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Chile ante la competencia geoestratégica a su alrededor Opinión

Chile ante la competencia geoestratégica a su alrededor

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Mario Ignacio Artaza
Por : Mario Ignacio Artaza Cónsul General de Chile en Nueva York
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Claramente se hace una prioridad de acción nacional entablar un amplio diálogo, sobre la base de una agenda realista y acorde a los desafíos que nos convoca el presente siglo, con la más amplia convocatoria posible, que incorpore a jóvenes, la academia, a la banca, representantes de la ciencia, cultura, de la defensa, regiones, ministerios varios, partidos políticos, emprendedores, innovadores, entre otros, para abordar y confluir en torno a una gran estrategia chilena con y en China, como también el abordar ciertas definiciones, sus potencialidades y consecuencias.


La relación con la República Popular China en tiempos de una notoria competencia geoestratégica, constituye uno de los principales desafíos en materia de política exterior para Chile. 

Se trata de nuestro principal socio comercial, sustentado ello sobre la base de la puesta en marcha del primer acuerdo de libre comercio negociado por un país individual con ese país asiático, permitiendo con ello generar la incorporación de nuevos productos a una canasta exportadora que ha traído consigo la creación en regiones de nuevos empleos, con cifras de exportaciones (FOB) que registran un incremento promedio anual de un 12% desde el 2015 al 2020, superando los US$28 mil millones el año pasado, en plena pandemia. Cuesta a veces creer que más de un 50% de nuestro comercio es hoy con economías del Pacífico, y más de un tercio de ese porcentaje, con la República Popular China.

Ha sido a través novedosas y concurridas iniciativas tales como las Chile Week; la presencia de tres bancos chilenos en tres distintas ciudades chinas (Beijing, Hong Kong y Shanghái) y de tres oficinas de representación de bancos chinos en Chile, como también el accionar de algunas regiones que aprovechado los mecanismos de asociatividad que son generados a través del establecimiento de hermanamientos con provincias chinas que se ha contribuido a establecer las condiciones propicias para un mayor conocimiento mutuo, para que de manera gradual, informada y sostenida, se concreten inversiones en distintos sectores tales como el vitivinícola, frutícola, minería, construcción y energía entre otros, permitiendo ubicar a China como uno de nuestros principales inversionistas, con unos 30 proyectos identificados por un monto total superior a los US$5 mil millones, al final del primer semestre del presente año. Después de China es Chile el país que cuenta con la mayor cantidad de buses eléctricos operativos para el transporte público a nivel mundial. Clave es China en cuanto a dotar al país de las vacunas necesarias para enfrentar la propagación de la pandemia de Coronavirus/Covid-19, con el reciente anuncio de la construcción de una planta para producir vacunas SINOVAC en Antofagasta. No menor es el protagonismo y liderazgo de instancias tales como el Consejo Bilateral de Negocios Chile-China y la Cámara de Comercio, Industria y Turismo A.G. (CHICIT).

En cuanto a intercambios educacionales y culturales, éstos se han visto potenciados en lo que va del presente siglo por medio del establecimiento en Chile de Centros Confucio tanto en Santiago como también en Viña del Mar y Puerto Montt, con la base de operaciones para América Latina y el Caribe de dicha entidad promotora de la cultura china (Centro Regional de los Institutos Confucio para América Latina) en nuestro país, como también por iniciativas impulsadas por universidades, centros de formación técnica, fundaciones y más recientemente, a través del establecimiento de la Asociación de Becarios y ex Becarios Chilenos en China (ABECC). Cuesta no tener semanalmente en la parrilla del ZOOM, algún seminario, charla o presentación sobre la República Popular China, más aún cuando aún perdura en el ambiente las conmemoraciones de los 50 años del establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales, con homenajes realizados por ejemplo al pintor José Venturelli en el GAM.

La República Popular China está presente y activa en la Antártica. Actualmente con cuatro bases operativas (una quinta proyectada para el 2022), la “Gran Muralla”, es vecina de nuestra “Presidente Eduardo Frei Montalva” en el Territorio Chileno Antártico, siendo muy importante la pista ubicada en el aeródromo Teniente Rodolfo Marsh para su reaprovisionamiento y traslado de personal. China es además uno de los países claves en el proceso requerido para la aprobación, en el marco de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), de las distintas Áreas Marinas Protegidas que están hoy sobre la mesa de análisis/evaluación/discusión, entre las cuales se encuentra la propuesta chilena/argentina para un área de dichas características y alcances en el Dominio 1 ((Península Antártica Occidental y Arco de Scotia Sur). La Antártica es especialmente estratégica para Chile, teniendo presente su probado impacto sobre el clima y la importancia que tienen los recursos vivos marinos que habitan sus aguas, para toda la cadena alimenticia de un país que es eminentemente marítimo. La presencia de centenares de buques de bandera china que rastrean y pescan calamar es un tema de interés no solo para Chile, sino que también para otros países sudamericanos ribereños del Pacífico tales como Ecuador y Perú, con la Armada chilena realizando periódicamente tareas de monitoreo empleando para ello plataformas aéreas, submarinas y de superficie.

