La normalización de la violencia, cualesquiera que sean sus causas, solo consagra la impunidad, el principio de “desigualdad ante la ley” y la desesperanza en las instituciones y gobernantes de aquellos sectores más vulnerados y vulnerables frente a estos hechos. Si miramos los últimos estudios de opinión, son precisamente los sectores más postergados de nuestra sociedad los que con mayor fuerza castigan la ambivalencia y eufemismo de cierta parte del Ejecutivo o Legislativo frente a la violencia e inseguridad. La sociedad chilena tiene derecho a la seguridad, la sociedad chilena requiere de la seguridad como un pilar básico, sin el cual no es posible el ejercicio de otros derechos. Por ello, desde la Democracia Cristiana, en los próximos días, no solo concurriremos al llamado del Presidente para alcanzar un gran acuerdo en seguridad, también plantearemos las siguientes líneas de trabajo.
El país vive una espiral de inseguridad y violencia que nunca antes, en tiempos democráticos, se había observado en el territorio. La inédita tasa de 2,5 homicidios por día habla no solo de una actividad criminal creciente ligada al narcotráfico, a la lucha por el control del espacio público y a la introducción de la violencia en la convivencia cotidiana de importantes segmentos de la población, sino también de una ineficacia del Estado, de los sucesivos gobiernos y estrategias por detener esta verdadera “crisis de seguridad”. Misma ineficacia que se extiende a la resolución de conflictos y focos de violencia ya históricos, como los de la Macrozona Sur.
Es indudable que en la génesis de estos fenómenos está el abandono y deuda social de amplios sectores de la población postergados en su desarrollo, oportunidades y derechos más fundamentales. No obstante lo anterior, la comprensión de dichos fenómenos no es razón suficiente para justificar los actos de violencia, delitos o terrorismo asociados. La normalización de la violencia, cualesquiera que sean sus causas, solo consagra la impunidad, el principio de “desigualdad ante la ley” y la desesperanza en las instituciones y gobernantes de aquellos sectores más vulnerados y vulnerables frente a estos hechos. Si miramos los últimos estudios de opinión, son precisamente los sectores más postergados de nuestra sociedad los que con mayor fuerza castigan la ambivalencia y eufemismo de cierta parte del Ejecutivo o Legislativo frente a la violencia e inseguridad.
La sociedad chilena tiene derecho a la seguridad, la sociedad chilena requiere de la seguridad como un pilar básico, sin el cual no es posible el ejercicio de otros derechos. Por ello, desde la Democracia Cristiana, en los próximos días, no solo concurriremos al llamado del Presidente para alcanzar un gran acuerdo en seguridad, también plantearemos las siguientes líneas de trabajo:
Para hacer realidad esta propuesta es que, más allá de adherir al llamado presidencial, resultará fundamental el generar un diagnóstico común y un plan que superen ciertas trincheras ideológicas paralizantes y avancen en la instalación de un verdadero “Estado seguro”.