El registro observacional e histórico, comparado con la caracterización actual de 309 bosques de algas ubicados en la Patagonia continental, islas Falklands (Malvinas) e isla Georgia del Sur, dio cuenta de una llamativa situación: los bosques de huiro registrados hace casi 200 años seguían, en su gran mayoría, en los mismos lugares y con la misma extensión en la actualidad. “Estamos hablando de un ecosistema marino que ha permanecido en los mismos sitios a pesar de todos los cambios que ha habido durante el Antropoceno”, concluye la investigadora chilena Alejandra Mora, de la Universidad de Oxford.
Entre 1832 y 1834, el reconocido biólogo inglés Charles Darwin recorrió gran parte de la Patagonia chilena y argentina a bordo del HMS Beagle. En esta embarcación anotaría sus observaciones sobre las especies terrestres y marinas del lugar. Una de las anotaciones que menciona en su diario es sobre la biodiversidad de los bosques submarinos de huiros a lo largo de los canales australes, comparándolos con los bosques terrestres tropicales.
Casi doscientos años después de esa expedición, la Dra. Alejandra Mora, de la Universidad de Oxford, desarrolló su investigación de doctorado sobre los bosques de Macrocystis pyrifera (comúnmente llamado huiro o sargazo gigante), utilizando buceo, vuelos de drones e imágenes satelitales, con lo que logró el primer mapa global de alta resolución de estos bastiones marinos.
Sin embargo, tras este trabajo quedaba la pregunta: ¿cuál era la tendencia a largo plazo de este ecosistema? Se necesitaban registros antiguos para poder comparar el estado de los bosques de huiro y verificar si habían aumentado o disminuido en las últimas décadas, asumiendo el actual escenario de calentamiento global y crisis climática.
Fue así como la Dra. Mora llegó hasta la Oficina Hidrográfica de la Armada de Reino Unido (UKHO, por sus siglas en inglés), donde la invitación por parte de los ingleses para presentar su trabajo se convirtió en la oportunidad inédita de tener en sus manos las primeras cartas náuticas del HMS Beagle. “Tuve la suerte de estar en contacto con estas cartas finalizadas en 1834, escanearlas, georreferenciarlas y encontrar registros de bosques de huiro, los cuales pude comparar con el mapa satelital actual”, cuenta la investigadora.
El registro observacional e histórico, comparado con la caracterización actual de 309 bosques de algas ubicados en la Patagonia continental, islas Falklands (Malvinas) e isla Georgia del Sur, dio cuenta de una llamativa situación: los bosques de huiro registrados hace casi 200 años seguían, en su gran mayoría, en los mismos lugares y con la misma extensión en la actualidad.
“Estamos hablando de un ecosistema marino que ha permanecido en los mismos sitios a pesar de todos los cambios que ha habido durante el Antropoceno”, explica la Dra. Mora.
No solo hubo confirmación en las islas de la zona subantártica oriental, como Malvinas o Georgia del Sur, pues también se pudo comprobar la distribución de estos bosques marinos patagónicos ya investigados en las décadas de 1970 y 1980 por parte de los investigadores Paul Dayton y Brigitta Van Tussenbroek, quienes realizaron los primeros muestreos en terreno de esta época, participando en este estudio como coautores y referentes de la ecología marina de este tipo de macroalga gigante a nivel mundial.
¿Cómo estos bosques marinos permanecieron casi intactos todo este tiempo? La investigación determinó algunos puntos. “Los bosques de huiro se afirman a las rocas, las cuales se mueven en velocidades muy cortas para tiempos geológicos, donde 200 años es como un pestañeo. A menos que hubiese habido una remoción directa de las algas, los cambios iban a ser imperceptibles”, puntualiza la geógrafa.
La temperatura es otro factor a considerar, ya que el equipo multidisciplinario determinó que el rango térmico de las aguas australes no superó los 17 °C, lo que ha permitido que M. pyrifera no sea afectada (hasta ahora) por el aumento de la temperatura del mar, siendo considerada un alga de aguas templadas y frías.
Los bosques de huiro también tienen la capacidad de adaptarse a la diversa geomorfología del hemisferio sur. “En el caso de islas Malvinas, los bosques son largos y extensos debido a que la zona intermareal tiene poca pendiente y está expuesta al océano. En los canales y fiordos patagónicos, así como en la isla Georgia del Sur, las algas se desarrollan en costas escarpadas formadas por la acción glacial. Adicionalmente, reciben una mayor presencia de agua dulce debido al derretimiento de los glaciares cercanos”, comenta la investigadora.
La permanencia de los bosques de huiro en la Patagonia sur contrasta con el panorama poco alentador en otras zonas del planeta. “En lugares como Tasmania estas macroalgas están desapareciendo, en la costa australiana la cobertura de M. pyrifera ha disminuido por lo menos un 95%. Nueva Zelanda también ha reportado problemas y, en el último tiempo, el borde Pacífico del hemisferio norte”, explica el Dr. (c) Mauricio Palacios, investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) y coordinador del Programa Marino de Conservación Marina para Chile de la Wild Conservation Society (WCS) Chile.
Palacios, quien es coautor del estudio, también menciona la capacidad adaptativa de esta macroalga parda, monitoreada anteriormente en un trabajo de su autoría. “En lugares con condiciones ambientales adversas, como en bahía Yendegaia, Tierra del Fuego –donde existe un constante aporte de agua de deshielo proveniente del glaciar Stoppani y que incorpora constantemente de agua fría, dulce, con mucho material sedimentario, el cual impide la entrada de luz al sistema–, esta especie gigante aún persiste sin mayores complicaciones. Esta condición ambiental en este tipo de sistemas de fiordos y canales patagónicos pudieran ser súper estresantes y, aun así, M. pyrifera sigue realizando su actividad fisiológica sin mayores problemas”.
El investigador destaca que este trabajo sumó los aportes de destacados investigadores en ecología de macroalgas de nivel mundial y especialistas en percepción remota del Reino Unido, EE.UU., México y Chile. “Este es, quizás, el estudio más completo que existe y que incluye gran parte de la distribución subantártica de la especie, y qué decir de la escala temporal que considera casi 200 años”, señala.
El trabajo publicado en la revista científica Journal of Biogeography puede ser visualizado a través de un mapa online, generado por el equipo de trabajo.
“No solo es una comparación de muestreos de algas. Las cartas náuticas también nos dan indicios de los primeros contactos entre la tripulación del Beagle, capitaneada por Fitz Roy, y el pueblo Yagán. Los escritos del viaje ahora pueden ser contrastados con las cartografías generadas en esa expedición”, detalla la Dra. Mora.
“Espero que esta investigación tenga otro tipo de ramificaciones, llevado quizás al ámbito de las ciencias sociales. Con este trabajo también estamos hablando de nuevas narrativas, estos bosques existen y persisten, y se hace fundamental conocerlos y protegerlos. Chile podría posicionarse como líder mundial en la protección de bosques de macroalgas”, reflexiona la geógrafa.