Queda un camino largo por recorrer, en un lapso muy breve, tomando en consideración el tamaño del encargo realizado por parte de la ciudadanía. Si bien hay visiones muy variadas acerca de muchos aspectos de fondo, hay también una gran cantidad de perspectivas análogas, con matices que pueden ser resueltos con una actitud abierta para ceder y poder adoptar los acuerdos que nos permitan satisfacer las inquietudes de todos y todas.
Se ha ido avanzando de manera sistemática en la Convención Constitucional. Los reglamentos provisorios han sido aprobados y seguimos hacia adelante. Es cierto que los espacios no son los más adecuados y que ha habido dificultades por el exceso de celo o dudosos protocolos que se han aplicado, restringiendo la entrada a estos inmuebles, lo que ha entorpecido el desenvolvimiento de los convencionales. Pero, por sobre todos estos derroteros, está la voluntad. Están la energía y el compromiso de la mayoría de quienes de manera moderada y respetuosa, reconociendo la legitimidad de todos quienes fueron electos para asumir el cargo, se encuentran trabajando duramente para que esto salga adelante. Contra lo que se ha querido dejar instalado por algunos, amargamente o sin ningún fundamento, hemos ido perfeccionado nuestra función. Indudablemente se han cometido muchos errores, pero ha sido parte del aprendizaje. Estas equivocaciones nos han permitido, a partir de la experiencia, adoptar las correcciones esenciales para seguir funcionando, superando los obstáculos que han sido consecuencia de un proceso de instalación propio de una nueva entidad pública, que carecía de todo tipo de regulación y con una deficiente implementación material y técnica.
En todo caso, la actitud obcecada y sesgada de algunos miembros de la Convención no ha contribuido demasiado, aunque, a medida que el tiempo pasa, las posiciones y pasiones se han ido morigerando y la razonabilidad y el diálogo se han ido imponiendo. La templanza ha ido ocupando un papel protagónico, desbancando a la rabia y el resentimiento.
Queda un camino largo por recorrer, en un lapso muy breve, tomando en consideración el tamaño del encargo realizado por parte de la ciudadanía. Si bien hay visiones muy variadas acerca de muchos aspectos de fondo, hay también una gran cantidad de perspectivas análogas, con matices que pueden ser resueltos con una actitud abierta para ceder y poder adoptar los acuerdos que nos permitan satisfacer las inquietudes de todos y todas.
Los que integramos la Convención asumimos que el producto de nuestro trabajo tendrá que ser aprobado por la ciudadanía para que llegue a constituirse en nuestra nueva Carta Fundamental, resultando indispensable la participación popular, para revestir de aún más legitimidad este proceso, de modo que todos sientan como suya esta labor, libre de toda actitud mesiánica y totalitaria.
Estamos viviendo en un espacio como nunca antes diverso, debiendo dejar que todos nos expresemos y podamos derribar los muros que han impedido el desborde absoluto de la confianza.