Publicidad
Paula y Orfelina de Puente Alto: dos hogares que pasan la prueba de El Agente Topo PAÍS

Paula y Orfelina de Puente Alto: dos hogares que pasan la prueba de El Agente Topo

Publicidad

Hoy juntos suman 20 residentes, todos adultos mayores vulnerables. Ambos están a cargo de mujeres también mayores con experiencia como técnicas en enfermería. Ninguno contaba con permiso para funcionar, pero con ayuda de la iniciativa público privada Piensa en Grandes, hoy lo están logrando. Su éxito es parte de un piloto que busca impulsar la formalización de los entre 900 y 3 mil ELEAM irregulares que hay en todo Chile.


“Esto es como un reconocimiento, como un premio para mí. Realmente, siento que me gané el Loto”, dice con su entusiasmo incombustible María Laura Muñoz Apiolaza (65), sostenedora del Establecimiento de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM), “Paula”, ubicado en la calle Ramón Núñez, de Puente Alto. 

Adulta mayor ella misma, pese a su regia facha, a su estado físico y a su ánimo, está a cargo de 7 adultos mayores en una casa que tiene capacidad para 9 personas. Administra ese ELEAM desde hace 6 años, cuando murió el dueño anterior, su jefe, y el hijo quiso desarmar la casa “y dejar volando a los abuelitos”, afirma. “Quería hasta vender los muebles, las camas y liquidarlo todo, cuando casi todo aquí dentro es de ellos. “Así fue como me hice cargo”. 

Se estima que en Puente Alto habría unos 52 mil adultos mayores de 65 años en una comuna de 568 mil personas, lo que representa poco menos del 10 por ciento del total. Centenares de ellos viven en hogares como “Paula”, muchos de los cuales funcionan de manera irregular, porque no cuentan con los requisitos que exige la autoridad. 

El decreto 14 regula el funcionamiento de los ELEAM, como se les llama en sigla y jerga técnica, y les impone a sus dueños o sostenedores exigencias en cuanto a número y calificación técnica del personal, infraestructura y organización. Muchos quisieran ser reconocidos, “para trabajar tranquilos”, pero se les hace difícil, no saben cómo hacerlo o han tratado y la burocracia los ha desalentado en un primer intento. 

Justo en marzo de 2020, cuando explotó la pandemia por coronavirus en el mundo y todos vimos la mortandad y el abandono en que vivían los ancianos de geriátricos en países desarrollados, como España, la alianza Hogar de Cristo, AFP Habitat y Vinson Consulting, decidió no abrir el concurso para optar al  fondo de innovación social “Piensa en Grandes 2020”y destinar ese presupuesto y energía a apoyar establecimientos de larga estadía de adultos mayores vulnerables que funcionan de manera irregular en Puente Alto. 

María Laura Muñoz Apiolaza

Así, durante gran parte del año pasado, se desarrolló una experiencia piloto en 18 hogares que albergan a 218 personas en una de las comunas más populosas de Chile. El objetivo era entregarles herramientas, insumos y capacitación para que pudieran regularizar su situación y ser reconocidos formalmente, lo que les permitirá  entregar un mejor servicio a los adultos mayores que acogen. Además, la iniciativa busca servir como referente para que el mayor número de las entre 900 y 3 mil residencias de larga estadía que existen en Chile y no cumplen con lo que exige el D14, logren regularizar su situación. Esto beneficiaría a unas 10 mil personas mayores y vulnerables en todo el país. 

“Paula”, el ELEAM de María Laura, es uno de los dos que están a punto de lograr su formalización y ha hecho importantes avances. El otro es el Hogar “Orfelina”, que se llama así por la fallecida madre de su sostenedora, Rosa González Arenas (64). Además de la proximidad física –“Paula” y “Orfelina” están a unas tres cuadras de distancia, ambos cerca de la plaza de Puente Alto–, sus dueñas tienen muchísimo en común. Las dos son mujeres mayores, con una vida dedicada al cuidado de los demás, con conocimientos de enfermería y con mucho ñeque para afrontar la adversidad y sacar adelante a sus hijos. Rosa, en solitario, como jefa de hogar a cargo de 4 hijos varones, y María Laura, hoy viuda, contra la resistencia de un marido machista que nunca le celebró sus logros. Nos cuenta: 

-Estuvimos casados 40 años; hace 7 que soy viuda. Él nunca creyó en mí. No valoraba mi trabajo. Creo que si estuviera vivo, no reconocería lo que logré con la ayuda de “Piensa en Grandes”: formalizar la residencia. Él quería que sólo fuera dueña de casa, nada más. Era muy machista, muy a la antigua. Yo recién pude estudiar para TEN cuando las niñas estuvieron grandes, pero trabajé siempre en el Hospital. Ellas, mis hijas, me pagaron los cursos, y seguí trabajando y aprendiendo, perfeccionándome. 

