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El mundo está cambiando… y cambiará más…
Se podría pensar que caminamos hacia sociedades menos disciplinadas y más horizontales, como diría Carlos Ruiz, donde se empodera a “los de abajo, para iniciar las transformaciones de la ciudad y de la sociedad”, que no pasan, necesariamente, por un nuevo estatuto constitucional o régimen político. Empero, hay que ser consciente que varias de las mutaciones que están inoculándose, dado el contexto económico global y en especial local, harán que ciertos rasgos de la estructura ancestral de dominación heredada de la hacienda puedan acentuarse. Ello llevó a un gran amigo a enunciar que estamos en la misma situación del capital de Marx del siglo XIX o transitando, en modo Foucault o Byung-Chul Han, hacia sociedades más disciplinarias.
El 3 de marzo de 2020, el Ministerio de Salud encendió las alarmas cuando, entonces, se confirmó el primer caso de coronavirus en nuestro país. Hasta allí, a dos meses de su aparición, este era un tema lejano, solo al alcance de bromas y memes. Pero llegó marzo y, junto con él, se nos apareció el virus.
Aún recuerdo que el domingo 15 -hace ya un año- el virus se apoderó de nuestra contingencia. Aquel día, originalmente, se señaló que las clases no se suspenderían, aunque luego, por la tarde, debido a la presión de los alcaldes y el sentido común, se postergaron, otorgándose vacaciones adelantadas de invierno por 15 días.
Paralelamente, días después muchos trabajadores públicos y privados fueron destinados al teletrabajo, situación que al igual que la inmensa mayoría de las escuelas, muchos mantienen hasta el día de hoy, sinónimo de la escasa conciencia y proyección que las autoridades tenían sobre los efectos letales de la pandemia, no solo en la vida de muchos(as) chilenos(as) -según la fuente que se use, alcanzan entre los 22 mil y ya casi 30 mil muertos, lejos del pronóstico que me hizo un conocido epidemiólogo al inicio, estimando una cifra de muertos a la baja de unos 3500-, subvalorando los efectos que la misma tendría sobre nosotros.
El jueves 19 de marzo de 2020, El Mostrador publicó una columna de mi autoría que resultaría señera, dado lo que ocurrió luego: «Lepras, cambios epocales y el fin de nuestra propia Edad Media». Allí argumenté que, pensando en nuestra propia historia, estos fenómenos singulares y apocalípticos terminan, más allá de todos sus efectos negativos, por transformar y modernizar para bien y para mal a la humanidad.
[cita tipo=»destaque»]A pesar de los agoreros de siempre, no se acabará el trabajo y tal como la propia pandemia se encargó de comunicarnos, debido a la crisis inicial del empleo, profundizada por la propia autoridad gubernamental, se están consolidando nuevas formas laborales desde las más complejas, como las que hemos resumido aquí -plataformas digitales, teletrabajo, profundización de las compras por internet-, hasta aquellas más directas, como el delivery, cornershop o entrega a domicilio, por mencionar las que se han hecho más conocidas y populares entre nosotros. Por contrapartida, la pandemia y el teletrabajo han hecho evidente la inutilidad de un montón de cargos de mandos superiores y medios que han naufragado en el océano de desafíos de innovación, empoderamiento y transformación que han exigido los nuevos tiempos. En el mundo que se viene, tanto privado como público, habrá menos “jefes”, “expertos”, “supervisores” y “controladores” y más gente creando, innovando, cambiando el mundo.[/cita]
Allí relaté cómo la peste bubónica, originada también en China, diezmó a la población europea y cómo luego de su paso surgió la Edad Moderna, época de los grandes descubrimientos, del Estado-nación, el capitalismo salvaje y el uso irracional de los recursos naturales. El mundo en que crecimos y donde seguramente muchos moriremos, la nueva peste está empezando a transformar.
Un año después…
Elon Musk, el nuevo multimillonario, ha abaratado mediante tecnología de punta los viajes espaciales, al punto que la Nasa ya lo contrató para las nuevas operaciones espaciales y no está lejano el tiempo en que ir allá será tan popular como viajar en avión. Pero no solo eso, también está revolucionando el mundo de los automóviles y sobre todo el de las telecomunicaciones, a través de Starlink, con la promesa de que muy pronto “habrá internet para todos” y de buena calidad, con 3000 satélites de órbita baja y de costos muy económicos. De hecho, ya tiene tres licencias en Chile, una en el norte, en Puerto Saavedra y la última en Puerto Montt. El internet a bajo costo (U$ 99 mensual) que iluminará los rincones más aislados del mundo, entre ellos el sur, ya está probándose y, a inicios de febrero, los habitantes de las regiones de La Araucanía y Los Lagos quedaron sorprendidos con la constelación de satélites de Musk, que al pasar fueron confundidos con ovnis.
La peste postmoderna, transitoria y definitivamente ha cambiado el mundo que, hasta el año pasado, nos era familiar. El sistema escolar es donde, tal vez más, se producirá esa doble simbiosis. Hemos hablado harto sobre cómo ha mutado la educación y la escuela, que ya jamás volverán a ser las mismas, aunque nunca dejará de ser importante, en especial sobre la socialización y la vida democrática de cada país, la clase presencial y la relación directa entre docentes y alumnos(as).
