El Gobierno le puso extrema urgencia a un proyecto cuya única finalidad es sabotear el cambio con una nueva “ley de amarre”, que esterilice la nueva Constitución en materias económicas. Como se sabe, en el acuerdo que desactivó el estallido social y permitió el plebiscito constitucional, la derecha insistió en que la nueva Carta Magna “respete” los tratados comerciales en ejercicio. De ahí viene la urgencia de aprobar el TPP-11 antes de la nueva Constitución. Por eso, aprobarlo ahora no es más que ponerle una camisa de fuerza al proceso constituyente. Con el TPP-11 en ejercicio, la discusión económica en la Convención Constitucional –y mucho de la medioambiental–, se transformaría en mera retórica.
No hay caso. El Gobierno, la derecha y el empresariado usan cada oportunidad que tiene para volver a insistir en la misma majadería del TPP-11. Ahora, incluso, se aprovechan de la pandemia y de un escenario político lleno de otras controversias (como el royalty y el tercer retiro). De hecho, en el minuto que se declaró la nueva cuarentena y se decidió postergar las elecciones, el Gobierno volvió a poner extrema urgencia al proyecto en el Senado.
Una cosa es la real politik, otra bien distinta es aprovecharse en forma grosera de la pandemia, pues la nueva cuarentena hace imposible que la gente salga a manifestar su oposición al tratado y, la postergación de las elecciones les da más tiempo a sus candidatos para recuperarse de la resaca política que acarrearía la aprobación del TPP-11.
De esta manera, aquellos que quieren “parar del tiempo” instrumentalizan la pandemia para que les ayude a aprobar el TPP-11 en el Senado y así, sabotear la nueva Constitución, obstaculizar el cambio y congelar la política económica y un modelo que hace tiempo ya dio lo que podía dar (ver). De esta forma podrían continuar viviendo de las rentas fáciles que les da la naturaleza, de la manipulación del mercado y del poder continuar sacando sus platas a paraísos fiscales y eludir impuestos.
[cita tipo=»destaque»] En esto del TPP-11 hay también un problema generacional: existe toda una generación de empresarios, políticos, “expertos” y burócratas (todos los “duros para jubilar”) que hacen todo lo posible con medidas como el TPP-11, por evitar que una nueva generación les demuestre en el hecho que era perfectamente factible hacer todo aquello que ellos se pasaron la vida insistiendo que era “impensable”. No hay cosa que el pasado de moda odie más, que el ser expuesto en su intranscendencia. Y también como ya he escrito, el analfabeto del siglo 21 no es el que no sabe leer o escribir, o el que no sabe aprender, sino el que no sabe “des-aprender” para poder “re-aprender”.[/cita]
Y para ello, de seguro cuentan con el apoyo de los senadores “con cuello” de la oposición, aquellos cuyas pre-candidaturas presidenciales fueron descarriladas por el estallido social (como es el caso de Insulsa y Lagos Weber, pues habían puesto todas sus fichas en el ser reconocidos por la derecha como “hombres de Estado”).
“Hemos escuchado”, decía Piñera en la puerta de la Moneda en medio del estallido social. Se le olvidó decir a quien… Y ahora el Gobierno le pone extrema urgencia a un proyecto cuya única finalidad es sabotear el cambio con una nueva “ley de amarre”, que esterilice la nueva Constitución en materias económicas.
Como se sabe, en el acuerdo que desactivó el estallido social y permitió el plebiscito constitucional la derecha insistió en que la nueva Constitución “respete” los tratados comerciales en ejercicio. De ahí viene la urgencia de aprobar el TPP-11 antes de la nueva Constitución. Por eso, aprobarlo ahora no es más que ponerle una camisa de fuerza al proceso constituyente.
Con el TPP-11 en ejercicio, la discusión económica en la asamblea constituyente y mucho de la medioambiental, se transformaría en mera retórica. Como cuando los monjes de Bizancio discutían cuántos miles de ángeles cabían de pie en la punta de un alfiler (el otro tema predilecto era si las mujeres tenían alma). De ser así, diga lo que diga la nueva Carta Fundamental, regirá lo que dice el TPP-11. De aprobarse después, al menos mandaría lo que diga la nueva Constitución. De ahí la prisa de la élite local; pero como bien decía Lamarca, la prisas pasan, pero las consecuencias quedan.
¿Por qué será que pase lo que pase, cueste lo que cueste (y pese a quien le pese), hasta ahora nuestra oligarquía siempre han podido rediseñar los nuevos escenarios post shocks políticos o económicos, así poder continuar con lo único que sabe hacer: “el más de los mismo” en cuanto al rentismo fácil?(Ver). Ya lo hizo después del mega-colapso del ’82 y después del retorno a la democracia y ahora, quiere hacer lo mismo después del estallido social. Esta capacidad “para persistir” de la oligarquía, es lo que ha hecho que hasta ahora su proceso de dominación haya sido algo similar a lo que en estadística llamamos “un proceso estacionario”: impactos desestabilizadores solo tendrían efectos temporales.