Ella misma recibe una pensión básica de 68 mil pesos mensuales y sus residentes “pagan con su pensión básica más un excedente que pone la familia de cada uno. Con eso, yo los alimento, los baño, los cuido, pago el arriendo de la casa. Me interesa mucho para trabajar tranquila, tener la residencia regularizada y contar con apoyo, que todo sea legal y me permita acceder a ayudas del Senama y del Servicio de Salud para que ellos, los residentes, estén mejor”. 

Cuenta que partió cuidando a su abuelita, luego a su papá y después a su mamá. “Siempre me ha conmovido lo frágiles que todos nos vamos volviendo con la edad. Cuando llegan los adultos mayores muchos vienen muy mal, pero alienta ver que, con atención y cuidados, hay mejoras en su estado. A mí me gusta cuidarlos, regalonearlos, afeitarlos a ellos y teñirles el pelo a ellas. Que se vean y se sientan bien. La mayoría llega acá a  través de la asistente social del Hospital Sótero del Río. Hoy sólo 4 de los 7 que viven aquí tiene un familiar preocupado de ellos. Tengo a una señora, que está en estado terminal a causa de un cáncer. Es la hermana de una amiga de mi yerno. Así es el perfil de las personas que viven aquí”. 

El ingeniero comercial Andrey Guajardo, de Vinton Consulting, miembro del equipo coordinador del proyecto, afirma que ha aprendido mucho en estos meses de trabajo, tanto de los que son cuidados como de quienes los cuidan. Dice: “La mayor parte de las personas que tienen estas residencias no buscan enriquecerse; tienen real vocación social. Hacen un trabajo enorme y ganan a lo más 500 lucas al mes. No es para nada un negocio; ellos son la solución de un problema para muchas familias que no pueden tener a un padre o a un abuelo mayor con ellos y requieren de un lugar donde los acojan y los cuiden. Por eso, apoyar a los hogares y enseñarles de gestión eficiente, es tan importante. Hay algunos establecimientos con mucho potencial para lograr su formalización. Nuestras expectativas son lograr con ellos una receta paquetizada y ordenada, que luego podamos replicar en otras comunas y que sea un modelo de intervención, que reconozca la realidad de cada ELEAM y genere beneficios concretos para los adultos mayores que viven en ellas”. 

Rosa González Arenas

-¿Cuáles son los beneficios de la formalización?

-El acceso a fondos públicos, a subsidios de Senama, a capacitaciones, el estar vinculados a una red. Cuando partimos, el plan era para los ELEAM formales, pero nos dimos cuenta de que es mucho más beneficioso ayudar a que los informales se regularicen.  

De cuidar guaguas a cuidar ancianos

El Hogar “Orfelina” existe desde hace 8 años. Es una casa de pisos brillantes y un jardín donde las hojas de las plantas brillan más que las baldosas. Inmaculado. En medio de la pulcritud, Rosa González, su dueña, la otra beneficiada con el apoyo de Piensa en Grandes y a punto de ser oficializada, cuenta: 

–Empezamos con esto, cuando murió mi mamá, Orfelina Arenas. Esta era su casa, que teníamos en arriendo, porque ella vivía conmigo. Murió a los 96. La nuera de Carmen, mi hermana y socia en esto, fue la que tuvo la ocurrencia de usar la casa para instalar un ELEAM. Somos 8 hermanos y, gracias a Dios, no tuvimos ningún problema. Todos nos dijeron que le echáramos para adelante. Así construimos más baños, ensanchamos las puertas. Arreglamos todo y partimos con 9 adultos mayores, después nos ampliamos para recibir a 12. Luego construimos dos piezas más y llegamos a 18. Desde hace 8 años, el negocio es mío y de Carmen.  

–¿Qué conocimientos tenías para hacerte cargo de personas mayores?

–Trabajé 33 años en el Sótero del Río, por eso, al comienzo, partimos atendiendo a los papás de mis compañeras del Hospital, que no tenían cómo hacerse cargo de sus mayores. Yo he sido TEN toda mi vida. Mi lugar de trabajo original era la maternidad, tenía funciones en pabellón como arsenalera. La verdad es que me movía por muchas partes. Por la necesidad de sacar adelante a mis cuatro hijos, “arsenaleaba” donde fuera. Los médicos me conocían y me recomendaban para clínicas privadas. Me hice muy conocida. Hoy mi hijo mayor tiene 43 y el menor 32, los dos son profesionales. El padre estuvo totalmente ausente, los saqué adelante sola.  

Es curioso que de trabajar en la maternidad, en el inicio de la vida, ahora lo hagas con personas que están al final de la existencia. ¿Qué reflexión te despierta este hecho?

