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Carolina Iglesias, psico-gerontóloga argentina: “A las mujeres mayores no hay que darles crucigramas, sino lecciones de sexo” PAÍS

Carolina Iglesias, psico-gerontóloga argentina: “A las mujeres mayores no hay que darles crucigramas, sino lecciones de sexo”

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En pandemia, el viejismo o discriminación contra las mujeres, impulsó a esta especialista a crear junto a otras profesionales de Sudamérica, la RedFeminista Latina, para denunciar la exclusión que padecen las mayores de 60, más aún, cuando son pobres. Con 20 años trabajando con esta población, sus talleres de Memoria y Más son un apoyo mucho más estimulante que los sudokus o los puzles.


-Esto se lo escuché a mi profesor en el primer taller de erótica y vejez al que asistí cuando estudiaba psicología y quedé para adentro. Dijo: “Cuando un hombre tiene 30 años, le gustan las mujeres de 30 años, y cuando tiene 80, le gustan las mujeres de 30”. Conclusión: los  gustos no cambian con la edad. Eso es así y lo tremendo que tiene es que lo que cambia es la mirada de los otros sobre ti –comenta la psico-gerontóloga argentina Carolina Iglesias (42), profesora de la Universidad de Buenos Aires, especialista en Educación Sexual Integral (ESI), miembro de la Red GeroFeminista Latina y creadora de @SeneS.PersonasMayores.

ESI en Argentina es ley desde 2006. Y corresponde al programa nacional de educación sexual obligatoria (eso que en Chile no existe, porque cuando se ha tratado implementar algo así, todo termina en una gran pelotera donde se enfrentan cuestiones valóricas, religiosas, ideológicas, políticas, en fin…). 

Allende Los Andes, en Argentina, el ESI está aprobado desde hace décadas y existen especialistas, como Carolina Iglesias, en el tema. Desde esa posición, la terapeuta descubrió en la práctica que aunque el programa está vivo y activo, excluye a las personas mayores. A “los viejos”, como dice ella, provocativa, pasándose por el forro las normas del lenguaje inclusivo, el que, llevado al extremo, como le ha tocado percibir, en ocasiones es “una pavada”. Pero vamos por partes:

-Mi primer acercamiento al viejismo, que es la discriminación a las personas mayores, fue en una clase de sexualidad y vejez. Ahí me di cuenta que yo misma estaba llena de prejuicios y quedé completamente conmovida. Ese es el poder que tiene la educación y creo que supe aprovechar eso que experimenté ahí, especializándome cada vez más en las personas mayores y la vejez. 

-Tú defiendes los derechos de las personas mayores, pero te enfocas fundamentalmente en las mujeres, ¿por qué? ¿Es más difícil aún ser mujer mayor que hombre mayor?

-Llevo 20 años dedicada a las personas mayores y en realidad me enfoco en las mujeres, porque ellas eran las que venían a los Talleres de Memoria y Más que empecé a hacer. Ellas asisten en una proporción del cien por ciento. ¿Razones? Las mujeres viejas son más, porque nosotras vivimos más años que ellos, 8 años más en promedio en Argentina, y en peores condiciones que los hombres, y eso tiene que ver con el género y con el rol que se nos asigna. Un ejemplo: en la Facultad de Psicología, el diez por ciento de los alumnos son hombres y el 90 por ciento de los jefes de cátedra, que son los que deciden los contenidos a enseñar, son hombres. La pregunta es ¿cómo se explica esa relación, siendo que el noventa por ciento de las alumnas y de las egresadas son mujeres?

-Eso se entronca con el concepto gerofeminismo, que ha unido a mujeres de Chile, México, Argentina y Panamá en una Red, que surge en pandemia para defender los derechos de las mujeres mayores. 

-Claro, es interesante ir al origen de los conceptos. El viejismo es una discriminación muy terrible a la que el psiquiatra Robert Butler en la década de 1970 le puso nombre: ageism, y lo equiparó al racismo, al clasismo, al machismo. Es discriminar a los mayores sólo por ser mayores, lo que incluye micro viejismos cotidianos terribles, porque no nos damos cuenta de ellos. Esto se agrava más cuando la persona mayor es mujer por una cuestión de rol. Nosotras estamos socializadas para la vida privada, para las tareas de cuidado, nuestro acceso al mercado del trabajo es más restringido que el de los hombres y los sueldos son menores. Eso redunda en nuestras jubilaciones. Puras desventajas. Las mujeres mayores dicen que por ser viejas sienten que no sólo las dejan de mirar sino también de  escuchar. Me ha tocado tratar a mujeres que se han sostenido en su belleza física y, al perder ese atributo con los años, desaparecen como personas, se produce un derrumbe de su subjetividad. El gerofeminismo nace en la pandemia, porque en esta emergencia nos dimos cuenta que los viejismos no tienen fronteras y que las mujeres viejas son una población tremendamente postergada y olvidada. 

