progreso, también generaron desequilibrios económicos y sociales que, en la medida que no fueron corregidos en forma oportuna, provocaron nuevos problemas que, en definitiva, ocasionaron un progresivo estancamiento del crecimiento productivo.
Es habitual señalar que en Chile existe un “modelo neoliberal”, que caracteriza a la sociedad actual, el que habría sido instaurado durante la dictadura y que, en sus rasgos esenciales, no ha cambiado a pesar de los 32 años desde que se recuperó la democracia y la profunda transformación ocurrida, así como el progreso obtenido. Aún más, el término “neoliberal” es utilizado en forma peyorativa, como poseedor de los males actuales y culpable de la desigualdad existente. Se argumenta que ese “modelo” tuvo que ser aceptado por los Gobiernos de centroizquierda como una transacción para poner fin al régimen de Pinochet, pero quedó con las ataduras que dejó la Constitución de 1980, minimizando las reformas posteriores.
El origen del término es de carácter ideológico, ya que sería una de las tantas derivaciones del liberalismo clásico, elaborado en la primera mitad del siglo XX y difundido a partir de la segunda parte del período y popularizado por varios intelectuales, especialmente Milton Friedman, su principal difusor. Su base principal puede resumirse en lo siguiente:
–El ser humano busca su bienestar personal, es esencialmente racional e individualista y responde a estímulos materiales, especialmente económicos.
–El bienestar social es la suma de los bienestares individuales, siempre que no se perjudiquen los derechos de los demás. La competencia permite aumentar el bienestar personal y, por ende, el social; por lo tanto, es un elemento esencial para el progreso.
–Los mercados operan con eficiencia y rapidez, si no se les colocan trabas y logran una asignación óptima de los recursos actuales y futuros; hay que dejarlos actuar con libertad. Incluso los monopolios naturales no deben ser intervenidos, pues las ganancias excesivas atraen a otros empresarios a actuar. Si existen externalidades, se resuelven por negociaciones individuales, sin que intervenga la autoridad.
–Los mercados de factores productivos deben actuar con el mínimo de trabas estatales. La movilidad de los trabajadores entre las empresa hace innecesaria la existencia de sindicatos por su poder monopólico. Tampoco deben existir interferencias en los mercados financieros. Debe haber apertura al exterior tanto en el comercio de bienes y servicios como en los capitales. La libertad de precios es el mecanismo central para asignar los recursos.
–Los empresarios son actores claves de la sociedad, pues determinan las iniciativas y el emprendimiento, incentivados por las utilidades. Además, generan el ahorro que posibilita el crecimiento económico y el progreso. Por lo tanto, deben trabajar con plena libertad, garantizando los derechos de propiedad. Las prestaciones sociales como la educación, la salud, la vivienda y las pensiones pueden ser entregadas por privados actuando como empresas, aunque las financie el Estado.
–Las funciones del Estado en una sociedad con mercados eficientes y sin externalidades se reducen a aspectos específicos: las tareas tradicionales del liberalismo, como son la defensa nacional, las relaciones exteriores y la administración de justicia. Además, por su naturaleza, se considera que el Estado es ineficiente, pues a diferencia del empresario privado no maximiza utilidades.
Estos son las elementos centrales de la ideología neoliberal, e inspirados en ellos durante la dictadura se intentó traducir esos valores en la estrategia económica y social, aparte de la necesaria institucionalidad requerida para su implementación, que fue progresiva en el tiempo, imperfecta y con dificultades. En su esencia los cambios fueron decisivos pero con tropiezos, como un lento crecimiento, desigualdad y la pobreza de amplios segmentos.
[cita tipo=»destaque»]El cambio más significativo de la sociedad chilena fue el estímulo a otros valores, entre ellos, los afanes por una mayor igualdad y solidaridad. Entre los logros más importantes ocurridos resalta el progreso del país en el bienestar de los ciudadanos, que lo transformaron en el líder de América Latina, no solo en ingreso por persona sino también en las mejorías en educación, salud, vivienda, y erradicar la extrema pobreza.[/cita]
Durante los gobiernos de la Concertación se produjeron profundas transformaciones, a pesar de los escollos de la Constitución y el poder de la derecha política y el gran empresariado. Por otra parte, la presencia del Estado en la vida económica y social se recuperó de manera significativa, especialmente su tarea regulatoria, así como la estabilidad social y el saneamiento de la macroeconomía.
El cambio más significativo de la sociedad chilena fue el estímulo a otros valores, entre ellos, los afanes por una mayor igualdad y solidaridad. Entre los logros más importantes ocurridos resalta el progreso del país en el bienestar de los ciudadanos, que lo transformaron en el líder de América Latina, no solo en ingreso por persona sino también en las mejorías en educación, salud, vivienda, y erradicar la extrema pobreza. Se agrega la preocupación por las pymes.
Sin embargo, los cambios profundos y rápidos que trajeron el progreso, también generaron desequilibrios económicos y sociales que, en la medida que no fueron corregidos en forma oportuna, provocaron nuevos problemas que, en definitiva, ocasionaron un progresivo estancamiento del crecimiento productivo
Algunos de los valores resaltantes del neoliberalismo permanecen enquistados con fuerza en la ciudadanía, como son el individualismo (acompañado del clasismo, el abuso y la discriminación), el mercantilismo y el aislamiento social. El bajo crecimiento económico y la insatisfacción social, agudizados por la pandemia, han impedido que el país continuara en su senda de progreso en el último decenio y así mejorar otros valores postergados, como la solidaridad, el bien común y una mayor igualdad. En todo caso, tipificar la sociedad chilena actual como el resultado de la aplicación del “modelo neoliberal”, es una pobre simplificación, que confunde a la necesidad de implementar los necesarios cambios que requiere el país.