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La derecha en las tinieblas Opinión

La derecha en las tinieblas

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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La derecha inicia otra travesía, pero esta vez por las tinieblas, luego de culminar un segundo Gobierno del sector de manera catastrófica en términos de reconocimiento popular, pero especialmente debido a la crítica de la propia derecha por la falta de convicción con que Piñera condujo su mandato. Además de entregar el bastón a un hombre de izquierda, en Chile Vamos –especialmente sus dirigentes– fueron capaces de asesinar la imagen de sus tres candidatos presidenciales –Lavín, Sichel y Desbordes– y tuvieron que rendirse frente a un líder de extrema derecha, volviendo a despertar todos los fantasmas que los han acompañado por más de 30 años debido a su complicidad con la dictadura de Pinochet y su falta de sintonía con los cambios del país. Kast solo fue fiel a sí mismo, pero la derecha –esa que se decía “social” o “liberal”– sucumbió en la peor de todas las batallas en política: la ideológica. 


El verano le hará bien a la derecha chilena. Tal vez, en la tranquilidad de los lagos del sur, Cachagua o Zapallar, sus dirigentes podrán conversar mirando la puesta de sol y preguntarse: “¿Qué pasó?». Porque, transcurridas dos semanas del triunfo aplastante de Gabriel Boric, el desconcierto sigue dominando a los partidos del oficialismo. Paradójicamente, quizás el único que ha tenido algo más de claridad es el propio José Antonio Kast, quien no solo dio la cara unos días después de la derrota, sino que además intentó buscar una explicación, teniendo conciencia de que, si hace las cosas bien, tiene la posibilidad de convertirse en uno de los líderes de un sector que se fue a negro. Total, a río revuelto, ganancia de pescadores, dicen por ahí.

Porque, si bien el mismo 19 de diciembre comenzó la noche de los cuchillos largos, la cacería de brujas y las críticas cruzadas han ido en aumento. En Evópoli, su excandidato presidencial, Ignacio Briones, confesó que no había votado por Kast, y el diputado Undurraga advirtió que jamás aceptaría una alianza con el Partido Republicano. Por su parte, Felipe Kast (el sobrino) los recriminó por no haber acatado lo que decidió el partido. Sin duda, si hay un colectivo que quedó completamente a la deriva es el otrora partido liberal de la derecha. Intentando ser los “más leales” durante todo el Gobierno de Piñera y jugados –innecesariamente– con el más conservador y extremo del sector, el futuro de Evópoli es completamente incierto al haber perdido, casi por completo, su esencia en apenas cuatro años.

En Renovación Nacional, Mario Desbordes pareciera ser el ícono del quiebre definitivo de un partido que viene arrastrando un conflicto encubierto desde hace varios años. Tensionado entre ultraconservadores y liberales –o autollamada “derecha social”–, la elección de su abanderado a las primarias dejó al descubierto la guerra interna. El choque de dos pesos pesados –Allamand y Desbordes– partió a RN, literalmente, en dos. Y qué mejor ejemplo de lo dividida que estaba esta colectividad, que la nominación de Desbordes como su carta presidencial provocó un verdadero boicot por parte de los conservadores, encabezados por el actual timonel, Francisco Chahúan, y el financista interno, Carlos Larraín. No solo nunca se jugaron por el hombre de sus filas, sino que incluso ese mismo grupo levantó, en paralelo, la opción de Sebastián Sichel. Deslealtad es una palabra suave para expresar lo que ocurrió en Renovación Nacional. 

Sichel, por su parte, fue “condenado” a transitar por el desierto –pero lo más lejos posible de Chile Vamos– por el propio Desbordes, debido a su falta de compromiso con la campaña de Kast. Una curiosidad cuando, hace menos de un año, el extimonel de RN señalaba a La Segunda que los candidatos de JAK “destilaban veneno”. Pero Mario Desbordes no se quedó solo ahí. Hace unos días anunció que podría renunciar al partido en la Comisión Política que se realizará hoy lunes 3 de enero. Según él, estaría preparando un nuevo referente junto a otros militantes –una centena–, incluidos algunos parlamentarios como Jorge Durán, argumentando maltrato de la directiva actual hacia la disidencia.

Y no es el único desangramiento en RN. El sector más conservador incluso más radical que Chahuán– ya comenzó a migrar hacia Republicanos, como Leonidas Montes, quien siguió la ruta hecha antes por Jürgensen y Urruticoechea. 

La situación en la UDI no es más alentadora. A la derrota de dos emblemáticas –Van Rysselberghe y Von Baen–, se suma la contradicción vital con que muchos militantes terminaron apoyando a Kast en primera vuelta, lo que arrastró a Lavín a una derrota con retiro forzado de la política. De manera dramática, las nuevas generaciones del gremialismo constataron que sus bases están mucho más cercanas a las posiciones extremas y conservadoras en materia cultural y que, a falta de nuevos liderazgos internos, JAK, más que un aliado transitorio, se transformó en un enemigo en potencia. 

La derecha inicia otra travesía, pero esta vez por las tinieblas, luego de culminar un segundo Gobierno del sector de manera catastrófica en términos de reconocimiento popular, pero especialmente debido a la crítica de la propia derecha por la falta de convicción con que Piñera condujo su mandato. Además de entregar el bastón a un hombre de izquierda, en Chile Vamos –especialmente sus dirigentes– fueron capaces de asesinar la imagen de sus tres candidatos presidenciales –Lavín, Sichel y Desbordes– y tuvieron que rendirse frente a un líder de extrema derecha, volviendo a despertar todos los fantasmas que los han acompañado por más de 30 años debido a su complicidad con la dictadura de Pinochet y su falta de sintonía con los cambios del país. Kast solo fue fiel a sí mismo, pero la derecha –esa que se decía “social” o “liberal”– sucumbió en la peor de todas las batallas en política: la ideológica. 

Sin una reflexión profunda, sin una autocrítica sincera, sin que se den cuenta de cómo se rindieron en el ámbito de las ideas, la derecha comenzará a vivir una de las peores debacles de su historia. Una travesía con algo similar a El corazón de la tinieblas, esa novela de Joseph Conrad que inspiró en los años setenta a Coppola para relatar un largo viaje en la búsqueda de un líder que ha perdido el rumbo y que termina convirtiéndose en una pesadilla. 

En este reordenamiento de la derecha veremos qué tienen en común, qué tipo de oposición van a ejercer –aunque Macaya de la UDI pareciera estar tratando de adelantarse un paso y buscar cercanía con el Presidente electo– y cómo son capaces de convivir en un mismo sector JAK –y sus 15 diputados de ultraderecha y ultraconservadores–, Ossandón, Johannes Kaiser, Sebastián Izquierdo, la Dra. Cordero o Gonzalo De La Carrera con el Partido de la Gente y su líder virtual y, claro, la derecha más tradicional representada en los partidos del ex Chile Vamos. Tan confuso es todo, que Bellolio mencionó a Piñera como uno de los líderes potenciales del sector para el próximo periodo. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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