Memoria y más

Carolina Iglesias trabaja en el sur de Buenos Aires, zona “altamente carenciada de la ciudad, donde viven los grupos más vulnerables”. Allí imparte sus talleres, donde ha hecho hallazgos reveladores. Da un ejemplo: 

-Una constatación importante es el alto nivel de mujeres que no están alfabetizadas, porque de niñas no fueron al colegio o fueron muy pocos años y se casaron a los 15 y fueron madres muy jóvenes. Esa carencia de educación las avergüenza mucho y ellas hacen lo posible por ocultarlo. Cuando vi que a esas mujeres mayores lo que se recomendaba era enseñarles a hacer crucigramas y sudokus, me di cuenta de que esos talleres no tenían gran utilidad. Así empecé con mis talleres de Memoria y Más, donde el más importante fue enfatizar en cuestiones como la ESI, que es la educación sexual integral. Aunque este programa en Argentina no muestra nunca cuerpos ni parejas mayores, me pareció clave abordar la temática con ellas. Tampoco habla de temas como la menopausia, y eso es fatal en mujeres que muchas veces nunca socializaron con otras el recuerdo, por ejemplo, de su primera menstruación. Así fue que empecé a hacer memoria con ellas sobre esos temas y lo que empezó a suceder fue genial. Juntas, descubrimos mitos muy perturbadores que rodeaban lo sexual. Son creencias insólitas en mujeres contemporáneas pero que existen en sectores carenciados urbanos o rurales, donde estos temas nunca se compartieron y socializaron. Hablarlos para muchos provoca el resurgir de una vida nueva.  

-¿Te refieres a poner en común cuestiones íntimas y descubrir que a muchas les pasa lo mismo?

-Exacto. Leopoldo Salvarezza, maestro en psicogerontología, quien castellaniza el concepto ageism y lo llamó “viejismo”, decía que los gerontólogos deben pensarse ellos mismos puestos en el pellejo del viejo que van a ser en el futuro. Si no trabajamos los viejismos desde nuestra más temprana infancia todo esto que nosotros pensamos acerca de lo que es ser mayor, lo vamos a llevar en nuestro propio cuerpo, en nuestra propia vejez. Si nosotros creemos que ser mayor es sinónimo de ser abuelo o ser abuela con los nietos como único norte existencial, o si supones que todos los viejos son huraños, que ya no pueden aprender nada más o que no tienen deseo sexual;  si como pasó con la pandemia atribuimos a todos los viejos una condición de debilidad e incapacidad, estamos perpetuando el viejismo y muchos microviejismos. 

-Hay una falta de empatía total con las personas mayores y mucha caricatura simplona…

-Claro. Lo que se hizo en pandemia poniéndolos a todos en un lugar de fragilidad es un tremendo error, porque como decía Salvarezza sostener que los viejos son frágiles es una macana, porque son personas que han conseguido vencer muchos obstáculos, que han dejado en el camino a una enorme cantidad de gente que se ha muerto antes que ellos. Si eres mayor y estás vivo, realmente eres un ejemplo de fortaleza, eres un sobreviviente. Piensa en varias generaciones de mayores que superaron las dictaduras tremendas que hubo en varios países de Sudamérica y ahí están. Yo les digo a los alumnos de mis talleres para empoderarlos que los jefes de Estado, los políticos, deberían estar pidiéndoles consejos para superar situaciones extremas, porque quién sabe más que ellos de superar crisis.    

Y esto de la caricatura y la discriminación, como le gusta remarcar a Carolina, es más extremo en el caso de las mujeres mayores, que sufren una doble exclusión: por machismo y por viejismo, además de una suma de otras desventajas. Fue la abogada afro estadounidense Kimberlé Crenshaw, en el marco de la discusión de un caso concreto legal: las múltiples dimensiones de opresión experimentadas por las trabajadoras negras de la compañía General Motors, quien acuñó el término interseccionalidad. Crenshaw destacaba que en Estados Unidos las mujeres negras estaban expuestas a violencias y discriminaciones por razones, tanto de raza como de género. Acá en Latinoamérica, al género, se suman el origen indígena, la pobreza, la falta de educación y la edad. Afirma Carolina Iglesias: “En ciertos sectores muy marginales se trata de distintas discriminaciones superpuestas que extreman la discriminación: no es lo mismo ser mujer pobre joven que ser mujer pobre vieja. Por lo general, a las mujeres mayores no se les mira, no se les habla, no se las considera.  O se les trata con una actitud condescendiente como si fueran un tesoro que se fuera a quebrar, una reliquia sin voluntad manejada por los hijos. Eso no puede ni debe ser la vejez femenina, por eso tenemos que trabajar ahora contra todos los viejismos y abordar la realidad de la vejez con perspectiva de género. 

-Por último, ¿cómo te imaginas tú misma de vieja?

-Igual de disruptiva, jamás callada. Tal como ahora en realidad, pero con más arrugas.

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