El domingo pasado, el Boletín de Científicos Atómicos –creado en 1947– resolvió mantener el denominado Reloj del Apocalipsis en 100 segundos antes de medianoche, una simbólica forma de advertir el fin de la humanidad, y pidió recoger la lección de la pandemia para reabordar las amenazas que pueden terminar con la civilización. El intelectual estadounidense llamó a atender la conclusión anual de los expertos: «Cada año que Trump estuvo en el cargo, el minutero se movió hacia la medianoche. Hace dos años llegó a su punto más cercano: dos minutos para la medianoche. El año pasado, los analistas abandonaron los minutos y pasaron a los segundos: 100 segundos para la medianoche. Ahora anunciaron que, a pesar de que se ha removido la malignidad, al menos temporalmente, dejarían el cálculo en torno a los 100 segundos para la medianoche. Las principales preocupaciones son, tal y como en el pasado, la grave y creciente amenaza de una guerra nuclear y la incapacidad de afrontar adecuadamente la catástrofe medioambiental que están creando los seres humanos».
El intelectual estadounidense, alarmado pide atender la conclusión del panel de científicos, que integran 13 premios Nobel, que el domingo pasado resolvió mantener el denominado Reloj del Apocalipsis en 100 segundos antes de medianoche, una simbólica forma de advertir la inminencia de un cataclismo global, señalado por el término del día.
El Boletín de Científicos Atómicos, creado en 1947, pidió recoger la lección de la pandemia para abordar las amenazas que pueden terminar con la civilización, como las armas nucleares y la emergencia climática.
Recluido en su hogar en Arizona, por ya cerca de un año debido a la pandemia, estima aún “difícil de predecir si hemos aprendido la lección” respecto a la necesidad fortalecer el rol del Estado, por sobre el mercado, en el sistema sanitario. Sin embargo, pese al escepticismo, sigue creyendo con optimismo que “hay avances hacia una sociedad más humanitaria y solidaria, aunque con regresiones temporales”.
El reconocido lingüista respondió a las consultas de El Mostrador, a propósito del llamado a “despertar”, lanzado por el señalado panel de científicos, a los jefes de Estado de las grandes potencias.
-Un informe oficial de la ONU, en enero, indica que las Amazonas desaparecerán por completo en el año 2060. Suena apocalíptico pero muy real al mismo tiempo.
-Las predicciones, de hecho –me temo–, han sido siempre demasiado optimistas respecto a la emergencia climática. Pero sea cual sea el momento exacto, está bien entendido que el declive del Amazonas, además de las consecuencias genocidas inmediatas para la población indígena, suponen un desastre global en curso. Más horroroso aún es el hecho de que los sociópatas que gobiernan aquel país están acelerando la carrera hacia el desastre.
-Mientras el mundo científico parece plantear en soledad estas preocupaciones sobre el futuro del planeta, el mundo intelectual parece distraído por otras preocupaciones, el arte y la cultura popular también, pareciera. ¿Cómo lo ve?
-La semana pasada, el Boletín de Científicos Atómicos, hizo pública la evaluación anual de la seguridad global realizada por los destacados especialistas que se reúnen para esta tarea. La evaluación encapsula la ubicación de la manecilla de su famoso Reloj del Juicio Final a cierta distancia antes de la medianoche. La medianoche significa el fin de la vida humana organizada en la Tierra. Cada año que Trump estuvo en el cargo, el minutero se movió hacia la medianoche. Hace dos años llegó a su punto más cercano: dos minutos para la medianoche. El año pasado, los analistas abandonaron los minutos y pasaron a los segundos: 100 segundos para la medianoche. Ahora anunciaron que, a pesar de que se ha removido la malignidad, al menos temporalmente, dejarían el cálculo en torno a los 100 segundos para la medianoche. Las principales preocupaciones son, tal y como en el pasado, la grave y creciente amenaza de una guerra nuclear y la incapacidad de afrontar adecuadamente la catástrofe medioambiental que están creando los seres humanos.
Volviendo a la pregunta, usted está en lo correcto. La mayor parte –afortunadamente no todo– del mundo intelectual parece estar de vacaciones. Parece difícil para la gente enfrentar la realidad, aceptar el hecho de que estamos en un momento único de la historia humana. Esta generación tendrá que decidir si el experimento humano persiste o si se destruirá a sí mismo y, con él, gran parte de la vida en la Tierra.
-¿El cambio de gobierno en Estados Unidos habrá logrado detener las manecillas de ese reloj?
-Así parece. Pero todos los demás factores mencionados en la declaración no han variado y mantienen las manecillas de segundos más cerca que nunca de la medianoche.
En algún momento señaló que los pueblos originarios son los principales defensores de la Tierra, sin embargo, están siendo perseguidos.
Peor que eso. Se está avanzando hacia un genocidio, porque ¿de qué otro modo podemos denominar lo que ocurre con la población indígena cuando se destruyen los bosques donde viven?
-Esto nos lleva al tema de las fake news o, al revés, la calificación de fake news a noticias basadas en hechos comprobables. Aún muchas personas creen que la emergencia climática no está ocurriendo, ¿cree que existe una relación entre el retroceso de la educación pública y esta incredulidad?
-No existe una relación directa, pero comparten algunas raíces comunes. Ambos se derivan del programa neoliberal de trasladar las decisiones del gobierno, que al menos en parte responde a la opinión pública, a tiranías privadas que no rinden cuentas al público. Un resultado directo es el esfuerzo por transferir la educación pública a manos privadas. La relación con las fake news es más indirecta. Las políticas neoliberales han dañado severamente a la mayoría de la población, generando ira, resentimiento y desprecio por las instituciones, terreno fértil para los demagogos del tipo Trump, que buscan crear sistemas autoritarios en los que no enfrentan ningún desafío o cuestionamiento. La censura sería el dispositivo preferido, pero como no está disponible, cualquier cosa que no le guste al poderoso puede descartarse como fake news.
-Una vez en una discusión con Michel Foucault usted argumentó que la idea de justicia acompaña a la naturaleza humana, mientras que el filósofo francés se inclinaba por una idea de justicia como una construcción cultural que depende de cada época y contexto. ¿Todavía cree en esta idea?
-Sí, con más apoyo conceptual y evidencia empírica que antes. Si lo reflexiona, puede ver que, si no hubiera un concepto inherente de justicia, entonces ningún concepto similar podría surgir en las distintas culturas, como de hecho ocurre.
-Esto genera espacio para la esperanza, pero al mismo tiempo ha argumentado que requiere un profundo acto de voluntad, ¿sigue sosteniéndolo?
-Claro, ¿a qué más podemos aferrarnos?