Con esta finalidad, cuando en democracia la élite capitalista -dejemos el tema de que si realmente es capitalista para otra ocasión- siempre hace lo mismo, limita el cambio y debilita al Estado imponiendo amarres constitucionales “buchanianos” (a lo TPP-11) y rediseña su estrategia distributivas, absorbiendo elementos de ideologías opuestas, para mantener la suya hegemónica (como ahora lo hace con la necesidad de protección social).
Como ya he analizado en detalle en otras columnas, los distintos aspectos del TPP-11, incluido su letra chica, no es necesario repetir aquí ese análisis (ver por ejemplo El Mostrador y Ciper). Aquí solo quiero transparentar sus incongruencias haciendo algunas preguntas.
1.- ¿Por qué será que ahora los tratados comerciales se tergiversan, transformándolos en meros instrumentos para aprobar otras cosas (en el caso del TPP-11, por ejemplo, una serie de derechos corporativos absurdos e ineficientes), los cuales se esconden bajo las faldas de lo comercial? Esto último pasa a ser un mero envoltorio del engendro, la carnada para que piquen los ingenuos y los oportunistas.
2.- ¿Por qué será que ahora tantos en la derecha “nacionalista” están felices de ceder soberanía por secretaría?
3.- ¿Quedará alguien en la derecha o en el empresariado o entre tanto “experto” que todavía le interese saber de qué se trata realmente el capitalismo? ¿Creerán realmente que se trata de “protección para unos, mercados desregulados para los demás”? ¿“Rentas fáciles para unos, sudor y lágrimas para los demás? “¿Poder manipular mercados a destajo por unos, transferir los costos de dicha ineficiencia en los demás? Y cómo ha transparentado la pandemia, ¿exuberancia financiera desenfrenada para unos, desastre absoluto para los demás (ver)?
4.- ¿Por qué será necesario sacar de nuestras cortes profesionales los litigios entre el Estado chileno y las corporaciones (extranjeras y chilenas) y trasladarlas a cortes “internacionales” de fantasía [ISDS], donde los abogados de las corporaciones pueden ser jueces y partes en dichos litigios (Capítulo 28 del TPP)? Cortes que hasta la OECD ha criticado por estar en general en el bolsillo de las multinacionales y a donde a mayor tamaño de la corporación, más probabilidad de ganar el litigio.
Algo obvio que debería decir nuestra nueva Constitución es que los litigios que envuelven al Estado chileno, solo pueden ser dirimidos en cortes chilenas. Es lo menos que se le puede pedir a un país que pretende ser nación.
5.- ¿Por qué habrá que repetir y repetir la “fake news” de que en otros países el TPP-11 se aprobó sin mayor controversia? ¿Por qué esconder, por ejemplo, que la primer ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Arden, al igual que su partido laborista, cuando en oposición, fueron los más ferviente opositores del TPP-11? Y por razones similares a las que se expresan en esta columna. Y que ahora como primer ministra todavía llama a las cortes de fantasía del TPP-11 en la forma más derogatoria posible (usando jerga nueva-zelandesa, las llama “a dog”).
6.- ¿Por qué en el TPP-11 las corporaciones pueden demandar al Estado en dichas cortes de fantasía, pero los estados no pueden hacer lo mismo con las corporaciones? ¿Qué sentido podría tener una asimetría de esa magnitud?
7.- Y siguiendo con las asimetrías, ¿por qué será que todos los nuevos “derechos corporativos” que entrega el TPP-11, como aquellos relacionados a lo que ahora se llama eufemísticamente “expropiación indirecta” (esto es, cualquier cambio legal o de política económica que afecte la rentabilidad de las corporaciones), estén inscritos a fuego en el texto del tratado, pero las “obligaciones recíprocas” de las corporaciones se definan solo como “voluntarias”?.
En lo del resguardo al medioambiente, por ejemplo, el TPP-11 solo “alienta” a las corporaciones “a que adopten voluntariamente su responsabilidad social en dicho aspecto” (artículo 201.10) y solo “alienta” a las corporaciones a que adopten el uso de mecanismos “flexibles y voluntarios para proteger los recursos naturales y el medio ambiente …” (201.11).
8.- ¿Qué sentido podrá tener que cada vez que la lógica del desarrollo nacional y la del capital globalizado (tanto nacional como extranjero) sean diferentes, incluso contradictorias, sea la del capital globalizado la que prevalezca? (Ver por ejemplo ).
