Para Canadá y Chile están abiertas las posibilidades de pensar juntos los avances hacia el desarrollo sostenible, los cambios ligados a las energías renovables, a la electromovilidad, a las ciudades ecológicas, a los cambios educacionales y laborales ligados a la innovación digital. Y, por cierto, a las transformaciones ineludibles en la relación entre ciudadanía y poder cuando se habla de democracia. Posiblemente, les va a faltar tiempo, pero Boric y Trudeau dan una buena señal de otra vía para pensar el futuro cuando deciden encontrarse antes de viajar a la Cumbre de Los Ángeles. Es un aporte a colocar lo hemisférico en un escenario distinto a aquel que la Doctrina Monroe definió hace 200 años.
La decisión del Presidente Gabriel Boric de iniciar en Canadá su andar por el mundo de los países desarrollados es muy significativa. Desde ya determina que su presencia en la América del Norte se impregna primero de afinidades y visiones compartidas entre el país del extremo norte del continente con este del extremo sur, antes de ir a la Cumbre de las Américas convocada por Estados Unidos. Están las concordancias en muchos aspectos, para empezar en las similitudes en la llegada al poder de sus gobernantes: Justin Trudeau lo hizo a los 45 años; Boric, a los 36. Para ambos hay mucho por recorrer políticamente por el siglo XXI.
Pero hay otras concordancias más de fondo. Este encuentro en Ottawa el 5 de junio tendrá lugar casi justo al cumplirse 25 años de la firma del Tratado de Libre Comercio entre ambos países. Fue el primer tratado suscrito por Chile con un país desarrollado, cuyos alcances fueron más allá del comercio de bienes, incorporando acuerdos sobre servicios, inversiones, medio ambiente y condiciones laborales. Y en el marco de este tratado, desde hace cinco años también rige un complemento sobre Igualdad de Género, lo cual proporciona un marco de colaboración para Canadá y Chile en programas en favor de la participación de las mujeres en áreas de comercio, inversiones, emprendimientos y desarrollos diversos, donde la presencia femenina sea igualitaria.
Temas comunes y de coincidencias los hay. Tanto aquellos que van al canasto de los logros positivos como los que se tornan complejos y ponen a prueba la muñeca del gobernante. Solo recién en febrero pasado, Trudeau se vio obligado a convocar los Poderes de Emergencia –que no se empleaban desde hacía 50 años– para hacer frente a las protestas de los camioneros que bloquearon por más de dos semanas los caminos en el tránsito con Estados Unidos. Estaban contra la vacunación obligatoria y pusieron en peligro los abastecimientos mutuos. “Los bloqueos están lastimando nuestra economía y poniendo en peligro la seguridad pública… No podemos permitir que estas peligrosas e ilegales actividades continúen”, dijo entonces Trudeau. La similitud de situaciones se nos hace evidente.
Canadá fue sede de la Tercera Cumbre de las Américas, realizada en Quebec, en abril de 2001. Entonces la Cumbre puso énfasis en 18 temas que el anfitrión consideró esenciales: democracia, derechos humanos, justicia, seguridad hemisférica, sociedad civil, comercio, gestión de desastres, desarrollo sostenible, desarrollo rural, crecimiento con equidad, educación, salud, igualdad de género, pueblos indígenas, diversidad cultural y la niñez y la juventud. Si Boric y Trudeau se preguntan sobre esos temas dos décadas después, podrán constatar que, en varios de ellos, más allá de ciertos avances, las tareas siguen siendo grandes. Sobre todo, después del impacto de la pandemia y, ahora, de los efectos de la guerra en Ucrania. Pero lo peor es que hoy la fragmentación cruza la realidad latinoamericana: la Celac continúa más centrada en cómo sobrevivir que en articular una plataforma política para su diálogo con Washington y el mundo, mientras la Unasur ya murió.
En ese marco, cabe preguntarse por donde irá la agenda hemisférica a futuro y cómo Canadá y Chile, desde lo bilateral, podrán trabajar para poner al día una agenda donde todos, más allá de sus modelos de desarrollo, concurran al esfuerzo común. Boric y Trudeau deberán conversar de cómo se superan las ataduras que vienen del pasado con las aspiraciones de construir un mejor futuro. Medio ambiente es un tema obvio, pero el gobierno de Trudeau no la ha tenido fácil con las corporaciones petroleras. Durante la última campaña, antes de ser reelecto, se le enrostró el haber dado luz verde a la explotación del petróleo crudo obtenido de las arenas bituminosas de la provincia canadiense de Alberta. Por ello declaró este compromiso: “El gobierno invertirá cada dólar generado por este proyecto en la transición ecológica de Canadá”.
Es de presumir que el tema de la política indígena también podrá estar presente en el encuentro de trabajo en Ottawa. Canadá tiene, especialmente desde 1970 en adelante, un camino de avances en la construcción de los reconocimientos culturales y la autonomía de sus diversos pueblos originarios. Por esa década se constituyó la Canadian Indian Brotherhood (Hermandad India Canadiense), con su líder George Manuel, que a su vez impulsó la creación del Consejo Indígena Mundial, cuya reunión constitutiva tuvo lugar en territorio canadiense en 1975, con el propio George Manuel a la cabeza. ¿Y quién, poco después, fue uno de los vicepresidentes de la entidad? Melillán Painemal, de Chol Chol, un importante dirigente mapuche ya fallecido. Un dato simbólico para avanzar en el diálogo bilateral en este tema.
Hoy la autonomía de los pueblos aborígenes en Canadá se basa en su Derecho de Autodeterminación, cuyo centro es el Derecho al Autogobierno, con fórmulas diversas y leyes estatales como federales para definir sus campos propios de acción. Hay tres tipos principales de pueblos aborígenes en Canadá: los Indios, los Inuit (antiguamente llamados Esquimales) y los Metis (una variedad nativa mestizada con europeos). La política de respaldo a cómo se van implementando estas políticas se articula entre el gobierno y las comunidades en un diálogo que se impregna también de miradas nuevas: ¿cómo se protege al mundo indígena que vive en las ciudades?, ¿cómo aplicar los resguardos de la naturaleza propios de los pueblos originarios con los proyectos de explotación en lo forestal o en energía petrolera? Y, por cierto, están los de diversas comunidades menores que se sienten aún al margen de la política principal. Por todo eso, la experiencia canadiense se torna muy importante para el momento chileno, donde el concepto de plurinacionalidad está en medio del escenario de los cambios.
Para Canadá y Chile están abiertas las posibilidades de pensar juntos los avances hacia el desarrollo sostenible, los cambios ligados a las energías renovables, a la electromovilidad, a las ciudades ecológicas, a los cambios educacionales y laborales ligados a la innovación digital. Y, por cierto, a las transformaciones ineludibles en la relación entre ciudadanía y poder cuando se habla de democracia. Posiblemente, les va a faltar tiempo, pero Boric y Trudeau dan una buena señal de otra vía para pensar el futuro cuando deciden encontrarse antes de viajar a la Cumbre de Los Ángeles. Es un aporte a colocar lo hemisférico en un escenario distinto a aquel que la Doctrina Monroe definió hace 200 años.