La República Popular China no es tan solo un protagonista principal para la política exterior chilena. Lo es también para nuestros vecinos. Más allá de ser su primer socio comercial y con la presencia de empresas chinas en el Perú, las cuales han materializado importantes inversiones en el ámbito minero, recientemente en el pesquero y en materia de infraestructura portuaria (Puerto Chancay, a través de la sociedad Terminales Portuarios Chancay). Siendo candidato a la primera magistratura del país, Pedro Castillo, él se reunió con el embajador chino Liang Yu, en su sede diplomática, una muestra concreta del valor que ya se le asigna al relacionamiento que mantiene Lima con Beijing. En el campo militar de aquel vecino, la firma NORINCO se encuentra actualizando los sistemas tácticos de lanzacohetes múltiple tipo 90B de 120 mm, adquiridos durante el gobierno de Ollanta Humala. 

Por otra parte, China es desde el pasado mes de junio 2021, el primer socio comercial de Argentina (se disputa ese “Primer Lugar” con Brasil). El intercambio bilateral se quintuplicó desde 2003 a 2020, al pasar de US$ 3.200 millones a US$ 14.000 millones, luego de alcanzar los US$16.000 millones en 2019.  Según las estadísticas argentinas, durante los primeros cinco meses del 2021 los envíos a China sumaron poco más de US$2,2 mil millones y sus importaciones de productos locales unos US$4,7 mil millones. 

De acuerdo a antecedentes editados por China Investment Global Tracker, se pueden identificar al menos 16 inversiones financiadas desde la República Popular China en Argentina, por un monto superior a los US$10 mil millones entre los años 2010 al 2020. Argentina y China vienen trabajando este 2021 en torno a un plan de inversión a mediano plazo en proyectos de energía, transporte e infraestructura que bien podría llegar a superar los US$30 mil millones, en el marco del Diálogo Estratégico para la Cooperación y Coordinación Económica (DECCE). En cuanto a proyectos energéticos, llama la atención la construcción de la central Nuclear IV en la localidad de Campana. Aunque en un principio su costo era de US$12 mil millones, informes indican que se podría materializar por medio de un préstamo de US$9 mil millones del banco más grande del planeta, el chino Industrial and Commercial Bank of China Limited (ICBC). 

La República Popular China se ha hecho notar en nuestro vecindario además por medio de la venta de aviones de combate, helicópteros y del satélite de telecomunicaciones Tupac Katari 1 para Bolivia y en Argentina, no es solo relevante la operación por parte de personal especializado chino de la Estación Espacio Lejano en Neuquén, la cual ha sido empleada para rastrear y monitorear lanzamiento de cohetes del programa espacial chino, lo que la convierte en una instalación estratégica para las tareas de ese país asiático en el espacio. Entre las posibilidades de cooperación entre China y Argentina en materia aeroespacial y de satélites, se ha evaluado la adopción de la tecnología radar de apertura sintética en Banda L que posee la constelación argentina SAOCOM (Satélite Argentino de Observación con Microondas). 

En semanas recientes, diversos medios de comunicación han seguido atentamente el debate en torno a la factibilidad que Argentina se convierta en el primer país latinoamericano en incorporar aviones de combate de cuarta generación de fabricación china-paquistaní, el JF-17 “Relámpago”, con autoridades negando la suscripción de acuerdo alguno con sus fabricantes, haciendo notar que son al menos 5 las plataformas aéreas que se encuentran evaluando para la Fuerza Aérea Argentina (FAA). 

Vale la pena notar que, salvo uniformes mimetizados, un lote de buses en servicio para el transporte de personal de la Fuerza Aérea de Chile y drones fabricados por la empresa DJI tales como el Mavic 2 Enterprise Dual, la incursión del sector empresarial chino en el ámbito de la Seguridad y la Defensa en nuestro país no ha mostrado resultados y áreas de cooperación como las hay con nuestros vecinos. 

