Las afiliaciones portalianas que tienen lugar en las recientes horas hablan de un movimiento restaurador del país, desacreditando la Convención, modulando el plebiscito de salida y estableciendo diversos “contratos simbólicos” con “Amarillos por Chile” y su auscultada defensa corporativa (“Derecha de centro” con actores incidentales del mundo transicional). Tras ello lo que está en juego es forzar una dinámica de los acuerdos que guarde alguna similitud con el Plebiscito de 1988, cuestión que diagrame un pacto entre un sector de la derecha y el mundo progresista (desde Oscar Guillermo Garretón, Evopolis —UDI millennial— hasta el mundo de los Burgos).
El año 2016 en medio de un clima de escándalos, corrupción empresarial e influencias política, abundaron “adjetivos” y “juicios moralizantes”, que hacían referencia al lenguaje patronal utilizado en una intervención de Andrónico Luksic donde llamaba al orden por “cadena nacional”. La opinión pública, informada o no, se sintió irritada ante la jerga portaliana del empresario, y apeló a distintos adjetivos para retratar el “dictum” hacendal: ¡soberbio, autoritario, patrón de fundo, mentiroso, cínico, etcétera! Más allá de limitar el problema a cuestiones “verbales”, es posible aventurar una lectura alternativa que nos ayude a comprender a qué sector del “Reyno de Chile” le habló Andrónico Luksic hace más de cinco años. Un primer hito que llama la atención es el medio utilizado, las redes sociales —enjambres digitales y bancos de datos— en un modelo de concentración mediática. En este caso fue YouTube la antena escogida. A diferencia de las preguntas convencionales y predecibles del sentido común, del ciudadano de calle, el clan de la plebe o los grupos medios en ascenso, Luksic no echó mano de la Televisión convencional. Tampoco apeló a los mayordomos de la pos-transición, sino a una “comunicación tan oligarquizante”. Ante la pregunta; ¿y porque no fue canal 13, y qué más daba? A no dudar, junto al desgaste de la industria televisiva que intuyó para la ocasión, el dueño del Banco Chile, ello hubiera implicado un compromiso filial entre el canal católico y el empresario, cuestión similar hubiese ocurrido si el discurso se masificaba por la vía de El Mercurio y sus célebres entrevistas en el cuerpo D. La apuesta fue el “populismo mediático”.
Esta vez la estrategia discursiva fue muchísimo más penetrante, Luksic escogió una vía de difusión de alta viralización (“masificación digital”). Aquí se puso en práctica la popularización de las redes sociales bajo la escena post-moderna, algo kafkeana, de que todo chileno tendría el derecho (potencial) a interpelar a “Don patrón” gracias al acceso abierto (on line) a la “gleba digital”. Esto es precisamente lo que impide, de buenas a primeras, descifrar la audiencia “cautiva” del mensaje elitario (apartheid cognitivo). Entonces; ¿a quién buscaba interpelar Andrónico hace cinco años? ¿Cuál era su grupo de referencia? No debemos olvidar que la familia Luksic es parte de aquella elite productivista y constructora del Estado desarrollista, cuya fortuna no está embriagada en la especulación financiera del piñerismo, o bien, en las ganancias inmobiliarias del mundo Demócrata Cristiano y su vocación de orden frente al nuevo ciclo político. Y para muestra un botón; la biblioteca Andrónico Luksic Abaroa en plena Casa de Bello —nuestra gloriosa Universidad de Chile (FEN—.
Esta fue la “exótica” realidad. El empresario al tanto de la digitalización oligárquica implementó una comunicación penetrante que buscaba alertar, remover, ordenar e incentivar las consciencias del sector empresarial que diagrama los destinos de nuestro Reyno. El simulacro fue eficiente. En buenas cuentas Luksic, devoto de la modernización concertacionista —parido del orden— le habló piramidalmente al 0,5% de la elite a través del medio más masivo de la “aldea global”. De otro modo, utilizó una señal accesible a todo bolsillo popular —parias, huachos y menesterosos— para impugnar enérgicamente a sus “primus interpares”. En suma, ¡Nada de soberanías populares! Ni menos un pueblo largado a la “laicidad consumista”, viciosa y sin virtudes cívicas, admitiendo la interpretación de Karmy-Bolton sobre el fantasma de Portales
En su performatividad, en sus ademanes, interpeló notablemente a la elite más contigua. Hizo un llamado al “orden ético” asumiendo el mea culpa del emprendizaje: abundó en la necesidad de cuidar las prácticas de probidad, preservar la legalidad vigente y mantener los pudores frente a la acumulación infinita de capital. En suma, conminó tardíamente a recuperar la desprestigiada imagen del campo empresarial. La elite debía reaccionar para que Chile pueda retomar sus logros modernizantes: era la única forma de evitar el despeñadero, decía el pregón.
