Lo del 13 de junio fue el primer paso, falta aún el fortalecimiento de la descentralización fiscal, la disminución de atribuciones de gestión que tiene el delegado presidencial regional y el aumento sostenido de competencias con pertinencia territorial para las regiones. Me declaro disfrutando este momento histórico: el centralismo comienza su retroceso lentamente. Por eso creo que emborracharse mucho tiempo con el análisis de los resultados formales de esta elección, parece no muy convincente, porque su principal valor es simbólico, es su concreción, es la existencia de gobernadores(as) electos(as). Por fin iniciamos el camino, el camino hacia un Chile regional y descentralizado.
Una vez concluida la histórica elección de gobernadores(as) regionales en Chile, el domingo por la noche se comenzaron a sacar cuentas positivas y negativas desde distintas perspectivas. Por cierto, las cuentas alegres corrieron por parte de Unidad Constituyente, conglomerado donde la Democracia Cristiana y el Partido Socialista fueron los principales ganadores.
Las cuentas tristes estuvieron por el lado del Gobierno y Chile Vamos, quienes sufrieron una derrota humillante. Otro factor preocupante fue la baja participación electoral, que a nivel país estuvo cercana al 20%.
Existen otros análisis más santiaguinos y presidenciales, como el efecto de la batalla de los buenos contra los malos, los ángeles contra los demonios, ante lo cual, si bien es cierto es relevante para algunos, me quiero concentrar en otros aspectos que hacen de esta elección algo especial para las regiones.
Creo necesario relevar dos factores de esta elección. El carácter histórico y el factor territorial institucional que se dio en la mayoría de los triunfos de gobernadores y gobernadoras regionales.
Respecto al componente histórico, no me cansaré de repetir este argumento. No por reiterarlo sin razón alguna, sino porque ser el penúltimo país OCDE en elegir autoridades regionales, tiene su principal fundamento en la normalización histórica que tiene el centralismo entre los partidos y líderes de todos los conglomerados políticos. Parece increíble, pero hasta hace poco resultaba normal que en regiones tengamos autoridades designadas con atribuciones y responsabilidades ejecutivas a nivel territorial. El domingo se logró romper esa “anomalía normalizada”, poniendo fin a un ciclo histórico con predominio del centralismo político y gubernamental sobre las regiones.
Por lo tanto, para iniciar un nuevo ciclo de la descentralización, su partida no debe estar sujeta a un debate sobre el porcentaje de la participación electoral con el que fueron elegidos los gobernadores regionales, sino que principalmente por la existencia misma de estas nuevas autoridades políticas. Costó tanto concretar esta elección, años, décadas, pasaron generaciones de líderes y académicos regionalistas, incluso resultaba humillante ver cómo líderes de distintos sectores políticos intentaban, una y otra vez, posponer o simplemente anular la posibilidad de que las regiones tuvieran representación política.
Pues bien, el domingo hubo un triunfo histórico, simbólico, real, que no tiene parangón en Chile, dado que no triunfaron ni buenos ni malos, ni ángeles ni demonios, ganaron las regiones. Simplemente se dio el primero y más importante paso de cara al fortalecimiento político de la descentralización del Estado en Chile.
Otro aspecto relevante fue el carácter territorial de los(as) gobernadores(as) electos(as). No es menor que 6 gobernadores regionales hayan sido previamente intendentes regionales, otros 6 hayan sido consejeros regionales, y tanto el gobernador de Valparaíso como la gobernadora de Coquimbo hayan tenido un trabajo territorial y social previo, defendiendo y visibilizando causas asociadas a respetar el territorio y alcanzar un desarrollo territorial sustentable. Esto merece una especial atención, ya que de alguna manera la ciudadanía premió en los(as) candidatos(as) el conocimiento de las regiones, la proximidad y la cercanía que implica hacer trabajo territorial previo.
Pues bien, el domingo también ganó el territorio, aquella dimensión de la política en ocasiones subvalorada y que muchas veces trae consigo la defensa de genuinos intereses territoriales que históricamente se invisibilizan o se ven subordinados por las fuerzas del centralismo político. Este perfil “territorial” de autoridades regionales electas, hacen avizorar, a partir de esta elección, un futuro prometedor para profundizar la descentralización con enfoque y perspectiva territorial.
Lo del 13 de junio fue el primer paso, falta aún el fortalecimiento de la descentralización fiscal, la disminución de atribuciones de gestión que tiene el delegado presidencial regional y el aumento sostenido de competencias con pertinencia territorial para las regiones. Me declaro disfrutando este momento histórico: el centralismo comienza su retroceso lentamente. Por eso creo que emborracharse mucho tiempo con el análisis de los resultados formales de esta elección, parece no muy convincente, porque su principal valor es simbólico, es su concreción, es la existencia de gobernadores(as) electos(as). Por fin iniciamos el camino, el camino hacia un Chile regional y descentralizado.