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Elecciones presidenciales y derechos sociales: lo que se juega el 19 de diciembre Opinión

Elecciones presidenciales y derechos sociales: lo que se juega el 19 de diciembre

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René Solís de Ovando Segovia
Por : René Solís de Ovando Segovia Centro Iberoamericano de Estudios Sociales – CIBES
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Sí, por fin, están claras las opciones –tan opuestas– que se presentan el próximo 19 de diciembre, por lo que cuesta pensar que la participación sea muy baja (inferior al 50%), ya que en esta ocasión no solo se elige un Presidente y un programa, sino que también se escoge un modelo de Estado y de organización social. Aún así no es disparatado pensar que exista un cierto grado de abstención, ya que es probable que una parte sensible del electorado, por una suerte de costumbre, tienda a no acudir a votar, aduciendo que su voto no es determinante o que “al final todos los políticos son iguales”. Pues, cuando una elección está absolutamente polarizada, la abstención beneficia claramente a la opción más conservadora, ya que su discurso es más claro y conocido y, por tanto, genera menor incertidumbre. Y, al mismo tiempo, las propuestas de cambio, aunque claramente sean beneficiosas para la mayor parte de la sociedad, son de más difícil comprensión e incluso pueden ser vistas como arriesgadas.


El análisis de los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, al margen de opiniones interesadas, ha arrojado algunos datos relevantes que, en estos momentos, se puede afirmar que tienen garantía de certeza. 

El primer dato clave –y muy evidente– es que la segunda vuelta obliga a elegir entre dos candidatos que representan dos proyectos diametralmente opuestos para Chile. Es decir, no se trata de optar entre dos programas de gobierno diferentes, ni siquiera la elección de una de las opciones significa que durante los próximos cuatro años pueda gobernar el país un Presidente conservador o uno progresista, sino que se trata de votar por uno de dos modelos de Estado antagónicos.

El segundo dato significativo es la baja participación (47%), que indica al menos dos cuestiones relevantes: en primer lugar, la falta de interés de gran parte del electorado por tomar parte en un proceso que les parece que solo conduce a seguir manteniendo un sistema caduco y lleno de vicios de funcionamiento y, por otra parte, un pobre conocimiento de lo que las candidaturas realmente representan. Por ejemplo, durante la campaña electoral prácticamente no se ha hablado de garantía y protección de derechos sociales, solamente se hace referencia a algunas de las consecuencias de que en Chile no exista un sistema público de protección social garantizado constitucionalmente, como es la existencia de las AFP, exentas de un adecuado control público. 

Dos proyectos antagónicos respecto de derechos sociales

El modelo de país que propone la candidatura de José Antonio Kast es bien conocido para los chilenos: libre mercado, defensa de la iniciativa privada y reducir al mínimo las competencias del Estado como responsable subsidiario de las necesidades de los ciudadanos. Es el modelo implantado y desarrollado durante la dictadura y mantenido en gran parte por los gobiernos de la Concertación y de Sebastián Piñera. Gracias a su afianzamiento, en los últimos 40 años, este modelo neoliberal llevado a su desarrollo más extremo ha hecho que en Chile el sistema de pensiones esté en manos privadas (¡!), la salud pública sea incompleta y de mala calidad, la educación primaria y secundaria públicas estén desprestigiadas y no exista un Sistema Público de Servicios Sociales. Gracias a este modelo la mayoría de las pensiones en Chile son bajísimas, al tiempo que un gran negocio para las AFP; que la salud pública gratuita cubra una parte irrisoria de la demanda sanitaria, al tiempo que las Isapres sean también un negocio boyante; que a la educación primaria y secundaria de calidad tenga acceso solo un sector privilegiado de la sociedad, etc. Es decir, el programa de Kast consiste en transformar en propuestas explícitas (“hablar claro”, dice al propio Kast) la más radical ideología neoliberal. 

El programa de Gabriel Boric, como hemos dicho, es diametralmente opuesto: eliminar el sistema de AFP y sustituirlo por un modelo mixto que transite hacia un sistema que no deje personas fuera ni posibilite pensiones precarias, implementar un sistema de salud universal, como el existente en países europeos con Estado de bienestar, y una educación pública de calidad. Y, aunque en el programa de Apruebo Dignidad no aparece una propuesta explícita sobre un Sistema Público de Servicios Sociales, sí se plantea la necesidad de atender a las personas vulnerables a través de recursos públicos normalizados.

En síntesis, la propuesta general de la candidatura de Boric apunta claramente hacia las demandas que se plantean desde amplios sectores de la sociedad –fin de las AFP, mejora de la salud pública, terminar con el abuso en el precio de los medicamentos, etc.–, expresadas en manifestaciones callejeras incluso anteriores al estallido social. Finalmente, el programa de Boric es una clara apuesta por reforzar el Estado social y de derecho, potenciando la disponibilidad y accesibilidad universal a la protección social de la ciudadanía.

El absentismo como aliado de las políticas conservadoras

Sí, por fin, están claras las opciones –tan opuestas– que se presentan el próximo 19 de diciembre, por lo que cuesta pensar que la participación sea muy baja (inferior al 50%), ya que en esta ocasión no solo se elige un Presidente y un programa, sino que se escoge un modelo de Estado y de organización social. Aún así no es disparatado pensar que exista un cierto grado de abstención, ya que es probable que una parte sensible del electorado, por una suerte de costumbre, tienda a no acudir a votar, aduciendo que su voto no es determinante o que “al final todos los políticos son iguales”. Pues, cuando una elección está absolutamente polarizada, la abstención beneficia claramente a la opción más conservadora, ya que su discurso es más claro y conocido y, por tanto, genera menor incertidumbre. Y, al mismo tiempo, las propuestas de cambio, aunque claramente sean beneficiosas para la mayor parte de la sociedad, son de más difícil comprensión e incluso pueden ser vistas como arriesgadas.

El 19 de diciembre, si lo que Chile necesita es transitar hacia una sociedad más justa, hacia un Estado social y democrático de derecho, probablemente requerirá de la participación de quienes en la primera vuelta no se sintieron concernidos y que, esta vez, serán tan determinantes como beneficiados por el resultado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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