Mirando el plebiscito de salida, se pueden categorizar diferentes percepciones que incidirían al momento de votar Apruebo o Rechazo. Se debe tener en consideración que cada individuo o grupo sentó un conjunto diverso de expectativas en el trabajo de la CC, y tienen sus propios puntos de referencias para establecer las eventuales ganancias y pérdidas. Además, vale la pena subrayar que los atajos cognitivos son importantes en esta teoría; los votantes nunca manejarán todo el articulado en todo su detalle, adoptando una posición sobre la base de los temas que les interesan.
Muchos pensaban que el contundente resultado del Apruebo (78,27%) en el plebiscito de octubre de 2020 aseguraba el éxito del plebiscito de salida. Otros, más críticos, apostaron que ante el mal diseño de todo el proceso se terminaría construyendo una Constitución tipo “árbol de Navidad”, llena de derechos y gestos para todas las sensibilidades presentes en el ambiente, que harían casi imposible rechazarla. También algunos señalaron que sería muy difícil que alguien se atreviera a elaborar y desplegar la bandera intelectual del Rechazo.
Sin embargo, sobre la base de los resultados de las diferentes encuestas aplicadas en las últimas semanas, en las que el Rechazo sube considerablemente, incluso superando al Apruebo en algunas, sumados a la manifestación de desencanto y preocupación en muchas columnas de opinión, entrevistas a liderazgos de izquierda y redes sociales, a lo menos, los auspiciosos pronósticos iniciales se deben poner en entredicho.
En este paradójico escenario, no contemplado por muchos, se hace interesante proponer algunas explicaciones. Ante las percepciones que deambulan en el ambiente y aplicando la teoría prospectiva de Kahneman y Tversky (1979), me atrevo a sugerir que se ha instalado en la opinión pública, frente al debate de la Convención Constitucional (CC) y sus iniciales resultados, una aversión a las pérdidas.
La teoría prospectiva propone básicamente que las decisiones de las personas bajo riesgo tienden a tomar opciones que entreguen mayor certeza (“efecto certidumbre”) ante las potenciales ganancias. Vale decir, en la toma de decisiones la aversión a las pérdidas es más fuerte que las eventuales ganancias. A juicio de Kahneman y Tversky, solo cuando observamos que todas nuestras opciones son malas estamos dispuestos a asumir potenciales riesgos para lograr ciertos beneficios. Claro está que la definición de las ganancias o pérdidas está determinada por un punto de referencia que corresponde al lugar donde se encuentra, en este caso, el elector a la hora de votar.
De ahí que podríamos pensar que el contundente 78,27% que votó a favor del Apruebo el 2020 puede ser entendido como una decisión en el marco de que todas las opciones eran malas. Seguir con la misma Constitución era continuar con el país en crisis. No olvidemos la caótica situación en que se encontraba el país cuando se realizó el plebiscito (no solo por el COVID-19, sino también a un año de la crisis de octubre de 2019). Si bien la opción del Apruebo podía ser considerada riesgosa, en ese momento se levantaba como una salida prometedora. Un optimismo similar se pudo observar en el éxito de la popular “Lista del Pueblo” y los independientes en la elección de constituyentes. Esto se explicaría, siguiendo a Colomer y Beale (2021), por el no cumplimiento de expectativas por parte de la elite gobernante tradicional, lo cual dio paso a la ira y la frustración, pasiones que incentivan el perseguir alternativas políticas arriesgadas, más rupturistas.
Pero ahora el escenario es distinto. Existen dos opciones: una que establece certezas (la Constitución de 2005) y otra que promete mejoras pero también riesgos (la propuesta que está redactando la CC). El factor del contexto juega un papel clave en la toma de decisión, al transformar el punto de referencia y que se denomina “efecto marco”. Lo que hemos visto hasta ahora, desde la instalación de la CC hasta sus resultados en las comisiones y en el Pleno, ha significado para muchos una gran sensación de pérdida. La primera fue que las actuaciones de la CC, individuales y/o colectivas, no contribuyeron a responder a una de sus principales expectativas: disminuir el ambiente polarizado que se había instalado en el país.
