Turquesa, feminista y comprometida con los derechos humanos, tres características que marcan entonces el inicio de la gestión de Antonia Urrejola como Canciller de Chile. Una política exterior acorde con las políticas anunciadas por el Presidente Gabriel Boric. Una coherencia esencial con la agenda nacional que da una mayor legitimidad a la voz que se expresa y expresará en la escena global. Chile, América Latina y el Caribe no están condenados en seguir con las venas abiertas, con todo lo que eso conlleva. El futuro de las próximas generaciones no puede verse comprometido por la inoperancia climática, la desigualdad y el conflicto. Esta nueva administración demuestra que se puede ejercer la diplomacia de otra forma, con consciencia social para seguir abriendo caminos a favor de nuestros pueblos.
Los liderazgos son importantes, sobre todo cuando operan desde el lado correcto de la historia. En pocas semanas la Canciller Antonia Urrejola y su equipo lograron devolverle el prestigio a la política exterior de Chile. El país cuenta hoy con una Cancillería consciente, con rostro de mujer, que nos aleja de las horas oscuras de estos últimos años que fueron marcados por la violación a los derechos humanos, la alianza con gobierno ultra conservadores y la inutilidad.
Por un lado la nueva autoridad tiene claro que el país debía volver a incorporarse a la agenda multilateral. Prueba de ello es la exitosa gestión realizada conjuntamente con la Ministra del medioambiente Maisa Rojas para la aprobación en el Congreso del Acuerdo de Escazú.
Por otro lado, la importancia que le da la Canciller al diálogo con todos los países de la región para buscar consensos, soluciones viables y sostenibles, contrasta notablemente con lo que fue el show de Cúcuta para solo nombrar un episodio del anterior gobierno. Chile inicia una nueva etapa con la región, y quizás diferente a todas las anteriores. El mejor ejemplo es la voz expresada para que la próxima Cumbre de las Américas de Los Angeles sea la más amplia posible. Efectivamente, ni la confrontación ni la exclusión han dado resultados positivos en el pasado.
Varias veces, el Presidente ha declarado que “somos profundamente latinoamericano”, una frase que cobra aun mayor sentido hoy día cuando las urgencias se multiplican, y a las cuales podemos y debemos encontrar respuestas comunes. En el marco actual de la agenda 2030 para el desarrollo sostenible, lo supranacional a nivel regional no puede seguir siendo sinónimo de cesión, sino de cooperación y solidaridad entre territorios.
Además, existe una sensibilidad muy valiosa de parte de Teatinos 180, la conexión con la sociedad civil. En marzo pasado, en su primera entrevista como Canciller para un medio europeo, la ministra había expresado su intención, que sea en Chile o en sus desplazamientos en el exterior, de poder tener encuentros con actores de la sociedad civil. Dicho y hecho. Y ese punto no es anecdótico, sino fundamental para una mejor comprensión de la política exterior, así como incorporar en la tarea del Estado la importancia del ejercicio pedagógico con las y los ciudadanos, por ejemplo para temas como la integración regional. Para una integración sostenible, la sociedad civil debe sentirse parte e identificarse con ello. Si los pueblos no se apropian de los proyectos integracionistas, es muy difícil que los defiendan cuando haya un cambio de gobierno y que la nueva autoridad decida salirse. Ir hacia una mayor comprensión y participación de la sociedad civil es clave para darle sostenibilidad a los proyectos de integración con perspectiva emancipadora para Latinoamérica y el caribe.
Turquesa, feminista y comprometida con los derechos humanos, tres características que marcan entonces el inicio de la gestión de Antonia Urrejola como Canciller de Chile. Una política exterior acorde con las políticas anunciadas por el Presidente Gabriel Boric. Una coherencia esencial con la agenda nacional que da una mayor legitimidad a la voz que se expresa y expresará en la escena global. Chile, América Latina y el Caribe no están condenados en seguir con las venas abiertas, con todo lo que eso conlleva. El futuro de las próximas generaciones no puede verse comprometido por la inoperancia climática, la desigualdad y el conflicto. Esta nueva administración demuestra que se puede ejercer la diplomacia de otra forma, con consciencia social para seguir abriendo caminos a favor de nuestros pueblos.