La oficina desde la cual hizo el emplazamiento (un símil chileno del despacho Oval), nos permitió presenciar la gesticulación espectacularizante de un hombre genuinamente poderoso —que conoce la gestión de riquezas sin pedidos de disculpas. Y ello merced a muchas razones, pues innumerables veces ha concedido una enorme cantidad de dadivas a empresarios, instituciones de caridad, familias de capa media, propietarios y emprendedores de ocasión.
Recapitulando; más allá del “on line” —propio del capitalismo informacional— hay que asumir que su discurso no estaba dirigido al 90% de la “población” (chilenidad codiciosa-pordiosera del piñerismo) o bien, para aquel grupo de “pipiolos digitales” que dicen ostentar bienes que suman una gran de cantidad de unidades de fomento (UF). El ejercicio fue estrictamente elitario y absolutamente perentorio: Andrónico Luksic, a la manera de un “Don familiar”, más allá del bien y del mal, envió un mensaje energético, vigorizante y macizo en el ejercicio del poder que hunde sus raíces en la estructura oligárquica.
Lejos del “ímpetu cachorril” por las reformas de la Convención, es necesario agregar que la ciudadanía (aquel 90% de la población) que abunda en la inmediatez de la bancarizcación de la vida cotidiana, nunca pudo asimilar —integrar— un discurso parecido a un “golpe de villar”, porque lisa y llanamente Luksic no pretendía dialogar con el chileno medio y su “indigencia simbólica”. De suyo, Chile tiene una arraigada tradición de “fronda aristocrática” en donde no es posible escindir la antropología portaliana. Ahora bien, luego de tamaña alocución, qué lugar le cabe en este escenario a los discursos constituyentes, o bien, al campo de constitucionalistas que bajo otro “principio de realidad” hacen una tremenda inversión de emociones por formas de “democracia expresiva”, o bien, ampliación de la participación para evitar un nuevo “pacto juristocrático” ante la presión del empresariado de la DC (“Plebiscito de salida”). Todo muy similar a la profecía vulgar —“Peso de la noche”— que por estos días ha movilizado al mundo transicional a sumarse a la agenda del rechazo.
Las noticias de las últimos horas (“Manifiesto Amarillo”) no son alentadoras; la elite nuevamente convoca al confesionario —oferta diezmo— y se comunica exitosamente, mutua interpelación, a través del control mediático y genuina por reconstruir la sociedad chilena después del “estallido social” impulsando un golpe corporativo a la “soberanía popular” cuya fuente de legitimidad fue la revuelta del 2019. Aquí asistimos a un emplazamiento a sus redes filiales, Copesa y El Mercurio, a las 10 familias que controlan el aparato productivo, que por estos días defienden los Amarillos capitaneados por el ventrílocuo Cristian Warnken. Las afiliaciones portalianas que tienen lugar en las recientes horas hablan de un movimiento restaurador del país, desacreditando la Convención, modulando el plebiscito de salida y estableciendo diversos “contratos simbólicos” con “Amarillos por Chile” y su auscultada defensa corporativa (“Derecha de centro” con actores incidentales del mundo transicional). Tras ello lo que está en juego es forzar una dinámica de los acuerdos que guarde alguna similitud con el Plebiscito de 1988, cuestión que diagrame un pacto entre un sector de la derecha y el mundo progresista (desde Oscar Guillermo Garretón, Evopolis —aUDI millennial— hasta el mundo de los Burgos).
Por fin Luksic no buscaba conversar —horizontalmente— con el país de las reformas, la pasión igualitaria y la “guillotina huacha”. Lo que hubo fue un dialogo de pares. En esta ocasión habló el monarca con historicidad y nos recordó propositivamente nuestra incurable “condición plebeya”. Más allá de la tentación revanchista, de la revuelta de clases, cuesta entender cómo el campo de la izquierda recicla este mensaje y persevera creativamente en la ficción igualitaria ante un colosal espectro portaliano. Andrónico, puso en práctica de la forma más directa, irónica y “espontánea” los clivajes de la dominación que en las últimas horas ha promovido una restauración oligárquica.
Pd. A no olvidar, D0n Diego nos decía “a palo y bizcochuelos”.