Para sustentar lo anterior, bien debemos tener presente que la columna vertebral de nuestra fuerza disuasiva aérea está conformada por plataformas estadounidenses F-16 C/D Block 50/52 y que el primer país no angloparlante en liderar el componente marítimo de los ejercicios navales más importantes del mundo, RIMPAC, fue Chile, habiendo la Armada incorporado en abril del año pasado, dos fragatas de la clase Adelaide construidas en Australia (Prat y Latorre), las cuales le permitieron a nuestro país convertirse en el primero en América Latina en poder operar misiles estadounidenses Standard SM-2 Block IIIA. En estos días navega de regreso a aguas chilenas, uno de los dos submarinos más modernos de América Latina, de la clase Scorpene, luego de haber participado en los denominados ejercicios DESI con la marina de los Estados Unidos, mientras hace algunas semanas, en el marco de los ejercicios navales Team Work South 2021, un destructor de la clase Arleigh Burke se entrenó con unidades chilenas siguiendo estándares y procedimientos OTAN, comprobando la interoperabilidad de ambas instituciones en la mar. Por otra parte, a fines de agosto pasado en Portillo, instructores de la Escuela de Montaña del Ejército de Chile, capacitaron a 120 efectivos pertenecientes al 2° equipo de combate de brigada de la 10° División de Montaña del Ejército de los Estados Unidos. En estos días, el OPV 84 “Cabo Odger” se encuentra participando en aguas peruanas en la versión LXII de UNITAS, junto a marinas de otros 19 países, incluyendo a los Estados Unidos, Colombia, México, Australia y el Reino Unido.

Tengamos presente que ya no es solo los Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Japón, Nueva Zelandia, quienes han pasado de emplear el término Asia Pacífico al de Indo Pacífico. De hecho, en el recientemente publicado Política de la Defensa Nacional 2020, aquel término, motivo de discordia entre algunos observadores y especialistas incluso en nuestro propio país, fue utilizado dentro de su contenido.

Ahora, qué tiene todo lo anterior que ver con la competencia geoestratégica que está claramente en marcha. ¿Dónde estamos? ¿En qué nos influye? Pues bien, mucho antes del presente siglo, ya se hablaba de la era del Pacífico en círculos académicos, empresariales, gubernamentales y militares nacionales, con numerosos chilenos y chilenas anticipando escenarios en donde nuestro país no podría estar ausente. El paso del tiempo ha comprobado con hechos que somos parte de una ecuación en y con esa región, en diversos campos de acción pública y privada, cooperación, academia, defensa y seguridad como también, en estamentos e iniciativas de convergencia multilateral y bilateral de real proyección.

Que los ministros de los países que conforman el acuerdo entre la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), más Australia y Nueva Zelandia, hayan dado el visto bueno hace pocas semanas a que Chile se incorpore a su comprensivo Tratado de Libre Comercio (ASEAN-Australia-New Zealand Free Trade Area, AANZFTA), no es un hito menor en este transitar de Chile en el Pacífico.  

Así, el revisar hoy los escritos, anotaciones, publicaciones del siglo pasado a cargo de compatriotas tales como Wilhelmy, Infante, Lagos Matus, Armanet, Orrego, Gutiérrez, Irigoin, Salazar, Sánchez, entre otros y otras más, resulta un ejercicio útil para comprobar el valor de los estudios de prospección realizados sin Internet, Wechat ni Zoom, privilegiando por sobre todo en aquellos tiempos, el conocimiento especializado recabado en terreno, con conversaciones cara a cara  con protagonistas que en equipo  contribuyeron por ejemplo, al ingreso de Chile al Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico, APEC, una de las piezas claves de nuestra exitosa interacción con sus 20 economías, entre las cuales se encuentran varios de nuestros principales socios comerciales, partiendo por la República Popular China, Estados Unidos y Japón, e inversionistas tales como Australia y Japón. 

Ahora bien, cuando nos referimos a Chile y sus vínculos históricos, estratégicos y comprensivos con la República Popular China, no debemos exclusivamente contentarnos con priorizar en la ecuación la marcada dependencia comercial, con – por ejemplo – más de un 90% de la producción anual de nuestras cerezas destinadas a ese mercado (Chile se ha convertido en el principal proveedor de fruta fresca de China). 