9.- ¿Si en un mundo de equilibrios múltiples la democracia no es más que la capacidad para escoger entre alternativas reales, qué sentido puede tener el utilizar mecanismos tramposos como el TPP-11 para limitar nuestra capacidad (y libertad) para escoger?
Como ya he dicho varias veces (ver), nuestra nueva Constitución tiene que ser precisamente “habilitadora” en lo económico. Esto es, que no se case con ningún «modelo» específico de desarrollo, por seductor que este pudiese ser, sino que cree espacios para que dentro de ella se pueda implementar una amplia gama de posibles estrategias de desarrollo. El neo-liberalismo nació con el slogan del “free to choose”, pero en el minuto que llegó al poder se transformó en el opuesto: en el peor impedimento a eso y, por tanto, en el peor enemigo de la democracia.
10.- ¿Cuándo será que las grandes corporaciones chilenas (grandes solo por tamaño) van a sacar el habla y reconocer que ellas son las que más se beneficiarían con el TPP-11? ¿Se han dado cuenta cómo estas han brillado por su ausencia en el debate del TPP-11?
¿Qué tal reconocer al menos que con el TPP-11 van a tener el derecho a veto al cambio (por hacerlo imposible de caro por las compensaciones que habría que pagar), pues corporaciones chilenas podrán demandar al Estado chileno en cortes internacionales por materias internas de nuestro país? (Lindo regalo para nuestros “neofóbicos” de siempre, con su miedo perenne a lo nuevo).
11.- ¿Por qué será tan difícil que nuestra oligarquía entienda que lo nuevo tampoco es tan terrible? (Solo implicaría, como en Corea y Taiwán, el tener que vivir de utilidades operativas; utilidades que tendrían que obtener por hacer algo socialmente útil, como la absorción tecnológica para la diversificación productiva. Es cierto que para eso, a diferencia de ahora, van a tener que invertir una proporción elevada de su ingreso, pero eso tampoco es tan espantoso… Y si quieren seguir viviendo de las rentas, ningún problema, pero éstas tendrían que ser las asociadas a la innovación y no a las rentas fáciles de ahora (tipo recolectar la fruta que está al alcance de la mano y el poder para distorsionar mercados a gusto). En nuestro modelito, ya más que obsoleto, la inversión en investigación y desarrollo es solo el 2% de lo que hace Corea; y apenas un tercio de eso lo hace el sector privado (en Corea es el 80%).
En términos de Dauglas North, se trataría de transformar nuestro “régimen de acceso limitado” ―donde una pequeña élite, nacional y extranjera, puede dividirse el control de las rentas fáciles, y bloquear el acceso de otros― por uno de “acceso abierto”.
12.- ¿Qué tal transparentar que si bien el TPP-11 reconoce algunos derechos laborales, entre ellos no están el derecho a pre y posnatal, al de las vacaciones o el derecho a huelga? (Cosas como estas es por qué es fundamental que el TPP-11 no se apruebe antes de la nueva Constitución, pues de pasar eso la amarra en este tipo de materias).
Y las preguntas pueden seguir y seguir, como ¿Cuál es el sentido que en el comercio electrónico las grandes corporaciones podrán tener aún más derecho a mal usar la información que recolectan de nosotros (Capítulo 14)? O ¿por qué hay que transformar a las empresas públicas en corporaciones eunucas? y ¿por qué no reconocer que en lo comercial solo se gana algo mínimo, pues Chile ya tiene tratados comerciales con los otros 10 países del TPP?
Todas estas preguntas son obvias y sus respuestas son siempre las mismas: las grandes corporaciones fueron las que escribieron los borradores de los principales capítulos del TPP-11 a su gusto. Habría que ser demasiado masoquista para darles voluntariamente en el gusto.
Además, como ya he dicho antes, en esto del TPP-11 hay también un problema generacional: existe toda una generación de empresarios, políticos, “expertos” y burócratas (todos los “duros para jubilar”) que hacen todo lo posible con medidas como el TPP-11, por evitar que una nueva generación les demuestre en el hecho que era perfectamente factible hacer todo aquello que ellos se pasaron la vida insistiendo que era “impensable”. No hay cosa que el pasado de moda odie más, que el ser expuesto en su intranscendencia. Y también como ya he escrito, el analfabeto del siglo 21 no es el que no sabe leer o escribir, o el que no sabe aprender, sino el que no sabe “des-aprender” para poder “re-aprender”.
Desde el punto de vista de su potencial de desarrollo (y usando términos prestados del psicoanálisis), tal vez lo que realmente caracteriza al Chile de hoy (y a América Latina en general) -especialmente a sus principales actores privados y públicos que buscan esconder sus intereses mediocres detrás del TPP- es su adicción a una vida empobrecida. Quizás esto es realmente contra lo cual se rebeló la gente, en especial la juventud, nuestros pueblos ancestrales, y el movimiento feminista, en octubre del 2019.