Y es que en el contexto actual, donde se ha hecho más evidente la ruptura profunda entre patricios y plebeyos, fenómeno ahondado por el estallido social y los efectos del virus –mientras los de abajo se hacen cada vez más pobres, los de arriba se hacen más ricos–, la parlamentaria DC logró posicionarse del lado de los últimos por historia y biografía. Profesora de educación física de una universidad pública regional y que, como en la vieja novela de Miguel de Unamuno, se ha hecho a sí misma. Perteneciente a un pueblo originario (diaguita), ejerciendo, además, a cabalidad su rol de mujer en tiempos donde el discurso de género ha permeado a la sociedad en su conjunto. Democratacristiana de trayectoria, que se ha conectado muy bien con el sentido común que está viviendo esta tragedia –“la gente ha soportado sobre sus hombros esta crisis sanitaria a la espera de que las ayudas lleguen, pero son precarias y mezquinas”– y con una capacidad de escucha notable, en tiempos (y en una cultura patriarcal) donde solo nos escuchamos a nosotros mismos.
Decía Antoni Gutiérrez-Rubí que “nuestros políticos parece que están permanentemente agitados en la cinta de correr de un gimnasio: se mueven, sudan, contabilizan pasos y metros… sin llegar a ninguna parte». Metáfora perfecta y alarmante de una actividad que ha perdido su espacio estratégico y contenido tradicional, dominada ahora por la contingencia, la inmediatez, la palabra rápida, ‘la cuña’ y colonizada por agentes externos a la misma –opinólogos, analistas, agencias de opinión, redes sociales vociferantes– que la han llevado a la intrascendencia.
Por lo anterior, cada vez se hace más difícil escribir sobre la misma si se busca encontrar allí algún mensaje con cierto contenido estratégico, que se extienda más allá de la cotidianidad alardeante que impone la turbopolítica.
Fue por lo anterior que llamó mi atención la irrupción de la figura de Yasna Provoste como nueva presidenta del Senado. La tercera mujer en ocupar la testera y la primera de ascendencia indígena. Desde su ascenso inmediatamente fijó importantes posiciones: “Sé que como presidenta del Senado asumo una función de Estado y cumpliré a cabalidad con este rol. Mi palabra es garantía de ello».
[cita tipo=»destaque»]Yasna Provoste (así como Daniel Jadue) han evidenciado que, por más que estemos inmersos en el torbellino de la turbopolítica, sí se puede encontrar a actores públicos que, con su presencia y palabras, podrían revertir la coyuntura de la inmediatez, de intrascendencia de la esfera pública –donde sus protagonistas se mueven a velocidades siderales, aunque sin saber a qué destino– y avanzar hacia una política más consistente y estratégica, que es lo que los chilenos y las chilenas necesitan. Yasna Provoste, en tres semanas, ha entregado señales potentes de que aquello es posible.[/cita]
«Parte de esta función consiste en relegitimar, en volver cierta, genuina y verdadera nuestra institucionalidad a los ojos de la ciudadanía, comportándonos de manera honesta con los chilenos y chilenas”, prosiguió, agregando luego: “Soy opositora al Gobierno del Presidente Piñera, creo que nuestro país merece más de lo realizado por su Gobierno. Por eso haré todos los esfuerzos que estén en nuestras manos para contribuir a lograr la más amplia unidad de la oposición, para recuperar la confianza de la gente y construir un Gobierno de mayoría a la altura de las necesidades del país”. El mismo El Mostrador hizo evidente el punto de inflexión cuando señaló que “empezó la era Provoste”.
Enseguida invitó al Presidente Sebastián Pïñera –con quien se reunió luego– a avanzar en una Renta Básica Universal; a no demorar más los cambios profundos que requiere Carabineros; terminar de una vez con el CAE; mejorar la calidad de la salud pública; concluir la tramitación de la Ley de Adopciones y la tramitación de la reforma al Código de Aguas, tal cual lo recogieron diversos medios.
A continuación convocó y se reunió con el conjunto de los partidos políticos de oposición, sus máximos dirigentes, parlamentarios, incluso con aquellos sin representación parlamentaria, estableciendo una postura común frente al Gobierno que propuso postergar la elección de constituyentes, alcaldes y concejales. A la semana siguiente, diversos gremios empresariales del Biobío le pidieron mediar en el conflicto de La Araucanía, dialogó con ellos, prometió colaboración, aunque de manera enfática les dijo que “los pocos caminos de diálogo fueron dinamitados por la Operación Huracán y el asesinato de Camilo Catrillanca”.
Su performance ha sido valorada incluso al interior de la propia DC, donde algunos líderes ya empiezan a percibirla como una potencial carta presidencial, dada la escasa adhesión ciudadana que genera la aspirante oficial de la falange, Ximena Rincón, quien no logra despegar en las encuestas.