Es cierto, contamos con aquel Tratado de Libre Comercio que fue actualizado hace algunos años para incorporar nuevas oportunidades para negocios bilaterales. sino que tal vez mucho más importante aún, al ser Chile un país tricontinental, somos por nuestra ubicación, con responsabilidades asumidas ante la comunidad internacional en materias tales como seguridad aeronáutica y marítima, para qué ahondar en cuanto a la importancia del Estrecho de Magallanes, un foco de real interés y de seguimiento no solo en Beijing, sino que también en las capitales de los principales actores globales. Es nuestro mar, son nuestros cielos, la riqueza que genera nuestra tierra y las capacidades de nuestra gente, lo que nos impulsa a ver hoy al mundo desde otra perspectiva. He ahí el reto. 

Así, la compleja temática que se ha ido tejiendo entre varios actores con una República Popular China que avanza a paso certero bajo la actual conducción del presidente Xi Jinping, hacia el centenario de su fundación (1ero de octubre 2049), siendo más asertiva, orgullosa y directa cuando se trata de sus logros económicos, sociales, científicos, tecnológicos y militares, está presentado al mundo distintos escenarios que, en ciertas ocasiones, han estado marcados por la impredecibilidad, exigiendo por ello un seguimiento constante a hechos que se vienen produciendo en el aire, mar, tierra, ciberespacio, los polos (ártico y antártica), el espacio, la banca, los mercados accionarios, diversas industrias que inciden en la producción de insumos imprescindibles para automóviles, computadores y celulares, como también de partes y piezas que son requeridas para la generación de energías limpias. Atentos estamos a lo que podría llegar a convertirse en un primer encuentro presencial entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping, en el marco de la próxima reunión del G20, a celebrarse a fines de octubre en Italia.

El retorno hace algunos días a Shenzhen tras casi tres años bajo arresto domiciliario en Vancouver, de la alta ejecutiva de la firma de comunicaciones Huawei, Meng Wanzhou, y de Michael Kovrig y Michael Spavor desde una prisión china sus hogares en Canadá, junto a la conversación telefónica sostenida a solicitud de Joe Biden con el presidente Xi Jinping, luego de dos tensos encuentros sostenidos entre altos funcionarios diplomáticos chinos y estadounidenses (en Anchorage y en Tianjin), en algo ha logrado descomprimir las tensiones y un clima de desconfianza que se ha ido acrecentando por medio del paso de buques de distintas marinas occidentales por zonas marítimas reclamadas por Beijing, como también por los sobrevuelos de aviones y bombarderos de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación, atravesando espacios aéreos de Japón, Malasia y Taiwán, con el despegue de aeronaves de combate de sus respectivas fuerzas aérea para interceptar los aparatos chinos. 

A lo anterior podemos agregar los más importantes ejercicios realizados conjuntamente por todos los estamentos de la defensa estadounidense en 40 años, los denominados Ejercicios de Gran Escala 2021 (LSE 2021); las maniobras que congregaron a más de 10 mil fuerzas terrestres chinas y rusas (ZAPAD/Interacción 2021) en la región autónoma de Ningxia Hui, en el noroeste de China, y hace pocos días, los ejercicios adicionales que se cumplieron al alero de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO), en una zona fronteriza con Kazakstán; las reuniones en Tokio y en Washington DC del denominado Quad, con la presencia de los líderes de Australia, Estados Unidos, India y Japón, reuniéndose en uno de los salones de la Casa Blanca para abordar el impacto de la pandemia, la emergencia climática, necesidades de infraestructura, ciberseguridad, tecnología y educación, entre otros temas tratados. 

La conformación del AUKUS, pacto de seguridad integrado por Australia, Estados Unidos y el Reino Unido, con el impactante anuncio por parte de Canberra en relación al contrato suscrito con la firma gala Naval Group para la compra de sumergibles de la clase Attack, optando por la construcción de submarinos nucleares en astilleros en Adelaide (con un posible leasing de sumergibles estadounidenses en una primera etapa, ya que los primeros a ser construidos en Australia estarían recién operativos a fines del 2030), se convirtió en un potente primero para las capacidades de una marina de aguas azules del hemisferio sur del planeta, ha sido portada en medios internacionales que están a la vez atentos a la botadura de un tercer portaaviones de 315 metros de eslora (largo), para una marina de guerra china que ya cuenta con más de 350 unidades operando, en tiempos de  concreción de proyectos asociados a nuevas plataformas navales para transporte/logística, submarinos nucleares capaces de transportar misiles balísticos, portahelicópteros, drones y armas hipersónicas, capaces de volar a más de cinco veces la velocidad del sonido. También están los más de treinta lanzamientos de satélites del sistema de navegación/posicionamiento chino BeiDou, junto a la construcción de la estación espacial orbital Tiangong, con anuncios referidos al envío a la misma de una taikonauta china, la primera mujer que permanecerá un tiempo ahí cumpliendo pruebas, realizando mediciones e investigaciones varias. 