–Nosotros nos hicimos cargo de mi mamá y este hogar es un homenaje a ella, mi viejita. Es un trabajo  duro, intenso, muy sacrificado. Nadie que no haya estado cerca de un adulto mayor no valente, se imagina cómo es. Hay que alimentarlo, moverlo, mudarlo, bañarlo, lavarlo. Es mucho más delicado que hacerse cargo de una guagua. Se requiere de un cuidado extremo. A veces les tomas las manos y las venitas capilares de inmediato se rompen y se les pone la piel morada. Hay que tener mucho manejo. Nadie se imagina, por ejemplo, lo que es alimentar a un adulto mayor con Alzheimer. Puede ser una prueba a la paciencia, una proeza. Uno aprende mucho de ellos, mucho más que de una guagua. De alguna manera, están todo el día probándote. En sus momentos de conciencia, te dicen cuestiones sorprendentes. 

Rosa trabaja con 6 personas, a las que se agrega su hermana Carmen. “Somos 8 para cuidar a 13 adultos mayores a los que les cobró 350 mil pesos mensuales, y hay dos “cuyas familias no pagan. Son gente que habla lindo pero muy chanta, y aquí tengo a sus familiares, bien tratados, igual que al resto. No los puedo echar a la calle”, dice Rosa, quien explica así que significa pasar a la formalidad.

–Para mí lograr la regularización es cumplir un sueño. Presenté mis papeles hace tres años y fui rechazada: me faltaban baños, la cocina no estaba apta, necesitaba más espacio para las personas postradas. Entonces no califiqué. Me faltaban cosas para cumplir las exigencias, siendo algunas de ellas muy tontas e inútiles, como el contar con un velador por residente, cuando la mayor parte de mis residentes no puede manipular un velador al lado de su cama. Es mucho más útil que las auxiliares les administren cajoneras con sus objetos personales. De repente, se centran en cosas sin sentido. Para mí el foco para funcionar debe ser que tengan una buena cama, que estén aseados, en un lugar cálido y tranquilo, que su ropa esté limpia y ordenada, que los quieran y traten con cariño y dignidad.  

¿Cómo evalúa el abogado Octavio Vergara, director del Senama, esta experiencia piloto desarrollada en Puente Alto? Se lo preguntamos y esto respondió: “El objetivo de este piloto, que se está trabajando con mucha participación del municipio, es poder establecer una estrategia de acompañamiento para el proceso de regularización. Estamos muy entusiasmados porque producto de este aprendizaje podremos llevar este proyecto a una escala mayor a lo largo de Chile”.

El trabajo, tanto en el Hogar “Paula” como en el Hogar “Orfelina”, pasó por la evaluación de siete dimensiones: los residentes, identificando su edad, niveles de dependencia, relación con sus familias y figuras significativas, información médica, entre otros aspectos; la infraestructura y el equipamiento de las casas donde funcionan, lo que significa determinar el número de metros cuadrados por residente, el cumplimiento de las normativas, el equipamiento clínico y la calidad de los espacios existentes; el establecimiento de redes con otros actores públicos y privados; la gestión administrativa; la gestión organizacional y la gestión del cuidado de los adultos mayores, donde se incluyen la alimentación, la higiene, la administración de medicamentos y un plan de desarrollo personalizado para cada uno, entre otros aspectos. Todo aquello de lo que se preocupaba el entrañable “Agente Topo” de la documentalista Maite Alberdi, si bien el hogar de la localidad de El Monte, donde se grabó la película, estaba regularizado. 

La séptima dimensión de la que se ocupa el piloto de Piensa en Grandes es la que tiene que ver con el manejo de la pandemia, que, aunque exista vacuna, hoy estén todos con sus dos dosis puestas y algunos de los residentes incluso hayan sobrevivido al COVID-19, lo que les da inmunidad, sigue siendo una cuestión crítica. 

Rosa lo expresa así: 

–Piensa en Grandes fue una bendición, en especial ahora, en pandemia, que ha hecho que todo se vuelva más difícil. Que la ayuda de los CESFAM (Centros de Salud Familiar), que en tiempos normales funciona muy bien, se haga menos regular. A nosotros nos atienden del CESFAM San Jerónimo y del Alejandro del Río de Puente Alto y, hasta antes de la pandemia, contábamos con médico, con curaciones, con todo tipo de asistencia, pero el COVID-19 puso todo de cabeza. Pasamos tres meses en cuarentena total, los que fueron muy duros. Debimos estar encerrados, dejar todo de lado. Yo misma me vine a vivir acá. Se me contagiaron 10 residentes, a los que tuve que aislar. En definitiva y en lo concreto, Piensa en Grandes me hizo pensar en grande mi empresa. Darme cuenta de que se puede optar a ayuda, que existen opciones de apoyo. Yo estaba cerrada a eso. Ahora sé que al estar regularizada, puedo optar a beneficios, lo que es bueno para mí, pero sobre todo para ellos. 

Publicidad

Tendencias