Con el último nuevo feriado Chile se posiciona como el tercer país de la OCDE con más de estos en un año, superado solo por Japón (19) y Colombia (18), consolidando así su preocupante tendencia a aumentar feriados en vez de días de vacaciones, completamente al revés de lo que hacen países como Alemania, Nueva Zelanda y Finlandia, cuyos modelos son utilizados como referentes. Así, el nuevo feriado va en contra de las tendencias de la OCDE de otorgar más vacaciones a disposición de los trabajadores, en vez de días feriados fijos. El argumento clave para preferir más días de vacaciones que días feriados es el de evitar dañar la productividad y la capacidad de generar valor agregado del país, debido al aumento de los feriados irrenunciables. Pero nada de esto hoy parece preocuparles ni a la ciudadanía ni a los honorables parlamentarios que deberían velar por el bienestar de todos. En fin, como nos advertía Ezra Taft Benson, “somos libres de elegir, pero no somos libres de alterar las consecuencias de nuestras decisiones”.
Durante estos días, se han revelado dos hechos que evidencian el deplorable estado de la competitividad del país y nuestra verdadera actitud respecto al crecimiento económico. Primero, el ranking de competitividad global se ha anunciado hace algunos días y el país lamentablemente ha perdido seis lugares allí, cayendo a la peor posición histórica desde que se tenga registro. Segundo, la aprobación del Senado del nuevo feriado relacionado con el “Día de los pueblos indígenas”. Veamos cómo se relacionan estos dos hechos y cómo, en conjunto, arrojan ciertas luces respecto a nuestro descompuesto estado de competitividad económica.
Primero, con relación al mencionado ranking de competitividad económica, el centro suizo Institute for Management Development (IMD) –centro académico de estudios relacionados con las empresas y los negocios– ha publicado su conocido World Competitiveness Yearbook, que es el ranking de competitividad más conocido en el mundo junto al índice de competitividad global (GCI) del Foro Económico Mundial. El Anuario de Competitividad Mundial de IMD (WCY) es el informe anual líder sobre la competitividad de los países y ha sido publicado desde 1989. Este compara el desempeño de 64 economías basándose en más de 330 criterios que miden diferentes facetas de la competitividad.
Pues bien, en dicho informe se revela que el país bajó al lugar 44 del mundo, de 64 países analizados, retrocediendo en tres de los cuatro pilares de competitividad que conforman el ranking. El análisis de competitividad se basa en cuatro criterios fundamentales:
1) Desempeño económico: evaluación macroeconómica de la economía nacional, tendencias de empleo y precios.
2) Eficiencia del Gobierno: grado en que las políticas gubernamentales conducen a la competitividad.
3) Eficiencia empresarial: grado en el que el entorno alienta a las empresas a actuar de manera rentable y responsable.
4) Infraestructura: grado en que los recursos básicos, tecnológicos, científicos y humanos satisfacen las necesidades de las empresas.
De estos cuatro criterios, Chile cayó de posición en tres de ellos. Primero, en el desempeño económico, nuestro país bajó de la posición 50 a la 53 en el ranking global, debido al pobre desempeño de las variables empleo (posición 61) y precios (23). Así, las debilidades más acentuadas están, según el informe, en nuestra capacidad de creación de empleo en el largo plazo, en el turismo y en la complejidad económica de la producción. Segunda variable a la baja fue la eficiencia del Gobierno, que pasó del lugar 20 al 22, pero que sigue siendo, de todas formas, el mejor pilar de Chile. La baja de esta variable fue producto de “las finanzas públicas”, que pasaron del lugar 10 del ranking global al 15, mientras que el factor “marco institucional” cayó drásticamente en 7 posiciones, desde el 19 al 26. Finalmente, el tercer pilar a la baja fue la eficiencia de negocios que también anotó una caída, pasando del lugar 37 al 40 del ranking global, debido a las bajas en las variables “mercado laboral” (46) y a las “finanzas” (32). Entonces, el único pilar en el que Chile no retrocedió este año fue en el de infraestructura, en el cual seguimos estancados muy abajo en la tabla (el lugar 45 de 64 del mundo).
