Publicidad
Chile, un negocio atendido por sus propios dueños o la necesidad urgente de rescatar la dignidad presidencial Opinión

Chile, un negocio atendido por sus propios dueños o la necesidad urgente de rescatar la dignidad presidencial

Publicidad
Diego Ancalao Gavilán
Por : Diego Ancalao Gavilán Profesor, politico y dirigente Mapuche
Ver Más

El Presidente Piñera pasará a la historia, pero como un Presidente que se dio el gusto de llegar a La Moneda, incluso en dos ocasiones, pero que tuvo la incapacidad de leer bien el momento en que le tocó gobernar. La pobreza, la desigualdad, la exclusión de los pueblos originarios y hasta el sistema de pensiones, son resultados de decisiones políticas, respaldadas por la acción o la omisión de todo el arcoiris político. La pregunta no es si el mercado es bueno o malo, sino al servicio de quien está y si su capacidad de generar riqueza contribuye efectivamente a avanzar hacia el bien común. Necesitamos una economía, que no dependa sólo del tamaño de nuestro producto interior bruto, sino de la distribución justa de sus frutos y de la capacidad de ofrecer oportunidades a todas las personas. Hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antepasados y hoy somos los guardianes de este legado, que ofrecemos a todos los habitantes de esta tierra. Quien lee esta columna sabe que a los mapuche, no nos viene bien someternos a las injusticias ni la esclavitud, no las aceptamos, la combatimos y por eso nos levantamos nuevamente, porque somos amalgama de tierra e historia, y porque el pasado no pasa, sino que mira con nuestros ojos, con ojos siempre nuevos.


El escritor y matemático inglés, Lewis Carroll, escribió en 1865 el libro “Alicia en el país de las maravillas”, que equivocadamente muchas personas consideran una obra puramente infantil. En un pasaje, la protagonista, se ve enfrentada a la necesidad de optar por varios caminos. Le pregunta al gato: “¿qué camino debo tomar para salir de aquí?”, “Eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar, dijo el gato”.

La escena puede parecer banal. Sin embargo, no es insignificante saber escoger el camino correcto, para ir al lugar deseado. La dificultad aquí, es reconocer que no es posible tomar dos caminos al mismo tiempo, en el intento absurdo de tratar de llegar a dos objetivos a la vez.

Nuestro insondable Presidente de la República ha pretendido incluso recorrer dos caminos opuestos en un solo acto y llegar al objetivo que ha soñado. Esos dos caminos que busca recorrer son el del dinero y la política. El primero lo ha cumplido con éxito y ha logrado acumular todo el dinero que ni él ni sus herederos podrían gastar en varias generaciones futuras.

El segundo camino lo ha transitado disfrazado de servidor público y de político desinteresado. Pero resulta muy evidente que este disfraz le queda incómodo y cada día le cuesta más el ejercicio de maquillarse por las mañanas, para salir a gobernar, sin que se descubran sus verdaderas intenciones, las deja al descubierto a cada instante. Como el alacrán, no puede evitar el acto de enterrar su aguijón, incluso a quienes lo están tratando de ayudar.

El gran problema de todo esto, es que las dos almas que habitan en el Presidente, han terminado por demoler la autoridad y la dignidad de la presidencia de la República. Si sumamos a esto, la profunda decepción de nuestro pueblo en el sistema político, los partidos y sus líderes de todo el arco ideológico, el cuadro se transforma en el mayor riesgo a la democracia desde la entronación de la dictadura.

En efecto, Piñera pasará a la historia, pero como un Presidente que se dio el gusto de llegar a La Moneda, incluso en dos ocasiones, pero que tuvo la incapacidad de leer bien el momento en que le tocó gobernar y que optó por arrastrar a todo un país bajo sus instintos más básicos, sin escuchar a nadie y creyendo que estaba en la presidencia de un holding empresarial.

Gobernar supone la estatura humana de Ángela Merkel o Pepe Mujica, de visiones muy distintas, pero con algo en común: sus capacidades de servir a sus pueblos con absoluta dedicación a promover el bien común y entendiéndose a sí mismos, como depositarios de una confianza que no puede traicionarse, sin traicionar las convicciones más profundas que le dan sentido a lo público. Hace pocos días, por ejemplo, Merkel reiteró que dejaría de ser la canciller alemana en septiembre y la gente, salió espontáneamente a las puertas de sus casas, a los balcones y a las calles a aplaudirla por largos minutos, como un homenaje merecido a quien reconocieron como su legítima representante.

Cuando el presidente Piñera entregue el cargo, es probable que la gente salga a los balcones, no precisamente a aplaudirlo.

Es bien sabido que estamos en medio de una crisis. Nuestra economía se ha quebrado profundamente, no solo por los efectos nocivos de la pandemia, sino principalmente como consecuencia de un modelo de desarrollo sustentado en la codicia y la irresponsabilidad de quienes nos han gobernado. Esa situación, en todo caso, también se ha debido a nuestra incapacidad colectiva de elegir a quienes sean verdaderamente capaces de llevar el país a una nueva concepción de desarrollo, donde nadie se quede atrás, donde lleguemos todos juntos y que a nadie le falte nada.

Tal vez aun más profunda es la crisis de confianza institucional. Resulta una especie de insulto, que quienes tienen en crisis a la política, la educación, la salud, las pensiones y tantos otros, sean quienes nos den lecciones de ética.

En el análisis de la coyuntura, se aprecian las lógicas de la casta política y grupos de interés económico, que utilizan a los partidos políticos y sus líderes presidenciales y parlamentarios, como una especie de agentes, para defender sus intereses personales, por ende mezquinos, a costa del sacrificio de las grandes mayorías empobrecidas y sumidas en la desesperanza.

