Los principales responsables de poner en jaque al actual sistema de pensiones, no son los que están en contra de él, sino sus propios defensores. Se diseñó un sistema que no opera en ambiente de seguridad máxima, que es lo mínimo que se debe pedir a un sistema de pensiones. Priorizaron un retorno sujeto a riesgo para vender la pomada y echaron a perder una buena idea, que permitía reemplazar el sistema de reparto y aliviar las finanzas del Estado. Y la guinda de la torta: ningunearon a todos los que se oponían al sistema actual, pues si bien técnicamente casi todo lo que hablaban eran puras cabezas de pescado, no hay que minimizar al adversario y, por sobre todo, su marketing y habilidad de persuadir a las masas. Nunca.
En economía, la paradoja del ahorro –también conocida como la paradoja de la austeridad o de la frugalidad– señala que, si todos empiezan a ahorrar en una recesión, ceteris paribus, al final terminarán ahorrando menos. Esta teoría keynesiana explica este fenómeno, aparentemente ilógico, señalando que el mayor ahorro reduce el consumo presente y, en consecuencia, reduce el producto; a nivel agregado, el menor producto aumenta el desempleo, lo cual genera menores ingresos a las familias, las cuales consumen menos (ahorran más), generando, a su vez, menor producto y así sucesivamente… cada vez un menor nivel de renta significa un menor nivel agregado de ahorro. Esta teoría se puede interpretar como un efecto bola de nieve, donde al final todos terminan peor.
Algo parecido podría ocurrir con los retiros del 10% de las AFP. En conversaciones informales y de pasillo varias personas, en diferentes ocasiones y circunstancias, me han planteado que una de las razones por las cuales han optado por retirar su 10%, ha sido que prefieren sacar su plata antes de que el sistema de capitalización individual esté inactivo o, simplemente, sea reemplazado por un sistema de reparto 2.0. Al margen de que estas opiniones sean o no estadísticamente representativas, llama la atención el razonamiento detrás, que es más práctico que elocuente: se visualiza una amenaza de considerable magnitud al principal pilar del sistema de pensiones actual, donde prefieren “asegurarse” y retirar todo lo que sea posible. No deja de ser curioso que los que opinan así son –por clasificarlos de alguna manera– “defensores” del sistema de capitalización individual.
[cita tipo=»destaque»]Hay que entender que hace rato la discusión dejó de ser técnica y las armas son otras. Sincerar el cuento y no seguir defendiendo lo indefendible: sin ningún retiro, igual las pensiones iban a ser bajas, muy bajas, aun si cotizaran el 100% del tiempo durante décadas; con el promedio de sueldo chileno no se alcanza a acumular un monto tal que permita obtener una pensión que exceda en forma significativa la Pensión Básica Solidaria (PBS), que de cierta forma está “asegurada”. La realidad de los bajos sueldos genera implícitamente el dilema de la indiferencia: en el extremo, para sueldos bajos daría lo mismo el monto a ahorrar, porque el resultado será más o menos el mismo, una pensión equivalente a la PBS o un poco más. Hay que entender que el problema de las pensiones es un tema esencialmente demográfico y que el mercado de capitales está para ayudar en lo que puede, pero está lejos de ser una solución integral.[/cita]
Similar a la paradoja del ahorro, si todos pensaran así y ante la posibilidad de un tercer, cuarto o quinto retiro, estaríamos frente a una –permítanme bautizarla– “Paradoja del retiro de las AFP”, donde lo que le conviene a una persona en forma individual atenta contra la subsistencia del propio sistema, acelerando incluso su fecha de vencimiento o, por lo menos, haciéndola más real y concreta.
Cuando se planteó el primer retiro del 10% de la cuenta de la AFP, señalé en una columna en este mismo medio: “¿Por qué el 10% del fondo? ¿Bajo qué causales? ¿Quién determinaría dichas causales? ¿Cuántas veces se podrá retirar fondos durante la vida laboral? ¿Cuál sería el tope?”. Y vea usted lo que ha pasado, quién diría que íbamos a estar discutiendo el tercer retiro en menos de 1 año. Como dicen en el campo: “La cueca en pelotas”. ¿Qué pasará cuando en 10 años más venga otra crisis?
Al margen del show de los retiros, la situación actual apunta a que la reforma al sistema de pensiones girará en torno a “garantizar el derecho a una pensión digna”. Y en este imbatible eslogan, la discusión técnica pasará a un segundo plano.
Los principales responsables de poner en jaque al actual sistema de pensiones, en mi opinión, no son los que están en contra de él, sino sus propios defensores. También lo he señalado latamente en este mismo medio: entre otras cosas, usaron retornos esperados en sus proyecciones sin contar el cuento completo, hicieron promesas implícitas de tasas de reemplazo bajo supuestos que se escapan al Equivalente Cierto, prometen rentas vitalicias (que son parte del sistema de pensiones) compañías de seguros quebradas económicamente y que subsisten al amparo del oxígeno que la autoridad les da, al permitirles una ficción contable para registrar, en sus balances, pasivos subvalorados económicamente. Pobres pensionados cuando caiga la primera compañía de seguros y les diga que deberá recortar su ya escuálida renta vitalicia. El dominó no lo parará nadie.
En definitiva, se diseñó un sistema que no opera en ambiente de seguridad máxima, que es lo mínimo que se debe pedir a un sistema de pensiones. Priorizaron un retorno sujeto a riesgo para vender la pomada y echaron a perder una buena idea, que permitía reemplazar el sistema de reparto y aliviar las finanzas del Estado. Y la guinda de la torta: ningunearon a todos los que se oponían al sistema actual, pues si bien técnicamente casi todo lo que hablaban eran puras cabezas de pescado, no hay que minimizar al adversario y, por sobre todo, su marketing y habilidad de persuadir a las masas. Nunca.
Hay que entender que hace rato la discusión dejó de ser técnica y las armas son otras. Sincerar el cuento y no seguir defendiendo lo indefendible: sin ningún retiro, igual las pensiones iban a ser bajas, muy bajas, aun si cotizaran el 100% del tiempo durante décadas; con el promedio de sueldo chileno no se alcanza a acumular un monto tal que permita obtener una pensión que exceda en forma significativa la Pensión Básica Solidaria (PBS), que de cierta forma está “asegurada”. La realidad de los bajos sueldos genera implícitamente el dilema de la indiferencia: en el extremo, para sueldos bajos daría lo mismo el monto a ahorrar, porque el resultado será más o menos el mismo, una pensión equivalente a la PBS o un poco más. Hay que entender que el problema de las pensiones es un tema esencialmente demográfico y que el mercado de capitales está para ayudar en lo que puede, pero está lejos de ser una solución integral.
Repito lo señalado en una columna anterior: “La única forma de salvar el sistema de capitalización individual es dejarlo como un medio para adicionar un monto extra a una nueva PBS pagada sin ahorro. Las personas deberían tener la libertad de aportar un sugerido 10% (o más si desean), y también la libertad de hacer los retiros por el monto que quieran y cuando quieran, con o sin crisis, con plena conciencia que si ahorró poco o retiró todo o parte de la plata ahorrada, tendrá poco que agregar a la PBS, y en el extremo, agregará $0”. Y sin llorar.
En todo sistema económico, antes de depositar “las lucas”, se deposita la confianza. Y ahí, el sistema de capitalización individual está al debe. Si se le quiere salvar, es necesario legitimarlo ante la sociedad y, para ello, los defensores del modelo deben dejar su soberbia y aceptar que la creatura que adoraban, está llena de imperfecciones endógenas. Quizás aún hay tiempo.