A nivel global, el índice de competitividad es hoy liderado por Suiza, seguido por Singapur. En segundo lugar se ubicó Suecia, seguido por Dinamarca y los Países Bajos, países a los cuales siempre queremos compararnos e imitarlos, pero no hacemos absolutamente nada en materia económica para parecernos a ellos. El último país del ranking es hoy Venezuela, que se mantiene como aquel con el peor nivel de competitividad global. No es de extrañar entonces que la semana pasada Nicolás Maduro, en una entrevista para Bloomberg, haya salido prácticamente a implorar a los inversionistas extranjeros que volvieran a Venezuela.
En síntesis, Chile va de mal en peor en materias de competitividad y, al posicionarse hoy 44 a nivel mundial, muestra un retroceso de seis lugares respecto a los resultados del año pasado. El informe 2021 muestra además que, a pesar de una leve mejora registrada en el 2020, la tendencia de nuestra competitividad ha sido siempre a la baja desde el 2011. Como lo ha reconocido el vicedecano de la FEN, el economista Enrique Manzur, “lo que uno observa cuando ve el largo plazo, es que en los primeros 10 años, desde 2001 hasta 2011, estuvimos entre 26 y 23 con pequeñas variaciones, pero bien competitivos. Después, de 2012 en adelante, vemos una caída que es más bien sistemática. Chile ha perdido competitividad y esto tiene que ver con que el país se está quedando estancado”.
Lo más dramático de nuestra situación de competitividad relativa, es cuando esta se analiza de forma dinámica y a lo largo del tiempo, pues en el 2005 Chile se ubicaba en el lugar 19 del ranking mundial y hoy apenas en el 44. Es decir, una caída estrepitosa de 25 posiciones en menos de 20 años. Esto es casi una caída en picada relacionada con nuestra competitividad.
Dicha caída no debería ser una sorpresa para nadie, pues, como ya he advertido en otras columnas en El Mostrador de forma reiterada (ver aquí), Chile hace más de una década que viene cayendo constante y sistemáticamente en casi todos los rankings conocidos del mundo relacionados con: libertad económica, facilidades para hacer negocios y emprender y en su competitividad regulatoria. Este nuevo resultado viene solo a confirmar una deplorable baja y constante caída generalizada de nuestra competitividad y nuestra libertad económica medidas de distintas formas. Lo único que sí ha crecido y aumentado de forma sostenida en las últimas décadas, es el tamaño del Estado y su burocracia (ver aquí y aquí), mientras que nuestra competitividad y nuestra libertad económica siguen descendiendo y atrofiándose año a año.
No es sorpresa, entonces, que nuestro país lleve casi una década estancado y atrofiado en materia económica, sin poder generar crecimiento económico robusto y sostenido (ver aquí) y sin poder generar mayor movilidad social que mejore la calidad de vida de los estratos medios.
Lo más inverosímil de todo esto –y quizás también lo más trágico de nuestra situación actual– es que, durante la misma semana en la cual se anunciaba nuestro pobre resultado en materias económicas y nuestra caída en picada en competitividad, el Congreso haya aprobado, con mucha improvisación y sin una discusión de fondo, un ¡nuevo feriado adicional! De esta forma, el Congreso aprobó el feriado número 16 en el país, que tiene varios efectos colaterales negativos para nuestra economía, pero que no parecieran importarle en lo más mínimo a nuestros parlamentarios. Se estima que el feriado aprobado tendría un impacto negativo en la producción económica, generando una pérdida de valor entre US$120 millones y US$150 millones. Según algunos economistas de la plaza, el impacto de este feriado en el Índice de Actividad Económica Mensual (Imacec) de junio será de entre 0,4 puntos hasta 1 punto.
En conclusión, con este nuevo feriado Chile se posiciona como el tercer país de la OCDE con más de estos en un año, superado solo por Japón (19) y Colombia (18), consolidando así su preocupante tendencia a aumentar feriados en vez de días de vacaciones, completamente al revés de lo que hacen países como Alemania, Nueva Zelanda y Finlandia, cuyos modelos son utilizados como referentes.
Así, el nuevo feriado va en contra de las tendencias de la OCDE de otorgar más vacaciones a disposición de los trabajadores, en vez de días feriados fijos. El argumento clave para preferir más días de vacaciones que días feriados es el de evitar dañar la productividad y la capacidad de generar valor agregado del país debido al aumento de los feriados irrenunciables. Pero nada de esto hoy parece preocuparles ni a la ciudadanía ni a los honorables parlamentarios que deberían velar por el bienestar de todos. En fin, como nos advertía Ezra Taft Benson, “somos libres de elegir, pero no somos libres de alterar las consecuencias de nuestras decisiones”.