La pobreza, la desigualdad, la exclusión de los pueblos originarios y hasta el insostenible sistema de pensiones, son resultados de decisiones políticas, respaldadas por la acción o la omisión de todo el arcoiris político, que ha dejado a Chile entre dos derechas, la de herencia pinochetista y la derecha democrática, de la Concertación y sus juventudes del Frente Amplio. Al final, las víctimas directas de toda la casta política que ha administrado el poder como el juego de la “silla musical”, han sido los niños y las niñas del Sename, las mujeres, los pobres, los indígenas, los migrantes, las personas de tercera edad y un sinnúmero de minorías que hoy luchan por ser escuchados.

Me parece esencial que asumamos el principio de “prohibido olvidar”, para evitar aquello que hace más de 200 años denunciaba Voltaire, cuando decía que «La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria». Es esto lo que debemos cambiar.

Pero la constatación de estas realidades, lo único que ha logrado, es unir a todas y todos los excluidos de un sistema injusto y reavivar nuestra esperanza. Por encima del miedo y la aparente derrota ante la ausencia de nuevas utopías, quienes están fuera del pacto social, hoy se levantan para exigir dignidad, y respeto. Por ellas y ellos, estamos aquí, levantando las banderas del buen vivir, como expresión de la fraternidad humana, que debe imperar en un futuro posible y cercano.

Esa esperanza que se abre camino, encuentra en mi pueblo mapuche un ejemplo poderoso. Nuestros antepasados empeñaron la vida en mantener vivo al pueblo mapuche, como también lo hicieron algunos de los padres del Estado de Chile, como O´Higgins y Freire, que fueron capaces de reconocernos legalmente, como un principio básico para la unidad de Chile desde la efectiva vigencia de su plurinacionalidad.

Hoy nos encontramos nuevamente en un momento crucial de la historia, en que gobierna el imperio del dinero, el individualismo y la competencia despiadada, expresada en la figura de nuestro Presidente-empresario. Frente a esta realidad, debo decir que los pueblos indígenas jamás habrían puesto la utilidad económica por sobre la vida de los hombres y mujeres de la madre tierra. Sepa bien, que nosotros los mapuche, jamás habríamos asesinado la naturaleza como se hace hoy, con un desprecio absoluto por el valor de toda la vida, y jamás habríamos esclavizado a las personas como ocurre aun.

En esos momentos difíciles, en que nos debatimos entre la vida y la muerte, entre la esclavitud y la dignidad intransable, el pueblo mapuche y los pueblos originarios, se restablecen como naciones que “no ha sido por rey jamás regida ni a dominio extranjero sometida”. Esa sangre, está también fluyendo en el chileno mestizo que tampoco ha sido invitado a la mesa del poder. Esa fuerza ancestral se encuentra en todas y todos nosotros y es la que ha empuja a esa madre llena de coraje a sacar a su familia adelante, en la periferia de la capital, y contra toda adversidad. Es ella, y es usted, quien nos ha puesto aquí.

Continuamos el viaje de nuestras y nuestros libertadores, que nos reclaman la instalación de un país orgulloso de su diversidad y capaz de darles prosperidad a todos sus hijos e hijas. ¿Por qué la riqueza de nuestra tierra generosa se ha concentrado a niveles intolerables? Aquí emerge una vez más la figura de Sebastián Piñera, que buscando proteger sus intereses económicos y la de sus amigos, simplemente ignora el sufrimiento a todo un país.

Hoy cabe preguntarse, ¿dónde está el poder? El poder reside hoy en el lugar al que siempre ha pertenecido, en cada uno de nosotros y nosotras. Moisés Naim decía que “Hoy en día, lo que está transformando el mundo, no está relacionado con la rivalidad entre mega actores, sino con el asenso de los micro poderes y su capacidad de desafiar a los poderosos con éxito”. Esta frase podría ser una sentencia académica o un simple deseo, si no fuera porque es la gente común la que quiere representarse a sí misma y ya no está dispuesta a delegar su cuota de poder en quienes la han traicionado una y otra vez.

Los ciudadanos y ciudadanas hemos construido un camino propio, con un proyecto político que nace desde abajo, desde las raíces. Lo que no entienden aun los conspicuos pero desconcertados miembros de la casta política, es que el terreno que pisan ha cambiado y que las manidas discusiones políticas que nos han intentado “vender” ya no sirven.

Son las preguntas las que cambiaron. La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestros políticos de gobierno y oposición hacen demasiado o poco, sino más bien, si sirven realmente de algo. Ellos están invitados a construir un nuevo país, pero nunca más desde el control omnímodo del poder.

La pregunta no es si el mercado es bueno o malo, sino al servicio de quien está y si su capacidad de generar riqueza contribuye efectivamente a avanzar hacia el bien común. Necesitamos una economía, que no dependa sólo del tamaño de nuestro producto interior bruto, sino de la distribución justa de sus frutos y de la capacidad de ofrecer oportunidades a todas las personas, no por caridad, sino porque es la vía más firme hacia nuestro Buen Vivir.

Hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antepasados y hoy somos los guardianes de este legado, que ofrecemos a todos los habitantes de esta tierra. Quien lee esta columna sabe que a los mapuche, no nos viene bien someternos a las injusticias ni la esclavitud, no las aceptamos, la combatimos y por eso nos levantamos nuevamente, porque somos amalgama de tierra e historia, y porque el pasado no pasa, sino que mira con nuestros ojos, con ojos siempre nuevos.

Hoy tendemos la mano fraterna a todas las personas de buena voluntad, para alzarnos con una voz de ayer y de siempre: “otra vez hoy la tierra se levanta”, como lo señalo proféticamente mi ancestro Pelantaru.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias