Con déficit de precipitación en algunas zonas de hasta un 60% y una disminución sostenida y peligrosa del agua en las cuencas de la zona central, el problema de la escasez hídrica -asociada a la megasequía que afecta al país y al calentamiento global- no solo es un tema ambiental, de salud pública o del modelo de desarrollo económico. La falta de agua para consumo humano, es también un problema político y social. Para los panelistas de La Semana Política, Elizabeth Wagemann, directora Laboratorio Ciudad y Territorio y Hernán Alcayaga, director Escuela de Obras Civiles UDP, las externalidades negativas de la falta de agua y de la ausencia de marcos legales para que los territorios sean analizados como cuencas, influyen en una profundización de las desigualdades, cuya consecuencia son los aumentos de la tensión social y la conflictividad.