La arriesgada apuesta de muchos era sanear al país luego del plebiscito de 2020, pero a la luz de los hechos no surtió efecto. Una serie de eventos desafortunados alimentaron esa percepción. Solo citar como ejemplo la poca solemne instalación de la CC. De ahí en adelante hay varias declaraciones y acciones de muchos de sus miembros que operaron en dirección contraria a la apuesta que hizo el país. Pero este desencanto no necesariamente determinará una posición respecto a votar el Apruebo y Rechazo, puede ser un condimento pero no necesariamente la justificación última.
Ahora bien, mirando el plebiscito de salida se pueden categorizar diferentes percepciones que incidirían al momento de votar Apruebo o Rechazo. Se debe tener en consideración que cada individuo o grupo sentó un conjunto diverso de expectativas en el trabajo de la CC, y tienen sus propios puntos de referencias para establecer las eventuales ganancias y pérdidas. Además, vale la pena subrayar que los atajos cognitivos son importantes en esta teoría; los votantes nunca manejarán todo el articulado en todo su detalle, adoptando una posición sobre la base de los temas que les interesan.
Distingo a lo menos tres posiciones o tipos que pueden llevar a tomar la posición de rechazar la propuesta de Constitución. Claramente puede existir una combinación de estas categorías a la hora de pensar en la pérdida o ganancia. Primero, estarán los que observan de manera holística la propuesta de Constitución y que plantean que no se construyó en ella “la casa de todos”. Este conjunto de individuos optará por mantener lo existente, aunque no le guste plenamente ,en lugar de una “casa” que se les puede venir encima o no los acogerá.
Segundo, están los que vieron el proceso constituyente como una forma de colocar sus temas de interés y utilizaron con entusiasmo los mecanismos de participación abiertos por la CC. No obstante, sus objetivos tal vez fueron desechados o, peor aún, la propia propuesta constitucional podría significar más bien una amenaza a ellos. A modo de ejemplo, aquí se pueden sentir identificados muchos, tales como padres de colegios subvencionados, “con mi plata no”, grupos de defensa de las tradiciones rurales, autonomía del Banco Central, académicos, etc. Con estos y otros movimientos las expectativas creadas en el proceso de participación podrían terminan en la percepción de una fuerte pérdida. Pensémoslo de esta forma: ¿cuántas de las 77 iniciativas populares que alcanzaron las 15 mil firmas para ingresar a la CC, sin contar las que no pudieron acceder (2.496, publicadas), serán acogidas por el nuevo texto?
Tercero, podríamos identificar los temerosos y escépticos ante el ánimo y fuerzas que imperan dentro de la CC. El proceso y los resultados confirman sospechas y votar Apruebo será solo pérdida. La acción más conveniente será el Rechazo porque las mejoras que promete la CC no se comparan por ningún motivo con las pérdidas. Aquí podemos hacer mención a los diferentes grupos religiosos y su rechazo al aborto en defensa de sus creencias, los defensores de la idea de nación y su rechazo a la plurinacionalidad, abogados y sus reticencias al nuevo sistema de justicia, etc.
Así pues, la opción a seguir de las personas estará muy relacionada con su punto de referencia y, claramente, el efecto marco será muy determinante en la definición de pérdida o ganancia. En este marco será importante la situación económica que se avizora y la debilidad y/o fortaleza del Gobierno. Diciéndolo de otra forma: ¿los beneficios que prometerá la nueva Constitución serán capaces de compensar la incertidumbre que abre y la percepción de pérdida? A esto se debe agregar una posición más reformista, expresada por algunos sobre el hecho de que no será la Constitución de Pinochet (1980) la que regirá en caso de que triunfe el Rechazo, sino la de Ricardo Lagos (2005), y para ello ya se están barajando posibles planes B (“efecto certidumbre”).