Chile tiene la oportunidad de jugar un liderazgo regional en la materia. El Presidente Boric ha manifestado su preocupación por el tema y ha expresado su compromiso con la emergencia climática y la coordinación latinoamericana. Además, Chile es miembro de la OCDE, el foro internacional donde históricamente se ha discutido este asunto. Si el Presidente inicia una coordinación latinoamericana y vuelve a poner el tema en palestra durante la IX Cumbre de las Américas, encendería una esperanza necesaria y urgente para quienes están preocupados del devenir climático y social de América Latina.
Esta semana se desarrolla la IX Cumbre de las Américas. A pesar de comenzar empañada por los conflictos en torno a la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, presenta la oportunidad para que el Presidente Gabriel Boric estrene su política exterior turquesa. Tal como remarcó en su Cuenta Pública del 1 de junio, dicha política priorizará la integración y colaboración en América Latina.
La denominada política exterior turquesa, que busca impulsar un programa de transición ecológica justa junto con la protección de los océanos, incluye una dimensión central que es habilitante para la agenda completa: la financiera. Una política verde ambiciosa que al mismo tiempo expanda el goce de derechos humanos de nuestra sociedad y reduzca la desigualdad, exige una importante movilización de recursos fiscales. En el mediano plazo, eso exige terminar con los paraísos fiscales y la perniciosa competencia tributaria entre países, mientras al mismo tiempo se erradica la elusión y la evasión tributarias de grandes empresas multinacionales e individuos con alto patrimonio.
Tal como lo señala el FMI, la falta de coordinación tributaria internacional y la proliferación de los conocidos “paraísos fiscales”, ha gatillado una “carrera al abismo”, donde los países corren a reducir sus tasas de impuestos para atraer inversión. Desde 1985 a la fecha, el promedio de tasa tributaria corporativa mundial cayó desde 49% a 23%. Más aún, muchas empresas multinacionales diseñan complejas planificaciones tributarias para trasladar sus utilidades y burlar las ya exiguas tasas impositivas. El perjuicio fiscal de dichas planificaciones es difícil de saber con exactitud, pero estudios académicos apuntan a que América Latina pierde al menos US$ 17.500 millones en ingresos fiscales, de los cuales aproximadamente US$ 2.000 millones corresponden a Chile. Es decir, cada año Chile pierde el equivalente a la construcción de 7 hospitales de alta complejidad.
El Presidente Boric conoce la gravedad de esto. En su primera gira a Argentina afirmó la importancia de que América Latina tenga una voz fuerte y unida en la discusión sobre cooperación tributaria internacional. Y esa conciencia es importante. A pesar de que el Grupo de Países Africanos ha propuesto una Convención Tributaria ONU, al igual que el Panel FACTI (Panel ONU de Alto Nivel sobre Responsabilidad, Transparencia e Integridad Financieras Internacionales para lograr la Agenda 2030) y la Secretaría General de la ONU, América Latina no ha tenido una voz relevante al respecto. En la región, el único país que ha jugado un rol más activo en la temática ha sido Argentina, que el 2021 planteó la importancia de que el acuerdo por un impuesto mínimo global fuese más ambicioso.
Los desafíos de cooperación tributaria internacional son enormes. Por un lado, el acuerdo del Impuesto Mínimo Global impulsado por EE.UU. y el G7 ha dejado insatisfechos a muchos países del Sur Global, por su falta de ambición y su diseño que prioriza la recaudación fiscal de países desarrollados. Por otro lado, hay agendas centrales que siguen pendientes, como la elaboración de un Registro Global de Activos (que permitiría sancionar a oligarcas rusos y, al mismo tiempo, diseñar impuestos a la riqueza más efectivos) y el establecimiento de un Convenio Tributario ONU, para facilitar un debate más democrático del tema.
Chile tiene la oportunidad de jugar un liderazgo regional en la materia. El Presidente Boric ha manifestado su preocupación por el tema y ha expresado su compromiso con la emergencia climática y la coordinación latinoamericana. Además, Chile es miembro de la OCDE, el foro internacional donde históricamente se ha discutido este asunto. Si el Presidente inicia una coordinación latinoamericana y vuelve a poner el tema en palestra durante la IX Cumbre de las Américas, encendería una esperanza necesaria y urgente para quienes están preocupados del devenir climático y social de América Latina.