Quizás el reflejo más claro de la incapacidad opositora es que, pese a que el gobierno de Piñera mantiene uno de los niveles más bajo de aprobación del continente desde hace un año y cuatro meses –a partir del estallido social en adelante, llegando incluso al piso del 6%- no ha podido capitalizar nada y menos sintonizar con la gente. Hoy por hoy, la derecha tiene a cuatro candidatos (as) en la pole position para la elección presidencial de fin de año. Es decir, de mantener este mismo escenario –una oposición dividida y poco atractiva-, es muy probable que Sebastián Piñera le entregue la banda a uno de los suyos.
Esta es la cuarta vez que escribo de la oposición en el último tiempo, y el panorama parece ir de mal en peor. A la falta dramática de proyectos, relato e ideas -que ya hemos descrito antes-, sumamos ahora un preocupante instinto auto destructivo que imposibilitó consensuar una sola lista para enfrentar la convención constituyente y la elección de alcaldes y gobernadores, a diferencia de la derecha, que incluso se asoció con el extremo partido Republicano. También tenemos al bloque Unidad Constituyente al borde de un quiebre anticipado y al Frente Amplio partido en fracciones irreconciliables, con varios parlamentarios menos y acéfalo de liderazgo. El PH perdió a Flor Motuda –sin comentarios- y para rematar, pereciera existir un estancamiento en el posicionamiento de los candidatos presidenciales del sector, incluido Daniel Jadue.
Realmente cuesta entender la falta, incluso, de pragmatismo de la oposición chilena. Porque además de la incapacidad de elaborar un proyecto para ofrecerle al país –han tenido más de tres años desde que Piñera ganó la elección por paliza – y la inexistencia de una narrativa atractiva, tampoco han sido capaces de ponerse de acuerdo en mínimos comunes para enfrentar al oficialismo. La derecha, en cambio, logró remontar la división previa al plebiscito y la derrota estrepitosa, y unirse con una misión clara: frenar los cambios. Así, la paradoja es que la oposición podría ser la responsable de que la Constitución termine sólo con algunos parches. ¿Qué podría ocurrir entonces con una ciudadanía que en un 80% exigió cambios, en la calle y las urnas, a partir del 18/0?
Quizás el reflejo más claro de la incapacidad opositora es que, pese a que el gobierno de Piñera mantiene uno de los niveles más bajo de aprobación del continente desde hace un año y cuatro meses –a partir del estallido social en adelante, llegando incluso al piso del 6%- no ha podido capitalizar nada y menos sintonizar con la gente. Hoy por hoy, la derecha tiene a cuatro candidatos (as) en la pole position para la elección presidencial de fin de año. Es decir, de mantener este mismo escenario –una oposición dividida y poco atractiva-, es muy probable que Sebastián Piñera le entregue la banda a uno de los suyos.
En Unidad Constituyente, el acuerdo alcanzado en enero para la convención –en alcaldes no la consiguieron- dejó en evidencia su fragilidad. El senador Guido Girardi logró instalar en el PPD la idea de realizar una previa a la primaria, dentro de lo que se conoce como Convergencia Progresista –un grupo con poca orgánica- de manera de elegir al candidato (a) que enfrentaría luego a la DC Ximena Rincón. La idea fue rechazada de plano por la falange -su presidente advirtió que este era una declaración de guerra- a lo que luego se sumó el PRO. Y aunque el PPD termine regulando, no es descartable que la Democracia Cristiana aproveche el impasse y termine, al igual que en 2017, tomando de la decisión de ir con Rincón a la primera vuelta, tal como lo hizo con Goic ese año
[cita tipo=»destaque»] Más allá de que la oposición no ha estado a la altura, teniendo a un rival débil al frente, de fondo, lo dramático, es que no ha podido construir una propuesta ni un relato atractivo que logre conectar con los ciudadanos que levantaron la voz en 2019 y que por décadas esperaron mayor audacia para hacer cambios. Incapaz de generar nuevos liderazgos y carente de ideas, sumado a la falta de inteligencia política para alcanzar acuerdos y así enfrentar la más trascendente de todas las batallas ideológicas -la nueva Constitución-, se corre el riesgo de haber desperdiciado una oportunidad única en la historia.[/cita]
En el Frente Amplio parece que hubieran perdido el rumbo por completo. Es más, el otrora movimiento que prometió llegar para cambiar las malas prácticas políticas –especialmente las de la ex Nueva Mayoría- terminó por convertirse en una caricatura juvenil de aquello que tanto criticó de los otros. En Revolución democrática, el partido más grande de la coalición, a la renuncia de los diputados Vidal y Castillo, se sumó ahora la elección a dedo de Marcela Sandoval, pese a que Paz Gajardo había sido la electa para reemplazar al diputado Garín, con la paupérrima votación de 37 personas.
En el PC, Daniel Jadue parece haber resentido el golpe del caso luminarias –que está en desarrollo- y del error del alcalde de haber viajado a un acto de proclamación a Coquimbo pese a que toda la Región Metropolitana estaba en fase dos, lo que fue ampliamente difundido, y le valió una sanción similar a la que recibió Piñera por no portar mascarilla en Cachagua. Jadue se ha estancado en algunas encuestas y en otras disminuido levemente.
En el PPD, la elección de Heraldo Muñoz como abanderado, dejó un manto de críticas internas por la falta de competencia de mujeres y por las torpes declaraciones de Tarud –“siempre he trabajado con mujeres que me ayudan” que dijo para defenderse. Por ahora Vidal, el perdedor, sigue igualando e incluso sobrepasando a el excanciller en las encuestas, y de no levantar vuelo pronto, es probable que Muñoz no alcance a posicionarse competitivamente para las primarias de julio
Tal vez la única novedad del último tiempo en la oposición es el ingreso sorpresivo de Paula Narváez a la competencia presidencial. En menos de dos meses ha logrado instalarse como una carta refrescante en la carrera hacia La Moneda. Ya superado el impasse inicial del apoyo que le entregó Michelle Bachelet, logró re encantar y entusiasmar a los militantes de su partido –especialmente a las mujeres-, luego que el PS hasta hace sólo unos meses debatía si llevar a Insulza o Montes, dos representantes de la vieja guardia. Veremos en las próximas semanas si la ex ministra sigue avanzando en las encuestas, que la tiene ya dentro de los seis primeros nombres con opciones
Más allá de que la oposición no ha estado a la altura, teniendo a un rival débil al frente, de fondo, lo dramático, es que no ha podido construir una propuesta ni un relato atractivo que logre conectar con los ciudadanos que levantaron la voz en 2019 y que por décadas esperaron mayor audacia para hacer cambios. Incapaz de generar nuevos liderazgos y carente de ideas, sumado a la falta de inteligencia política para alcanzar acuerdos y así enfrentar la más trascendente de todas las batallas ideológicas -la nueva Constitución-, se corre el riesgo de haber desperdiciado una oportunidad única en la historia. Esperemos que después los dirigentes, desde la DC al PC, no digan “esto no lo vinos venir” porque ya será tarde.