Observadores alertan que el espacio ya es un escenario en donde el contar con los medios adecuados para imposibilitar o degradar capacidades, alterar comunicaciones, transacciones, sistemas de transmisión de energía, e incluso llegar a destruir satélites constituye una prioridad para varias naciones. 

Al repasar los grandes temas que hoy están en los discursos de liderazgos a nivel global cuando éstos se refieren al relacionamiento entre la República Popular China y los Estados Unidos, podemos notar que hay lineamientos comunes en varios países y agrupaciones occidentales, confluyendo principalmente en cuanto a derechos humanos, medio ambiente, un orden internacional sustentado sobre la base de normas. Es ahí en donde surgen debates asociados a las mayores restricciones civiles y políticas en Hong Kong; las acusaciones sobre los campos de reeducación en Xinjiang; la construcción de nuevas plantas de carbón (China encargó 38,4 gigavatios (GW) de nuevas plantas de carbón en 2020, superando el récord de 37,8 GW de capacidad de carbón retirado en el 2019. El auge del carbón en China representó el 76% de los 50,3 GW de nueva capacidad de carbón que se pusieron en marcha en todo el mundo; la construcción de islotes artificiales, algunos de ellos ya contando con sistemas de defensa antiaérea operativos, en zonas disputadas en el Mar del Sur de China y, últimamente referido al sobreendeudamiento que se estaría produciendo en países pequeños que han accedido a créditos chinos, asociados a proyectos de infraestructura al alero de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, de la cual Chile forma parte junto a más de 140 otras naciones. Chile se incorporó al Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, AIIB, con sede en Beijing (103 países miembros). 

A todo lo anterior podríamos sumar la mayor presencia y accionar de la República Popular China en el Ártico, habiéndose declarado un Near-Artic State en el 2018, con la temática antártica siendo abordada por la Asamblea Popular Nacional en Beijing, en marzo del presente año; su asociatividad con la Federación de Rusia en materias energéticas, militares y en política internacional, con aproximaciones conjuntas a países tales como Irán y Bielorrusia, tanto en el campo de la seguridad/defensa como también en cuanto al comercio, y la construcción de bases/instalaciones para ser empleadas para el reaprovisionamiento de unidades militares (ya cuenta con una en Yibuti/Djibouti, en el cuerno de África), encontrando acceso para buques/submarinos en el puerto paquistaní de Gwadar y, muy posiblemente en Camboya  (Base Naval de Ream, en Sihanoukville). Tibiamente, algunos medios han reportado sobre el interés que podría existir por un terminal portuario en El Salvador. 

Con todo, claramente se hace una prioridad de acción nacional entablar un amplio diálogo, sobre la base de una agenda realista y acorde a los desafíos que nos convoca el presente siglo, con la más amplia convocatoria posible, que incorpore a jóvenes, la academia, a la banca, representantes de la ciencia, cultura, de la defensa, regiones, ministerios varios, partidos políticos, emprendedores, innovadores, entre otros, para abordar y confluir en torno a una gran estrategia chilena con y en China, como también el abordar ciertas definiciones, sus potencialidades y consecuencias.

Lo anterior, tomando en cuenta el presente y el futuro que velozmente nos está transportando a formar parte de escenarios reales en donde sin tal vez quererlo, nos vamos a ver enfrentados a adoptar decisiones que salvaguarden nuestros intereses superiores, en un escenario global de competencia en donde Chile, por todas las razones y ejemplos que se pueden extraer de lo expuesto sobre papel, va a tener que priorizar líneas de acción, con aproximaciones, profesionales capacitados y dotados de las herramientas que les permitan desenvolverse en foros y reuniones, habiendo preferentemente haberse concertado con otros que hoy ya están enfrentándose a ese tipo de escenario, léase por ejemplo Nueva Zelandia y Singapur (¿es Asia o Indo Pacífico?). El llegar a contar con un mecanismo certero regional a nivel latinoamericano para entablar diálogos de peso con la República Popular China, tal como hoy ya es una realidad para la Unión Europea, África y ASEAN, por ejemplo, constituiría un plus para este ejercicio a materializar. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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