Enhorabuena, asumirá en marzo el Presidente más joven de la historia de Chile –y el segundo más joven del mundo–, lo que representa además no solo un necesario cambio generacional, sino que dará también inicio a un nuevo ciclo político en que veremos un reordenamiento del tablero político chileno. Y, por cierto, será el Gobierno de la segunda transición, en que se requerirá de un esfuerzo colectivo importante. Boric señaló anoche que la gente entraba a La Moneda con él y que será un Gobierno de manos abiertas, en que estará siempre conversando con su pueblo. Pero también hizo una invitación a todos(as), incluyendo a sus contendores, para sumar sus ideas y trabajar con unidad.
Partamos por algo que, después de la “paliza” con que Boric le ganó a Kast, se convirtió en una anécdota, pero que no se puede pasar por alto. El Gobierno tenía la última oportunidad de cerrar su período con un acto que los dejara en alto, con un gesto, una señal de entereza, pese a que sabían desde hace un par de semanas que la derrota de la derecha era inevitable. Pero no. El bochorno en que miles de chilenos –de sectores populares– tuvieron que sufrir la humillación, el desprecio con un sistema de transporte público que pareció confabularse para evitar que pudieran votar. Sin ni siquiera juzgar si fue un acto premeditado, lo cierto es que no solo tuvieron la incapacidad de resolver el problema durante todo el día, sino que reaccionaron tratando de culpabilizar a Izkia Siches por el tono empleado, negando una realidad que todos(as) los(as) chilenos(as) estábamos observando por TV o, peor, sufriendo en carne propia. Un Jaime Bellolio destemplado puso el corolario del Gobierno de Piñera: la desconexión total con la gente, con la calle.
Pero, pese a todo, los chilenos concurrieron de manera masiva a votar, rompiendo un récord desde que el sufragio es voluntario, y convirtiendo a Gabriel Boric en el Mandatario más votado de la historia. Fue la propia polarización que se instaló en los meses previos lo que motivó a la gente a concurrir a las urnas. Y claro, la figura de Kast contribuyó a instalar la lógica del Sí y el No –de hace más de 30 años–. Como un déjà vu de la historia, el líder del Partido Republicano volvió a apelar a un guión que la derecha ha utilizado de manera recurrente: el miedo. Con un relato que buscaba generar una atmósfera de incertidumbre, y asociar el movimiento y las demandas sociales expresadas el 18/O –y en el plebiscito para cambiar la Constitución– con la violencia de unos pocos. Y recurrió a todas las herramientas, sin importar el juego sucio. Como una pieza calcada de la campaña implementada por la dictadura para atemorizar a la población en el plebiscito de 1988. ¿Alguna vez madurará la derecha y entenderá que esta estrategia no les ha servido nunca de nada?
Y si bien Kast moderó durante el balotaje sus posiciones más radicales y extremas –en materia social, cultural, valórica–, su gente, sus seguidores más cercanos, mantuvieron la misma agresividad y siguieron aplicando el mismo libreto, lo que incluso obligó al exdiputado a rechazar las palabras y las estupideces de los Kaiser o los Izquierdo, llegando hasta a decir que no los conocía (algo que las imágenes previas desmintieron de inmediato). Boric, por su parte, realizó una campaña espectacular en segunda vuelta. Priorizó el tema de seguridad pública, incorporó a una pieza clave –Izkia Siches– y asumió un tono más conciliador, más humilde y más “de Estado”. Pero principalmente, el futuro Presidente conectó a la gente en lo emocional. Ver a las familias, a los jóvenes caminando por las calles con banderas o tocando bocinas después que se confirmó el triunfo, hizo recordar el vínculo que Michelle Bachelet tenía con la ciudadanía. Esto puede ser un factor crítico, considerando los difíciles tiempos que vienen y después de la relación fría, pragmática y distante de Piñera con los chilenos.
El Mandatario electo, en su primer discurso, señaló certeramente que “la esperanza le ganó al miedo”. Y es cierto, los chilenos, en segunda vuelta, fueron capaces de conectarse con las demandas sociales pendientes, con las esperanzas de cambios y con un relato emocional más cercano. Pero principalmente lograron superar un ambiente de incertidumbre que Kast había logrado capitalizar bien, al meter en una misma coctelera los temores acumulados: la inseguridad ciudadana, La Araucanía y la migración –tres problemas que la coalición que lo apoyó en el balotaje no pudo controlar–, sumado eso a la violencia de unos pocos, que logró desviar la atención de las necesidades expresadas desde el 18/O.
Pero esta campaña del terror no solo fue responsabilidad de Kast. También deberán hacer un mea culpa aquellos sectores de la oposición actual, quienes condenaron tardíamente hechos de violencia –de un grupo pequeño que terminó por contaminar y desvirtuar el legítimo movimiento surgido en el estallido social–, que muchas personas terminaron por confundir y asociar a algunos partidos en particular
Enhorabuena, asumirá en marzo el Presidente más joven de la historia de Chile –y el segundo más joven del mundo–, lo que representa además no solo un necesario cambio generacional, sino que dará también inicio a un nuevo ciclo político en que veremos un reordenamiento del tablero político chileno. Y, por cierto, será el Gobierno de la segunda transición, en que se requerirá de un esfuerzo colectivo importante. Boric señaló anoche que la gente entraba a La Moneda con él y que será un Gobierno de manos abiertas, en que estará siempre conversando con su pueblo. Pero también hizo una invitación a todos(as), incluyendo a sus contendores, para sumar sus ideas y trabajar con unidad. Una señal que esperemos sea bien recibida, incluso por Kast, quien ayer estuvo a la altura de las circunstancias y que, por lo demás, debe haber quedado con la tranquilidad de que, pese a la derrota, ganó. De seguro, en el ex Chile Podemos +, deben estar pensando cómo se rearticulan y toman distancia de Kast, porque a contar de hoy el ahora excandidato presidencial empieza a trabajar su candidatura para 2026, con la diferencia de que ahora sabe que es el único líder de ese sector y que esta vez podrá competir en las primarias de la derecha.
Pero también ayer hubo un gran perdedor: Franco Parisi. El líder del PDG no pudo aguantar su afán de protagonismo y su autorreferencia, jugando la peor de las cartas a menos de 24 horas de la elección, señalando que votaría por Kast. No solo se prestó para burlas, considerando que ni siquiera iría a sufragar, sino que destruyó de una plumada la imagen con que había posicionado a su partido: como de centro e independiente y lo dejó asociado a la derecha. Qué más claro, respecto a que ni su gente lo siguió, que la votación obtenida por Boric en el norte. Sin duda, una apuesta fallida que habla de la soberbia y personalismo del personaje.