“No hay camino para la paz, la paz es el camino”, nos dijo Mahatma Gandhi. No hay opción al respeto del derecho internacional, el cumplimiento de los acuerdos recíprocos y llevar a término las negociaciones, aun a riesgo de fracasar.
¿Por dónde salir de un conflicto armado como el que afecta a Ucrania y Rusia, con consecuencias mundiales impredecibles? La ruta hacia la paz es siempre costosa, y exige más coraje que entrar a la guerra. Pero el camino a la paz existe, ya se ha recorrido antes y no se puede pensar el futuro sin pasar por los difíciles hitos que inevitablemente implica esa vía. Para transitar esos pasos se deben comprender muchos momentos anteriores, que tienen fechas y lugares concretos, a los que hay que volver una y otra vez para retomar un aprendizaje siempre inconcluso, y cuya débil apropiación por parte de los actuales líderes mundiales explica el doloroso presente en que nos encontramos. Señalo algunos de ellos:
Königsberg, 1795: Immanuel Kant publica Sobre la paz perpetua, donde propone, de forma hipotética, una “Constitución planetaria”, republicana, basada en la libertad de sus miembros, fundada en el respeto al derecho y la plena igualdad, desde una ciudadanía cosmopolita. Una federación mundial de estados libres que se someten por su propia voluntad a una ley universal bajo principios de igualdad, transparencia y cooperación. Señala así los criterios que deberían guiar una legalidad internacional que supere las asimetrías de poder y proponga la paz como un fin y no solo como un medio para la convivencia global.
Zúrich, 1916. Lenin publica La revolución socialista y la autodeterminación de los pueblos, reconociendo explícitamente la existencia de “naciones oprimidas” dentro del imperio zarista. Asume su derecho a la libre autodeterminación, incluyendo la secesión y formación de un Estado separado, la abolición de todos los privilegios y restricciones nacionales y religiosas, el libre desarrollo de las minorías nacionales y los grupos etnográficos del territorio ruso. Este diagnóstico ha sido fundamental para el reconocimiento posterior de muchas naciones sin Estado y pueblos indígenas, mediante la búsqueda de modelos plurinacionales que respondan a ese problema sin llevar a la fragmentación al infinito de los Estados ya existentes. Ese mismo año, en El imperialismo, fase superior del capitalismo, analiza la “economía-mundo”, apuntando a la concentración del capital global, que lleva a los grandes monopolios a competir violentamente por sectores enteros de la producción. Si en 1916 varios Estados europeos se denominaban “imperios”, o buscaban llegar a serlo en el futuro, hoy ningún país asume ese título, aunque muchos mantengan una oculta vocación imperialista, bajo nuevas formas, hablando de “áreas de influencia estratégica” o expresiones similares. Las tesis de Lenin no fueron mantenidas por la URSS, que desde los años 30 asumió una política imperialista como las de otras potencias .
San Francisco, 1945/ París, 1948 / Ginebra, 1949: tres fechas que buscaron responder a lo que Theodor Adorno llamó un “nuevo imperativo categórico que impida que Auschwitz se pudiera repetir”. La primera: promulgación de la Carta de Naciones Unidas. La segunda: aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La tercera: los cuatro convenios internacionales que regulan el derecho internacional humanitario con el fin de proteger a las víctimas de los conflictos armados.
Helsinki, 1975: Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), incluyendo a Estados Unidos, la Unión Soviética y todos los países europeos, orientales y occidentales. Finlandia ejerce un rol desde su neutralidad. La conferencia logra un inédito consenso que supera grandes diferencias políticas y distiende la Guerra Fría por medio de estos principios: igualdad soberana de los Estados, respeto de los derechos inherentes a la soberanía, abstención de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza, inviolabilidad de las fronteras, integridad territorial, arreglo de las controversias por medios pacíficos, no intervención en los asuntos internos, respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, derecho a la igualdad y derecho a la autodeterminación de los pueblos, cooperación entre los Estados, cumplimiento de buena fe de las obligaciones del derecho internacional.
Reikiavik, 1986. Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov fracasan en la negociación del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, clave para poner fin a la carrera armamentista de las dos superpotencias. Sin embargo, muchas negociaciones necesitan de sonados fracasos preparatorios, que pongan en la mesa las diferencias e intereses. Al año siguiente, sincerados los diferendos de fondo, se llegó a un acuerdo fundamental, que siguió vigente hasta 2019, cuando Donald Trump abandonó el tratado unilateralmente.
Kiev, 1991. Referéndum de independencia de Ucrania, aprobado por el 90.32% de los votos, y con mayoría absoluta en todas las divisiones administrativas del país. El presidente soviético Gorbachov envió inmediatamente un mensaje de reconocimiento del resultado, incluyendo sus esperanzas de una estrecha cooperación y comprensión de Ucrania en «la formación de una unión de Estados soberanos».
Minsk, 2014. Protocolo de acuerdo para finalizar la guerra firmado por Ucrania y la Federación Rusa, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), nacida de los acuerdos de Helsinki. El protocolo ofrecía una hoja de ruta para poner fin a los enfrentamientos en las regiones conocidas como el Donbás, por medio del cese el fuego inmediato y bilateral, el retiro de todo el armamento pesado, nuevas elecciones locales, amnistía de los dirigentes involucrados en el conflicto, liberación de personas detenidas ilegalmente y la adopción de una nueva Constitución que permitiría una autonomía significativa a las regiones rusoparlantes, a cambio del control ucraniano de su frontera con Rusia. El fracaso de este acuerdo, por incumplimientos de ambas partes, es el antecedente de la guerra. Lo que no exculpa la gravísima responsabilidad inmediata de la Federación Rusa por la invasión iniciada el jueves 24 de febrero pasado.
“No hay camino para la paz, la paz es el camino”, nos dijo Mahatma Gandhi. No hay opción al respeto del derecho internacional, el cumplimiento de los acuerdos recíprocos y llevar a término las negociaciones, aun a riesgo de fracasar. Y todo ello asumiendo que el respeto a los derechos humanos es un principio intransable y no negociable en todas las fases del proceso.