Se ha alterado el fútbol, “pasión de multitudes”, con estadios vacíos, extraños y ajenos, privilegiándose lo económico por sobre lo deportivo y, si bien en algún momento volverá el público, pasarán años para que nos reencontremos con recintos repletos, con graderías a tope, con sus bullas y rituales que eran el complemento perfecto a lo que ocurría dentro de la cancha. Los estadios, durante mucho tiempo, no serán los mismos y tal vez no esté lejano el día en que, a través de plataformas digitales, compremos un asiento preferencial virtual para observar las mejores escenas como si estuviéramos en un asiento vip presencial, tal cual como ya sucede con el canal del golf, con 80 cámaras y donde se ofrece a sus aficionados a qué jugadores en particular quieren seguir.
Ha cambiado la política, una actividad por esencia de contacto presencial personal, hacia formatos digitales y de automatización. El 25 de octubre pasado, en plena cuarentena y sin la posibilidad del reuniones ni relaciones personales para consolidar el sufragio, la gente votó más que en todas las elecciones anteriores desde que se decretó la inscripción automática y el voto voluntario. Veremos qué pasa en la elección de gobernadores, constituyentes, alcaldes y concejales para verificar si ese proceso se profundiza o si lo del plebiscito fue una golondrina que no hizo verano.
Ni hablar de las transformaciones económicas y las del mundo del trabajo. La pandemia hizo más explícitos los efectos del cambio climático y la necesidad de avanzar hacia una transición energética que supere la del uso indiscriminado de hidrocarburos. Chile, tal como lo hizo con la vacunación, tiene una oportunidad como nación que no puede desperdiciar, a menos que queramos volver a perder otra coyuntura histórica como sucedió con los recursos del salitre, el cobre, el litio y la falta de industrialización. Crecerá la economía circular, el adecuado y racional uso del agua en la producción, y las comunidades serán cada vez más autosustentables.
Hugo Sarmiento, un viejo amigo que desde hace años opera con teletrabajo, me relata que una prima suya que desempeña funciones en la minera Antucoya (Región de Antofagasta) en el área de medioambiente, ya definitivamente le cambiaron de manera indefinida su contrato laboral presencial a uno de teletrabajo desde casa. Está mutando el trabajo y cada vez más nos enteramos que más instituciones -la empresa privada lidera ese proceso- eliminan sus oficinas físicas (los bancos) o las labores de terreno (las salmoneras) y aumentan sus procesos de automatización. Así también, la TV pronto será toda de pago y quien no haga reingeniería quedará en el camino. En ese sentido, es notable por ejemplo la reinvención que está haciendo Direct TV.
A pesar de los agoreros de siempre, no se acabará el trabajo y tal como la propia pandemia se encargó de comunicarnos, debido a la crisis inicial del empleo, profundizada por la propia autoridad gubernamental, se están consolidando nuevas formas laborales desde las más complejas, como las que hemos resumido aquí -plataformas digitales, teletrabajo, profundización de las compras por internet-, hasta aquellas más directas, como el delivery, cornershop o entrega a domicilio, por mencionar las que se han hecho más conocidas y populares entre nosotros. Por contrapartida, la pandemia y el teletrabajo han hecho evidente la inutilidad de un montón de cargos de mandos superiores y medios que han naufragado en el océano de desafíos de innovación, empoderamiento y transformación que han exigido los nuevos tiempos. En el mundo que se viene, tanto privado como público, habrá menos “jefes”, “expertos”, “supervisores” y “controladores” y más gente creando, innovando, cambiando el mundo.
Por supuesto, también ha colapsado la ciudad, tal cal como la conocimos y que tuvo su origen en el damero español, de espacios cuadrados, vías estrechas que crece hacia los lados, quitando tierras productivas. Por cierto, la pandemia, echó por tierra los múltiples esfuerzos que, con altos y bajos, diversos gobiernos hicieron por mejorar la calidad del transporte público. La imagen de vías sin micros ni autobuses, pero colapsada de automóviles particulares, es la postal de la ciudad que se nos viene, a menos que queramos reformularla hacia espacios urbanos más armoniosos, a escala humana, con mejor conectividad y capacidad de movilidad urbana entre la casa y el trabajo, sea a pie, en bicicleta o motocicleta. La ciudad “del taco”, luego de esta pandemia, ya no resiste más.
Se viene, además, una revalorización de lo público, como un valor agregado de las nuevas sociedades. El notable papel desempeñado por “las primeras líneas” –esencialmente salud, luego educación y el rol imprescindible de un Estado más protector- en el contexto de la peste, en particular en el caso chileno, han demostrado, como ya lo venían diciendo las encuestas desde 2013, una notable repunte y valorización de esta significativa dimensión de la esfera pública.
Epílogo: ¿Avanzar hacia una nueva sociedad o profundizar el modelo oligárquico monopólico?
Se podría pensar que caminamos hacia sociedades menos disciplinadas y más horizontales, como diría Carlos Ruiz, donde se empodera a “los de abajo, para iniciar las transformaciones de la ciudad y de la sociedad”, que no pasan necesariamente por un nuevo estatuto constitucional o régimen político. O en palabras de Teo Valenzuela, “otro Chile es posible, desde la región”.
Empero, hay que ser consciente que varias de las mutaciones que están inoculándose, dado el contexto económico global y en especial local (capitalismo de familia), harán que ciertos rasgos de la estructura ancestral de dominación heredada de la hacienda puedan acentuarse.
Ello llevó a un gran amigo a enunciar que estamos en la misma situación del capital de Marx del siglo XIX o transitando, en modo Foucault o Byung-Chul Han, hacia sociedades más disciplinarias.
Por obra y gracias de la pandemia, la batalla por el futuro está abierta…
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