Contar con información fidedigna respecto al uso de antimicrobianos en un lugar determinado contribuye al tratamiento temprano y exitoso de infecciones bacterianas humanas y animales, evitando así complicaciones e incluso la muerte. En el caso de la salmonicultura, algunos extraviados e interesados profesionales han argumentado que el uso de antimicrobianos en el ambiente acuático en el país carece de impactos negativos para la salud humana y animal. Ellos ignoran principios básicos de microbiología evolutiva, que demuestran que, a mayor uso, existe una aumentada resistencia, y que este uso simultáneamente estimula la circulación de bacterias resistentes y de sus genes de resistencia.
El tratamiento de las infecciones bacterianas fue revolucionario por la introducción de los arsenicales para el tratamiento de la sífilis (1910) y más tarde por las sulfas (1937). Estas últimas fueron rápidamente empleadas en el tratamiento de enfermedades como la neumonía neumocócica, la fiebre puerperal, la escarlatina, la gonorrea y la meningitis cerebro espinal, entre varias otras.
Las sulfas disminuyeron la mortalidad de la neumonía neumocócica desde aproximadamente un 70% a un 10%; de la fiebre puerperal, desde aproximadamente un 90% a un 50%; y de la meningitis, de un 90% a un 10-15%. La introducción de la penicilina en 1943, y más tarde de un variado repertorio de otros antimicrobianos, mejoró aún más estas estadísticas de mortalidad por infecciones y de allí nació el apodo de “drogas milagrosas” dado a los antibacterianos. Drogas maravillosas que además ampliaron enormemente los campos de la cirugía, la odontología y del tratamiento de otras enfermedades como el cáncer y las autoinmunitarias.
Sin embargo, a poco andar, la evolución bacteriana y el uso imprudente de los antimicrobianos permitió, primero en los hospitales y luego en los recintos de crianza industrial de animales y su entorno ambiental, la selección de bacterias resistentes, con resistencias únicas y múltiples a los antimicrobianos. Las bacterias resistentes comenzaron a producir infecciones más severas, con mayor número de complicaciones, con hospitalizaciones prolongadas, con mortalidad aumentada y con costos adicionales de tratamiento.
Los fenómenos de transferencia horizontal (lateral) de genes (THG) de resistencia entre múltiples especies bacterianas y bacterias de diversos hábitats resultan en la transferencia de estos genes entre bacterias ambientales, entre bacterias de la flora normal humana y animal y, además, entre sus bacterias patógenas, generando la circulación permanente de genes de resistencia entre bacterias desde su lugar de selección a otros múltiples lugares en la biósfera. Por ejemplo, el uso excesivo de antimicrobianos en la salmonicultura y en un hospital seleccionará bacterias resistentes y genes de resistencia que pueden circular prácticamente sin restricciones entre bacterias de estos diversos lugares y los ambientes que los rodean. La selección de bacterias resistentes y de genes de resistencia en un sitio, es proporcional a las cantidades de antimicrobianos usados en ese lugar, es decir, a más uso de ellos, existirá un mayor número de bacterias resistentes y de genes de resistencia en ellas. Este efecto es lo que el recientemente fallecido profesor Stuart B. Levy llamó la paradoja de los antimicrobianos, que indica que, con un mayor uso de ellos, se genera una aumentada resistencia, la que desgraciadamente se acompaña de una disminuida efectividad de su efecto terapéutico.
En centros médicos con grandes recursos, el diagnóstico de infecciones bacterianas resistentes a los antimicrobianos puede hacerse en poco tiempo, dados los avances en la física y la química de las proteínas y de los ácidos nucleicos, lo que permite implementar precozmente, en horas, una terapia antimicrobiana adecuada y efectiva. Sin embargo, la mayoría de los hospitales y consultorios en el mundo carecen de esta tecnología de punta y se debe, en general, esperar dos a tres días para obtener los resultados que diagnostiquen a la bacteria causante de una infección y determinen su susceptibilidad o resistencia a los antiinfecciosos. En este periodo de espera, el personal de salud humana, y también de salud veterinaria, tratan a las infecciones de manera empírica, usando el conocimiento microbiológico y epidemiológico previo que indica cuáles son las bacterias más frecuentes en el lugar de la infección y su resistencia potencial a los antimicrobianos. El conocimiento respecto de la resistencia potencial de las bacterias en el lugar de la infección se genera determinando, archivando y difundiendo, a los profesionales de la salud, la susceptibilidad o la resistencia de las bacterias que producen infecciones en la zona determinada donde ellos practican.
Pero, además, como hemos visto, que a mayor uso de antimicrobianos en una región existe una resistencia bacteriana aumentada en ella, la información transparente respecto de la cantidad y las clases de antimicrobianos usados en esa región es información clave para también predecir la resistencia a ellos y para tratar de manera adecuada y temprana las infecciones en esa crítica ventana de dos o tres días, antes del diagnóstico definitivo de la potencial resistencia.
En este contexto, sin lugar a dudas que la información fidedigna y clara respecto del uso de antimicrobianos en un lugar determinado contribuye al tratamiento temprano y exitoso de la infección bacteriana humana y animal, evitando así complicaciones y muertes. En el caso de la salmonicultura, algunos extraviados e interesados profesionales han argumentado que el uso de antimicrobianos en el ambiente acuático en el país carece de impactos negativos para la salud humana y animal. Ellos ignoran principios básicos de microbiología evolutiva que demuestran que, a mayor uso, existe una aumentada resistencia, y que este uso también simultáneamente estimula la circulación de bacterias y de sus genes de resistencia entre los diversos compartimientos de la biósfera. Como dijo Robert Koch hace 130 años, refiriéndose a otro tópico de salud pública, estos espurios argumentos “dan la falsa impresión de que los científicos están en desacuerdo respecto de este tema y son usados para justificar la pasividad de las autoridades”.
Desafortunadamente para estos científicos, en Chile en los últimos 10 años diversas investigaciones han demostrado sin discusión que la salmonicultura concentra mucho más que la medicina humana el uso excesivo de antimicrobianos, y también han verificado la presencia de idénticos genes de resistencia a antimicrobianos en el ambiente acuático (marino, agua fresca) y en la flora normal y patógena de humanos, de peces y de moluscos, confirmando la universalidad de principios evolutivos y microbiológicos básicos respecto de la THG.
Todo esto indica la necesidad imperiosa de la transparencia en el volumen y las clases de antimicrobianos usados en diversas actividades, información que es cardinal para una adecuada práctica de la medicina y de la veterinaria, y esencial para salvar vidas humanas y animales, a la vez que para evitar además otros problemas de desequilibrios biológicos en la biosfera generados por este uso.