Lo alcanzado por Provoste es notable, después que en abril de 2008 una mayoría de la misma institución que hoy preside la destituyó como ministra de Educación, luego de un mal manejo suyo en el tema subvenciones, donde mantuvo contra viento y marea al Seremi metropolitano del área, muy cercano al entonces hombre fuerte del Gobierno, el senador Camilo Escalona, lo que gatilló una acusación constitucional que acabó con Provoste destituida e imposibilitada de ejercer cargos públicos durante cinco años.
Sin embargo, en aquella ocasión y a pesar de su falta de experiencia política en la cartera, demostró temple y coraje: se negó, como se lo pidió la entonces Mandataria, a renunciar al cargo, cambiarse a otra secretaría, a fin de evitar el impeachment. No se rindió ante el chantaje opositor y el día de su destitución enarboló un pañuelo blanco, tal cual lo repitió cuando asumió la testera del Senado.
Regresó a la actividad política mayor en 2013, cuando fue electa diputada por el antiguo distrito 6 de la Región de Atacama. En 2017 fue elegida por la cuarta circunscripción como senadora para el periodo 2018-2026, desempeñándose en diversas comisiones y mostrándose siempre como una férrea opositora, que no obstante lograba alcanzar acuerdos en algunos puntos con el Ejecutivo. Hasta que alcanzó la presidencia de la Corporación, donde ha brillado en el poco tiempo que está cargo, al punto que ya son muchos los que la miran con tonelaje para aspirar a cosas más grandes, en medio de un festival de proclamaciones de candidaturas presidenciales sin mucho sustento, que van desde “el primero, yo”, pasando por la búsqueda de identidad generacional al “dedazo”, aspiraciones propias de actores políticos que, como lo demostró el 18-O y lo ha reafirmado la pandemia, desde hace tiempo viven en un mundo paralelo al del resto de los chilenos.
Y es que, en el contexto actual, donde se ha hecho más evidente la ruptura profunda entre patricios y plebeyos, fenómeno ahondado por el estallido social y los efectos del virus –mientras los de abajo se hacen cada vez más pobres, los de arriba se hacen más ricos–, la parlamentaria DC logró posicionarse del lado de los últimos por historia y biografía. Profesora de educación física de una universidad pública regional y que, como en la vieja novela de Miguel de Unamuno, se ha hecho a sí misma. Perteneciente a un pueblo originario (diaguita), ejerciendo, además, a cabalidad su rol de mujer en tiempos donde el discurso de género ha permeado a la sociedad en su conjunto.
Democratacristiana de trayectoria, que se ha conectado muy bien con el sentido común que está viviendo esta tragedia –“la gente ha soportado sobre sus hombros esta crisis sanitaria a la espera de que las ayudas lleguen, pero son precarias y mezquinas”– y con una capacidad de escucha notable, en tiempos (y en una cultura patriarcal) donde solo nos escuchamos a nosotros mismos.
A diferencia de la cultura política tradicional de tono masculino, donde la hipocresía ha sido la regla de oro, ha demostrado ser franca y creíble: “Cuando las mujeres hablamos fuerte y claro, muchos varones entienden eso como una actitud belicosa. Yo seguiré siendo lo que soy, una mujer de carácter y de decir las cosas como son». Se define como una actora pública y, a diferencia de hoy, donde una gran mayoría de sus protagonistas quieren pasar como independientes, en que se postula que la brecha derecha-izquierda no existe, ella no tiene tapujos en reiterar quien es: política.
Y en tiempos de la turbopolítica es significativo lo que está ocurriendo con ella, así como con Daniel Jadue, otro actor que tampoco niega ser quien es, que también ha ido tomando fuerza y que ha evidenciado poseer un perfil bastante similar al de la presidenta del Senado: un personaje que se hizo a sí mismo, que se parece a cualquier persona promedio de este país, que estudió en una universidad pública con CAE, miembro de una comunidad extranjera muy arraigada como lo es la palestina, destacándose como alcalde de una comuna popular por dar un giro radical en la forma de gestionar un municipio, cuya labor es reconocida por los chilenos, al punto que, en un clima de desidia general, marca bastante en las encuestas.
Yasna Provoste (así como Daniel Jadue) han evidenciado que, por más que estemos inmersos en el torbellino de la turbopolítica, sí se puede encontrar a actores públicos que, con su presencia y palabras, podrían revertir la coyuntura de la inmediatez, de intrascendencia de la esfera pública –donde sus protagonistas se mueven a velocidades siderales, aunque sin saber a qué destino– y avanzar hacia una política más consistente y estratégica, que es lo que los chilenos y las chilenas necesitan. Yasna Provoste, en tres semanas, ha entregado señales potentes de que aquello es posible.