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¿De qué hablamos cuando hablamos de “salud con enfoque de género”? Opinión

¿De qué hablamos cuando hablamos de “salud con enfoque de género”?

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Francisca Crispi G.
Por : Francisca Crispi G. Presidenta del Colegio Médico Regional Santiago.
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Conceptos como equidad, interculturalidad o no discriminación pudieran parecer meros adornos para la base del nuevo sistema, sin embargo, cada uno de ellos viene a responder a la diversidad de problemáticas que enfrenta la salud hoy día, entendida como un sistema “de carácter universal, público e integrado”, donde nadie puede quedar fuera. En el caso del “enfoque de género” como principio rector, lo que se busca es considerar al género como una determinante social en salud, y disminuir las inequidades que se generan en razón de ello.


El borrador de la nueva Constitución, que deberemos votar el próximo 4 de septiembre en el plebiscito de salida, ha incluido recientemente, entre otros principios, el enfoque de género como parte del nuevo Sistema Nacional de Salud.

Conceptos como equidad, interculturalidad o no discriminación pudieran parecer meros adornos para la base del nuevo sistema, sin embargo, cada uno de ellos viene a responder a la diversidad de problemáticas que enfrenta la salud hoy día, entendida como un sistema “de carácter universal, público e integrado”, donde nadie puede quedar fuera.

En el caso del “enfoque de género” como principio rector, lo que se busca es considerar al género como una determinante social en salud, y disminuir las inequidades que se generan en razón de ello.

Según diversos autores, las principales inequidades derivadas del género y la orientación de género en salud se relacionan con las barreras de acceso, como ocurre por ejemplo con la población trans, cuya expectativa de vida es de 35 años en Latinoamérica, con un sistema que tiende a excluirla.

Por otro lado, tenemos los sesgos de género en la atención, donde múltiples estudios han mostrado un trato discriminatorio de los servicios de urgencia, donde frente a una misma dolencia una mujer es evaluada por un cuadro de histeria; mientras que un hombre, para descartar un infarto.

Tenemos un trágico caso de 2018 en una clínica de Santiago, donde una mujer posparto, a pesar de que se quejó múltiples veces de dificultad para respirar, fue evaluada con un trastorno ansioso, cuando lo que tenía era un tromboembolismo pulmonar que le provocó la muerte horas más tarde.

Por último, están los sesgos de género en la investigación en salud, donde tradicionalmente las mujeres han sido excluidas de los estudios clínicos con el argumento de  que los ciclos menstruales y la posibilidad de embarazo las hacen un sujeto de investigación más complejo. Una exclusión que ha provocado que muchos fármacos no hayan sido evaluados en mujeres, y que hoy la mayoría de los efectos adversos de medicamentos se produzcan en este “grupo”. 

Tenemos importantes desafíos, como mejorar el trato que el Sistema de Salud da a las víctimas de violencia sexual, contar con policlínicos trans, evitando la exposición de esta población a procedimientos de baja calidad; o contar con una educación sexual integral para que hombres, mujeres y diversidades alcancen su mayor potencial en salud, donde razones de género no se interpongan en ese camino.

La construcción de una medicina con una perspectiva de género es fundamental si queremos una salud cuyo centro sea la dignidad de todas las personas, sin distinción de ningún tipo. Por cierto que esto no termina en la Constitución, pero sin duda es un buen primer paso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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