A tres años de la promulgación de la Política Oceánica Nacional, es preocupante que aún no se apruebe el referido programa oceánico. Esto, que debiera ser una prioridad para nuestras autoridades, sólo deja en evidencia la carencia de liderazgo y visión de largo plazo de nuestra Cancillería. Resulta inexplicable, además, la ausencia del programa oceánico en el contexto de nuestras relaciones vecinales. En efecto, nuestro país desea profundizar, inexplicablemente, las relaciones con Bolivia, para quien sus aspiraciones marítimas son irrenunciables, mientras que Argentina avanza, a pasos agigantados, en sus aspiraciones territoriales en el Mar Austral, ante la pasividad de la Cancillería. Las prioridades de nuestra política exterior son, a veces, difíciles de entender. Este es un buen ejemplo. Chile, potencia marítima. ¿Sueño o realidad?
El Mes del Mar no sólo es un momento propicio y necesario para recordar la epopeya del Combate Naval de Iquique y el legado inmortal de Prat y sus hombres. Es también una fecha para reinvindicar y destacar la importancia geopolítica del océano para nuestro país, lo que requiere, ante todo, de una sólida y profunda conciencia marítima de todos los chilenos. ¿Qué tan lejos o cerca estamos de concretar ese sueño o aspiración?
Chile tiene una clara vocación marítima y antártica, tal como lo refleja la Política Oceánica Nacional (PON), promulgada el año 2018 como una política de Estado. Se trata de una iniciativa estratégica, que fue fruto del trabajo mancomunado de representantes de diversos sectores del país, para transformar a nuestro país en una potencia marítima. Para ello, se delinearon cinco ejes estratégicos para dar respuestas a los problemas sociales, ambientales, económicos y de seguridad vinculados a la temática sectorial: conservación del océano y sus recursos; desarrollo económico; seguridad y océano; seguridad y océano; océano y territorio; y desarrollo científico.
Y como en toda política, se establecieron objetivos y acciones a desarrollar, delegando la fijación de una hoja de ruta en el Consejo de Ministros para la creación de la Política Oceánica de Chile (CMPO), integrado por las carteras de Relaciones Exteriores, Defensa, Economía, Transportes y del Medio Ambiente. Para tal efecto, al referido comité interministerial le corresponde la tarea de proponer al presidente de la República un programa oceánico nacional que establezca la implementación, actualización, seguimiento y cumplimiento de la política oceánica.
A tres años de la promulgación de la Política Oceánica Nacional, es preocupante que aún no se apruebe el referido programa oceánico. Esto, que debiera ser una prioridad para nuestras autoridades, sólo deja en evidencia la carencia de liderazgo y visión de largo plazo de nuestra Cancillería. Resulta inexplicable, además, la ausencia del programa oceánico en el contexto de nuestras relaciones vecinales. En efecto, nuestro país desea profundizar, inexplicablemente, las relaciones con Bolivia, para quien sus aspiraciones marítimas son irrenunciables, mientras que Argentina avanza, a pasos agigantados, en sus aspiraciones territoriales en el Mar Austral, ante la pasividad de la Cancillería. Las prioridades de nuestra política exterior son, a veces, difíciles de entender. Este es un buen ejemplo. Chile, potencia marítima. ¿Sueño o realidad?
El programa oceánico se convierte, así, en un instrumento estratégico y esencial para abordar los desafíos, presentes y futuros, que representa el océano Pacífico, incluyendo el Mar Austral y las aguas antárticas, para la proyección internacional de Chile como potencia marítima. Aunque nos hayamos quedado dormidos en los laureles, aún estamos a tiempo de impulsarlo. Más vale tarde que nunca. Renunciar a hacerlo, no sólo puede frustrar nuestro sueño de ser un país marítimo, sino que, además, confirmará que la desafección ciudadana con la clase política, es plenamente justificada.