¿Es justo que a aquellos mismos que pueden ganar más en el futuro, más encima les paguemos sus deudas personales? Esto es un caso de injusticia en donde hay internalización privada de beneficios para pocos a expensas de socializar los costos. Resulta paradójico que los mismos paladines de la justicia social que rasgan vestiduras en honor a la dignidad en Plaza Italia, sean los mismos que quieren ser tratados con favores de forma desigual, a expensas de toda la población.
Existen partes del programa económico del Gobierno entrante de Gabriel Boric que han sido cuestionadas, entre ellas está la controvertida condonación del CAE. Recordemos que Boric, en su campaña, había propuesto un sistema que permita la condonación y eliminación del Crédito con Aval del Estado (CAE). En simple, el CAE es un crédito que se les otorga a privados, pero con garantía del Estado de Chile, por lo que es un beneficio de este que se otorga a un grupo de estudiantes que necesitan financiamiento. Este ha sido utilizado en Chile para financiar las carreras universitarias de muchos estudiantes. Si bien el CAE está lejos de ser perfecto y hay motivos válidos para buscar su transformación (ver aquí), la condonación universal de este es muy mala política pública, a pesar de que la mayoría de los jóvenes estén a favor de esta.
La condonación total del CAE es mala política por tres motivos.
Primero, hay un tema de injusticia y desigualdad de trato. La condonación sería profundamente regresiva y desigual, pues se estaría beneficiando a un sector de la población que va a recibir futuros ingresos personales por sobre los del resto de la población que no estudió en la universidad. Es sabido que aquellas personas que se gradúan de la universidad reciben un salario promedio superior que aquellas personas que no pudieron cursar estudios superiores. Esto es lo que los economistas llaman wage premium, que es un excedente de sueldo promedio superior al que reciben las personas sin carrera universitaria. Pues bien, la OCDE en el 2017 había estimado que dicho wage premium en Chile era de un 237%.
Es decir, hay una desigualdad salarial enorme, en donde aquellos que tienen un título de educación superior ganan, en promedio, un 237% más que aquellos que poseen solo educación media. ¿Es justo que a aquellos mismos que pueden ganar más en el futuro, más encima les paguemos sus deudas personales? Esto es un caso de injusticia en donde hay internalización privada de beneficios para pocos a expensas de socializar los costos. Resulta paradójico que los mismos paladines de la justicia social que rasgan vestiduras en honor a la dignidad en Plaza Italia, sean los mismos que quieren ser tratados con favores de forma desigual, a expensas de toda la población. ¡Compañere, algunos somos más iguales que otros!
Segundo, debemos reconocer que la educación superior posee un componente tanto de externalidad positiva como de beneficios privados que son largamente internalizados por la persona que estudia. Esto ya había sido señalado por el economista John Stuart Mill hace 150 años, en su tratado Sobre la Libertad, en donde señalaba que el Estado tenía un rol fundamental en fomentar el financiamiento de la educación, pues tener ciudadanos educados y preparados cognitivamente, genera un capital humano competente que es clave, tanto para la democracia representativa como para impulsar el crecimiento económico de las naciones. No obstante, como hemos visto con el caso del wage premium, las personas que estudian en la universidad realmente internalizan una gran parte de estos beneficios sociales, transformándolos en beneficios privados. En simple, todos nos beneficiamos de que Bill Gates fuera a la escuela y a Harvard –y que en dichas experiencias educacionales haya conocido al resto del grupo que fundó Microsof–, pero sin duda Bill Gates fue también muy beneficiado a nivel personal.
De esta forma, si existen grandes beneficios privados asociados a la educación superior, entonces, ¿por qué deberíamos como sociedad financiarlos completamente? Claramente si consideramos la internalización privada de beneficios, caeríamos en la cuenta de que sería deshonesto que el costo lo asuma la sociedad en su totalidad, pues hay un gran componente de beneficio privado que debería ser asumido por el beneficiario, sobre todo si este tendrá las condiciones futuras para poder pagar (por ejemplo, será más rico que la media de la población).
Hace algunos años los progresistas y los estudiantes universitarios habían creado el movimiento Occupy Wall Street (OWS), porque estaban indignados debido a que la sociedad entera estaba salvando a los bancos de inversión que habían destruido la economía, mientras los gerentes y los peces gordos de dichos bancos arrancaban con bonos y ganancias descomunales a expensas de generar la crisis del 2008. Estaban indignados por la lógica de que algunos pocos internalizaran beneficios a expensas de externalizar costos a la sociedad. Hoy, de manera hipócrita, pareciera que se han dado vuelta la chaqueta. En menos de una década, los estudiantes se han transformado en aquello que odiaban: un grupo de interés inescrupuloso que busca beneficiarse a expensas del resto.
Tercero, y finalmente, está el costo alternativo de los recursos. Es decir, estamos olvidando todo aquello socialmente bueno que se podría hacer con aquellos recursos que se van a destinar a condonar la deuda del CAE. Pues bien, en un reciente análisis de Acción Educar, se estima que la condonación del CAE costaría aproximadamente el 13% de todo el presupuesto de la nación. El costo social de esta política propuesta por el Presidente electo Boric, costaría alrededor de US$9.000 millones (en su campaña Boric dijo que se necesitarían US$ 12.000 millones para condonar los créditos). Estos recursos equivaldrían a construir 3 veces la línea 7 del Metro, que será la más extensa y completa línea del metro de Santiago. O bien, estos recursos equivaldrían al programa entero del más reciente Plan de Inversiones Hospitalarias, que consiste en más de 50 hospitales nuevos y que agregará más de 12.400 camas al sistema público de salud. Todas estas cosas con un profundo impacto social se podrían financiar con los recursos que, en vez de esto, se van a destinar a condonar la deuda del CAE para beneficiar a algunos pocos a expensas de muchos.
En conclusión, es una ironía de la vida que aquellos que más vociferaban en contra la desigualdad y a favor de la dignidad, sean los mismos que fueron hoy corriendo para ponerse en los primeros lugares de la fila de los privilegiados, buscando ser tratados como un grupo de interés rapaz en desmedro de toda la clase media trabajadora no educada del país. En vez de reformar de forma inteligente el sistema del CAE, creando un sistema más justo en donde los beneficiados exitosos efectivamente paguen por dichos beneficios, la ideología y el populismo millennial han triunfado por sobre la buena política pública. Como siempre, los que pagan los platos rotos serán aquellos no-vociferantes que, en silencio y con humildad, trabajan día a día para tratar de sacar a nuestro país del lodo.