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Cumbre de las Américas: ¿otro encuentro con escasos resultados? Opinión

Cumbre de las Américas: ¿otro encuentro con escasos resultados?

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Boris Yopo H.
Por : Boris Yopo H. Sociólogo y Analista Internacional
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Concordar un potente paquete de asistencia para combatir situaciones de hambruna, y acuerdos migratorios que permitan una carga y una responsabilidad compartidas frente a este drama, ya serían avances importantes en la Cumbre de las Américas. Como también acuerdos eficaces frente al crimen organizado y el narcotráfico, que corroen a la institucionalidad democrática en varios países. Si se pudieran lograr avances concretos en varios de estos temas, como asimismo acciones concretas ante la crisis climática que ya provoca estragos en nuestro hemisferio también, esta Cumbre podría tener algún sentido, pese a los pesimistas pronósticos que existen hasta ahora. Veremos si así será, para que podamos decir, esta vez, que no fue solo “una Cumbre más”. 


El presidente Biden ha invitado a los mandatarios de la región a una nueva Cumbre de las Américas, a desarrollarse durante la segunda semana de junio. Hasta ahora, el foco en los medios ha estado puesto en la exclusión de algunos países de esta cita, y en las posibles ausencias de otros de la región. La Casa Blanca encargó estos días a un enviado especial de alto nivel, el exsenador Chris Dodd –buen conocedor de la región–, visitar algunos países para asegurar su participación. Mientras, la exclusión de Cuba, Nicaragua y Venezuela, bajo el argumento de que se trata de dictaduras y que esta es una Cumbre “de democracias”, es ya definitiva –pese a que Cuba y Venezuela ya participaron en las anteriores citas de Lima y Ciudad de Panamá–.

Esto ha sido fuertemente criticado por varios países de la región, que no comparten la idea de criterios excluyentes en citas regionales y que, además, apuntan a que la complejidad y la magnitud de los actuales desafíos hemisféricos requieren precisamente ampliar el arco de cooperación entre países, para poder abordar con eficacia lo anterior. Sin embargo, el caso de esos tres países es ya más un tema de política interna en Estados Unidos que de política exterior, y la administración Biden no querrá alienar aún más a congresistas que representan a las comunidades cubana y venezolanas, cuyo voto es decisivo en un Estado clave como es la Florida. 

Claramente, entonces, esta Cumbre no partirá con señales auspiciosas, con países excluidos y otros que no asistirían, como Bolivia, Honduras, México, y algunos del Caribe, producto de estas exclusiones. Todo esto, al mismo tiempo que Estados Unidos acaba de tener un encuentro con los países asiáticos de la ASEAN, casi todos regímenes autoritarios donde no existe, o existe de manera muy limitada, la democracia. Claramente habría sido mejor haber hecho una Cumbre con convocatoria universal, y haber abordado ahí también, como algo central, los graves problemas que enfrenta la democracia en la región, y que no se reducen a los tres países ya aludidos. Porque claramente el mundo y América Latina viven, hoy, lo que un académico denominó un período de “recesión democrática”, con el auge de líderes cuyas prácticas autoritarias socavan los fundamentos de la democracia, y esta Cumbre podría haber sido una ocasión para haber relevado el tema, tratándolo en sus diversas dimensiones. Oportunidad pérdida.

Por otra parte, hay varios países que asistirán, pero que también critican los criterios excluyentes de la cita, tema que seguramente levantarán durante el encuentro, mientras que el presidente de Argentina, Alberto Fernández, que tiene la presidencia pro tempore de la CELAC, decidió convocar a una reunión paralela en el mismo lugar que se desarrollará esta Cumbre. Y las expectativas con las que llegarán los mandatarios son también bajas. El presidente de Uruguay, por ejemplo, de orientación conservadora, dijo hace poco que Estados Unidos carece de una propuesta para la región, y que los temas que le interesan son básicamente los que afectan su situación doméstica, como la inmigración irregular y el narcotráfico, y que por ello la atención está puesta en la Cuenca del Caribe, mucho más que en los grandes países de América del Sur, resaltando además que, mientras ello sucede, China comercia e invierte activamente en esta zona.

Y es evidente que uno de los factores de importancia que subyacen a la convocatoria de esta Cumbre es la creciente presencia de China en la región. En Estados Unidos ya se generó un consenso bipartidista (uno de los pocos) de que la gran rivalidad para este país, en el presente siglo, es la expansión “amenazante” de China en diversas latitudes, incluyendo a América Latina, que ha sido históricamente una zona de influencia norteamericana, pero donde Estados Unidos ha perdido presencia en las últimas décadas. 

Nuestra región se verá, así, cada vez más tensionada por esta nueva rivalidad global y por eso será muy importante que, en el futuro cercano, los países de América Latina (al menos un grupo importante de ellos) pudiesen concordar una política compartida para abordar las relaciones con estas dos grandes potencias. El Foro Permanente de Política Exterior ha hecho, en este sentido, una interesante propuesta de “No Alineamiento Activo”, que responde a las mejores tradiciones de América Latina en la búsqueda de mayores espacios de autonomía, y que debiese ser considerada en este nuevo ciclo geopolítico global que se abre en el mundo hoy.

No cabe, entonces, esperar grandes anuncios o resultados de esta Cumbre, porque el mayor interés de Estados Unidos tiene que ver con sus necesidades y problemas domésticos y sus preocupaciones a escala global, más que con una agenda regional hoy escasa en resultados y contenidos. Sin embargo, hay urgencias regionales que deberían abordarse y, si se consiguen acuerdos específicos en materias que hoy afligen a diversos países, esta Cumbre podría ser de utilidad, a pesar de lo ya señalado. 

Primero, un diálogo franco y directo entre mandatarios siempre puede ser útil para destrabar y concordar políticas, que por las vías más regulares pueden tomar meses o años. Y las urgencias están: el triple impacto de la crisis climática, la pandemia y la guerra en Ucrania, generará una grave crisis alimentaria que impactará a nuestra región también, y ello solo incrementará los flujos migratorios irregulares que ya tienen al borde del colapso a varios países, con las graves secuelas humanitarias que esto tiene también. Concordar un potente paquete de asistencia para combatir situaciones de hambruna, y acuerdos migratorios que permitan una carga y una responsabilidad compartidas frente a este drama, ya serían avances importantes. Como también acuerdos eficaces frente al crimen organizado y el narcotráfico, que corroen a la institucionalidad democrática en varios países.

Si se pudieran lograr avances concretos en varios de estos temas, como asimismo acciones concretas ante la crisis climática que ya provoca estragos en nuestro hemisferio también, esta Cumbre podría tener algún sentido, pese a los pesimistas pronósticos que existen hasta ahora. Veremos si así será, para que podamos decir, esta vez, que no fue solo “una Cumbre más”. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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